sábado, mayo 07, 2005


Casados. Posted by Hello

viernes, mayo 06, 2005

Historia para los pequeños por venir (léase “nietos”).

La noche antes de “la boda”, S.E. el Presidente de la República me habló. Lo primero que dijo al enterarse que me casaba fue: “hay momentos en la vida que se debe arrancar… hacia delante.” El señor Presidente tiene un humor que no se ve reflejado en sus apariciones públicas.

De todas las noches del mundo, entre todos los ciudadanos de Chile, tuve el honor de conversar sobre el matrimonio con nuestro Presidente. Yo no me lo esperaba. Me encontraba yo en un cumpleaños muy familiar, niños corriendo, cuando entró él y señora. Para todos fue como “llegó el tata”. Para mí fue una escena cortada de Forest Gump. A horas de comprometerme por siempre con una mujer, veía a S.E. en una actividad social común y tranquila, sin banderas ni corbata. De las cosas improbables que te pueden pasar, ésta era una de las imposibles.

Lo mejor fue la sinceridad en sus palabras. Me refiero específicamente a percibir que no me lo decía desde el pedestal que le corresponde como Líder, sino como hombre de cierta edad que ya ha vivido la experiencia. Sentí en él la oportunidad de hablarle a un joven con metas a futuro sin ningún tipo de presión electoral, política o qué sé yo. Fue la oportunidad de transmitir sabiduría, como si hubiese sido un desconocido que por una noche se alegra de poder compartir con un hombre más joven los detalles de la vida.

Así fue la noche en que conversamos con el Presidente.

lunes, mayo 02, 2005

Me fui de Luna de Miel.

Atte.

El Autor.


30 de Abril. The Bride. Posted by Hello

viernes, abril 29, 2005

FUERA DE FOCO: Borrador Indeleble. 2002 (2ª parte)

ANDAR DESCALZO



Escribo para no dormir. Si duermo, la noche luego se convierte en un estado de letargo in-zombie, me quedo con los ojos incrustados en la pintura resquebrajada del techo, pensando, pensando, qué puedo escribir, qué hago tirado en la cama, por qué no estoy escribiendo. Por eso mejor me lanzo a escupir palabras mientras el sol aún cuelga del cielo, hoy como una ampolleta de bajo wattaje, el invierno suele ser triste.
La asquerosa preocupación por el reloj. Falta que se haga costumbre encender incienso todas las mañanas y adorar al dios Minuto o a la diosa Hora, yo soy un patán, un vagabundo con estilo y no me alcanza el tiempo para mendigar por la vida una que otra alegría, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo, lunes, martes, miércoles...
La gente absurda me pregunta en la calle qué hora es, qué sé yo, respondo, me miran como si fuera el anticristo, yo no uso reloj, no ahora que el 2002NT7 se me viene encima, no señor, por quinientos pesos se compran el Tiempo y el Destino en la calle, encerrados ambos en un plástico receptáculo de cristal líquido. ¿Qué cresta es el cristal líquido?
Hoy, por suerte, un taxista me sacó de mi aburrimiento. Dijo: las lesbianas han aumentado en este país por culpa del hombre.
-¿El hombre ya no cumple sexualmente?- pregunté interesado en su reflexión y el taxímetro de cristal líquido.
-Sexualmente, no –inició su cátedra sociológica-, la cosa va más allá, es que la mujer ha tenido que salir a buscar pega y el hombre no se pone con lo que debiera en la casa, algunos se quedan sentados, esperando que la pega venga a ellos, cuando es uno el que debería salir buscándola, y las mujeres no se sienten seguras con el hombre... ¿me apuro? Parece que va tarde.
-No se preocupe, si llego tarde les va a importar un carajo, y si me dicen algo, les cuento que venía hablando de lesbianas con usted.
-¿Y usted qué opina de las lesbianas?- preguntó con un dedo de perversión. Miré por la ventana. Lesbianas. Qué pienso de ellas.
-Si mi hermana fuera lesbiana, no creo que me importaría.
-¿Está seguro que no lo es?- como buen taxista era un refinado copuchento.
-No tengo hermana, en realidad no podría responderle.

La verdad es que una vez conocí a una lesbiana. Se hacía llamar Lucy, en honor a Almodóvar.
-Pero Almodóvar es gay.
-Sí, y no es un huevón prejuicioso como tú.
-No digas eso, já, prejuicioso yo, cómo se te ocurre.
-Porque todos los hombres, todos, son unos maricones reprimidos.
Me quedé callado. No vale la pena opinar sobre la sexualidad de los demás. Lo importante es estar seguro de la propia. Supongo.
Lleno mis pulmones del rancio aire de mi habitación. Estoy contento. Una revelación me ha dado un tremendo cabezazo. La verdad no existe, no es al menos una piedra que te puedas encontrar en el camino, levantarla, meterla al bolsillo y salir silbando.
Nadie conoce La Verdad. Este descubrimiento me provoca un orgasmo en el hemisferio derecho. El izquierdo se queda mirando.

La cosa en la vida es ser valiente, pelear como Muhammad Alí, aguantar hasta el último round y después dar el fatal golpe maestro, que nadie lo vea, que nadie lo note, rápido como una ardilla hambrienta, certero como el lobo en celo. Las mujeres me aman, los hombres me envidian, soy el mejor, que alguien se atreva a retarme, sólo con la mirada puedo derribar imperios. Imaginen mis puños.
También hay cosas que me perturban. Aprieto los puños y me convierto en una bomba esperando, ingresando al núcleo mediocre, revolcarme como un gusano caníbal en las mentes de los idiotas, aquéllos que sonríen por el poder imaginario que les otorga (psicóticamente) el poder de adquisición, fenómeno cada día más amplio, las orillas del arribismo están carcomiendo las costas de la cordura. Soy una bomba que espera una excusa para estallar y llevarse consigo, entre el fuego y los escombros, toda la mierda del mundo más allá de los límites del universo.
Natalia (no es su nombre, pero será de aquí en adelante) es la mujer que amo. Es más, ella es la única persona con sangre viva por sus finas capas capaz de soportar el flujo inestable de mi literatura. Ella dice que tengo todo el derecho a sentirme escritor, uno es lo que piensa todo el día, dice Emmerson –lo cita ligeramente y yo no tengo idea de quién es ese tipo-, entonces como yo vivo caminando por las calles de la vida escribiendo en las murallas, en la cara de los desconocidos, sin tinta ni papel, en voz baja, un murmullo motivado por un cerebro neurótico, encajado en la etapa oral freudiana, Natalia me ama, dice que soy escritor y yo le creo.
Me lo dice con un beso.
Adoro a las mujeres, Natalia es la que amo, sin lugar a duda, pero sigue siendo refrescante cruzarse con una mujer y el olor de esa mujer y el cabello de esa mujer, las caderas de una desconocida, Natalia sabe que la amo, aunque tiene claro (¿por qué amas tanto a un escritor loco?) que los otros elementos femeninos dejados por Dios en las fértiles tierras del deseo seducen mis sentidos. Son sirenas las mujeres, cada una seduce con una particular voz, sea hermosa como un crepúsculo en la Polinesia o fea como una descomunal polilla.
Natalia cree que los hombres sólo somos niños altos.
-Vámonos a la India –me dijo anoche.
-Olvídalo. Allá no te puedes comer un buen bistec. Algo tienen con las vacas.
-Come chancho entonces- se apura Natalia en responder, le fastidia que tome todo tan a la ligera. Como si irse a la India fuera simple.
-El cerdo me cae mal. Es cochino.
-El perro es más cochino, se come sus propias heces.
En la tele daban Pulp Fiction.
-¿Y qué se supone vamos a encontrar en la India, Natalia?
-Una espiritualidad que aquí no podríamos conocer.
-Te reto a que digas ESPIRITUALIDAD lo más rápido posible.
Natalia se enfada, se levanta de la cama y como un gatito amurrado se acomoda en el sillón a leer los Grandes Autores.
Puede leer seis, siete horas seguidas, inmóvil, cual araña a la espera de la mosca caída en la red. Trato de seguir su ritmo, me siento, abro el libro que sea que estoy leyendo, pongo la cara de ensimismamiento (o intento) que Natalia pone tan dulcemente y leo. A la media hora termino cortándome las uñas, lavando los platos de la cocina o tirando conchitas de mar a los transeúntes que pasan justo debajo del balcón del departamento.
-Así jamás vas a escribir bien- me dice medio enojada, medio maternal.
-Woody Allen lo dice y John Nash (ojo, premio Nobel) también lo dijo: no prestes atención a tus profesores, ellos nada te pueden enseñar.
-Ya, pero cúal es la relación con la lectura.
-Los libros son pequeños profesores desparramados en letras.

Gonzalo P. tenía la seguridad que después de los treinta años la brecha entre un profesor y sus alumnos es imposible de reducir. El profesor de treinta nunca llegará a entender las mentecillas de sus discípulos, porque es comprobadamente imposible que dos esferas generacionales distintas lleguen a un acuerdo. Sucede hasta en las mejores familias: el hijo no entiende al padre, el padre cree que su hijo es drogadicto, la madre odia al padre, pero también sospecha que el hijo rebelde es drogadicto, el hermano menor no entiende ni jota y finalmente es el más feliz.
La comida china me distrae de tanta cavilación filosófica repugnante. Natalia prefiere mil veces comer a lo hindú, harto curry, bien hippie buena onda, mucho incienso. El humo de las varitas aromáticas se me mete en la nariz y paraliza mis glándulas gustativas. Además la comida china tiene ese misterio de no saber si lo que uno se come es carne o un pobre gato callejero atrapado por distraído para ser rebanado con las técnicas más milenarias del cuchillo del maestro de cocina chino, que en los últimos años se ha visto reemplazado por un cocinero chileno instruido en las artes orientales del menú para dos y los arrollados primavera.
Una nueva mañana. Las sábanas las tengo contagiadas a la piel, la cama es el útero que vagamente recuerdo. A esto me refería con ser patán. Qué más lindo, relajante, inspirador, que quedar flotando en los sueños, en el olor de la noche, cerrar los ojos y tratar de penetrar como una bala de fuego en lo que soñamos y no podemos recordar.
El café en la cama es un ritual sagrado para Natalia. Mi cabeza se tambalea por la embriaguez del descanso, mis ojos pierden la órbita y los labios los tengo secos. Anoche fue feroz el sexo, eres tan antiromántico, ¿antiromántico?, qué palabrota más cursi, no me trates entonces igual que si hubieses pasado la noche con una prostituta, no seas sensible y sensiblera, Natalia, olvídalo, lo digo en serio, las rarezas de tu clan son inexpungables, las mujeres provienen de reinos hundidos en el mar, viven sumergidas en fantasías amorosas, viejas historias de caballeros, dragones y espadas, héroes magnos, vigorosos....
-Cállate y tómate el café, ridículo.
Ah. Nada como la buena música. Me ayuda a recordar los sueños.

“Una pareja de casados, amigos míos, estaban sentados en sillas de mimbre alrededor de una mesa redonda de oro. Él leía el diario al revés, ella hervía aire en una de sus palmas. Cerca, acostado en una hamaca elaborada de trenzas de cabello rojo, descansaba mi cuerpo. Algo hablaban, no podía escuchar, en el techo revoloteaban mariposas de colores que canturreaban una canción de Elvis. El viento entraba por una ventana con forma de ojo. Mi amigo se reía entredientes de los artículos en el diario. Ella, mientras, vertía el aire caliente en una taza de cristal. Echó luego granos de café, similares a capullos, y ofreció la taza a su esposo. Él se negó amablemente y me ofreció la taza. Acepté. El problema era que no lograba zafarme de la hamaca escarlata, así que ella tuvo que acercarse y darme a tomar como si yo fuera un enfermo recluido. Bebí del sabroso elixir. Mis huesos comenzaron a crecer dentro de mi carne, pero yo no crecía, eran sólo mis huesos. El dolor era insoportable. Con una sonrisa él me ofreció el diario, el cual agarré con furia y lo rajé en dos. Ambos rieron con ganas, pensé que morirían de tanto reír. Mi amigo entonces tocó con su dedo índice los labios de su mujer. Tranquilamente se acercó ella, contenta, radiante, y fue un profundo beso suyo el que apaciguó el dolor de mi cuerpo...”

FUERA DE FOCO:Borrador indeleble.2002 (novella por entrega)

Al agitar la pluma, las gotas de tinta
manchan en desorden la hoja:
lo mismo es este libro.
Una hoja y su tinta.




El asteroide 2002NT7 viene directo hacia nuestro planeta. Los expertos dicen que nada hay para preocuparse, que se desviará, será absorbido por la órbita de otro planeta, que la probabilidad de que impacte la tierra es similar a que un koala llegue a nado a las costas de nuestro largo, estrecho país para iniciar una nueva colonia.
Pero, digan lo que digan, miren por donde miren, en esos monumentales juguetes que observan puntitos brillantes en la densa oscuridad del Universo... A ver qué pasa el día que se topen con la cara de Dios haciéndoles raras muecas de estrella divina.

Con asteroide o sin asteroide, este mundo se muere. Mírenme a los ojos y díganme honradamente que soy un pesimista dictatorial, nieguen que el mundo llora por un respirador artificial y unas vacaciones all-included en alguna playa caribeña.
Los continentes nunca se debieron haber separado, por lo menos así estaríamos más cerca unos de otros, escuchando la angustiada respiración de los niños, el llanto de las mujeres, oliendo el intenso líquido que emana de los poros de un hombre asustado. Ay, ya lo decía Juanito, el niño idiota del barrio: “yo no juego con ustedes, porque todos ustedes son malos”. Juanito es uno de los tantos pecados que he de cargar de aquí al 2019, año en que el maldito pedazo de roca interestelar caerá sin ser invitado siquiera por la ONU en algún lugar de la deforme pelota terrícola, tal vez en Groenlandia o quizás en la casa de mi vecino. ¿Y qué pensarán hacer? ¿Avisarnos por correo certificado que un gran terrón se acerca a nosotros a una velocidad espeluznante? Por favor, evacuen el área. Y quién me cuida el jardín, Señor, por favor, el 2002NT7 viene bajando, pero mis plantas.

Ahora nos haría falta un Superman. O un gran láser construido en el espacio, como sugirió un ruso de alto cargo. Confío más en Superman y pone más nervioso aún pensar que los rusos creen que la solución de las soluciones sería montar un enorme disparador de energía flotando como una inofensiva pluma sobre nuestras cabezas. Carajo, el asunto del asteroide es bastante más interesante de lo que esperaba. No hay Superman, entonces debemos ofrendar nuestra confianza a quienes el cálculo renal de las galaxias los tiene sin cuidado. No creo que llegada la hora fatal en que el presidente de los EEUU nos informe a toda la población mundial del impacto inminente del áspero asteroide, me ayude a dormir mejor.

Tengo 24 años. El 2019 tendré cuarentiuno, es decir, la primera próspera mitad de mi vida se verá calcinada por un infame pedazo de qué sé yo, que vino de quién sabe dónde, y que tuvo todo un universo para incrustarse. No, no quiero otro lugar, me gusta la Tierra, se ve tan bien desde aquí, azulito y calmo, dan ganas de reventarlo como a un globo.

El Piojo se ríe en mi cara. Cree que soy un paranoico, un alarmista, algo parecido a los profetas del Apocalipsis que se paran en pleno paseo Ahumada con un chirriante parlante y un micrófono de juguete.
-Ríete, pero el día que veas al cielo ponerse rojo como un fósforo recién encendido vas a ponerte de rodillas a rezar.
-Tal vez llore -me responde sacándose un pedazo de carne con un palillo- pero lo de rezar ni te lo esperes, antes hago el servicio militar.
Nadie comparte mi angustia, este terror a la muerte, el conocimiento que rodando ingrávido se acerca una isla de dos kilómetros de diámetro.
Por eso, hoy 28 de Julio de 2002, 23:03, he comenzado a escribir mi bitácora. Daría algunos datos más, como cuántos segundos faltan para el 2019, pero perder el tiempo en esas tareas matemáticas me distraen del verdadero fin: adelantarme al futuro, crear un devenir acorde a lo que mi imaginación desee expresar. Soy, desde este preciso momento, mi propio Destino, nada puede interferir con las elecciones que tome, las críticas que haga, desde ahora camino entre ustedes, mortales, cargando en mis manos el mayor de los poderes. La libertad.

Una veloz revisión al pasado me deja bien aturdido. No puedo creer que he desechado tanto en tan poco tiempo. Me he comportado como un simio, de rama en rama, un grito aquí, un grito allá, en concreto nada, estoy vacío de experiencias, la sangre aburrida hace su circuito, no he probado aún el caviar. Mejor no hacerlo. Los rusos locos han de querer construir la estrella de la muerte para destruir al asteroide, luego de comer tanto de los pequeños huevitos negros. La elite come óvulos. Los lujos son morder, masticar y digerir la vida de otro. Rusos locos.

-¿Aló? Papá, hola... no, no llamo por dinero, llamo por el 2002NT7... no es un auto, papá, escúchame, es una piedra que flota, no, no estoy llamando por cobro revertido,... ¿qué?, espera, esto es importante, ¿ah? ¿mamá y tú se separan?... mierda... no, yo sólo llamaba para decirles que los quiero a pesar del 2002NT7.... ¡olvida el auto!

Los antiguos sabían de esto. Conocían las formas mágicas en que el universo afecta nuestras microscópicas viditas. Viajaban largas distancias para aplacar la furia de las deidades... No sé si es sano psicológicamente culpar al asteroide del derrumbe que sufre mi familia. Ellos ni se han enterado.


Para que otros nos recuerden así también. Posted by Hello

miércoles, abril 27, 2005

Matrimonio: Nuevo Testimonio de La Vida Reciente.

El lunes, día antes del civil, hubo relámpagos y truenos. “Así de terrible es la cosa”, dijo un personaje. Como repito una y otra vez, resulta ya agotador escuchar las oscuras, negativas y dolorosas experiencias de otros respecto del estar casado. ¿Nada han aprendido de lo que vivieron como para decir: lo que no debes hacer es ESTO para que todo funcione? ¿Tan rápido te ves derrotado si el amor no funciona dentro del vínculo matrimonial?

No ocurrió lo que auguraban los pesimistas. No hubo tormenta en mi cabeza cuando desperté a dos horas de ir al registro. No sentí ansiedad. Tampoco angustia. Es más, quería casarme.

Me sentía feliz.

Una buena señal para la vida reciente. Y la vida por venir.

Dos anillos para unirlos.

martes, abril 26, 2005

Día Cero.

Hoy, finalmente, fue el matrimonio civil.

Más aventuras luego.

lunes, abril 25, 2005

capitán N. (relato imaginario)

En la oscuridad del mar profundo notó que le costaba respirar. El invento comenzaba a mostrar las fallas de los prototipos. Se relajó, no valía la pena consumir el oxígeno a causa del temor.

Temor a morir en el espacio que más amaba: el océano.

Palpó las cuerdas de la mochila para ascender. Un golpe de burbujas lo impulsó hacia arriba en el instante en que el aire de los estanques se acababa.

“Llegaré, no puedo morir, no ahora, hay cosas que hacer, maravillas por apreciar, quiero que el mar sea mi mundo, quiero vivir, quiero terminar el diseño de la nave...”

Perdió la conciencia. Seguía subiendo. El sol rebotaba en la superficie y un pequeño bote esperaba la llegada del joven Nemo.

domingo, abril 24, 2005


¿Y bien? ¿Qué quieres? Posted by Hello

extra.

El 30 de Abril, me caso. Anótese, revísese, archívese.


P.D.L. Posted by Hello

(Ella dijo, Ojalá llueva.)

Suena la sirena de un auto de carabineros. El auto pasa raudo según escucho por las ventanas. La sirena, no se apaga.

-o-

Esos momentos solitarios en que pasas por una situación extraña, momentos que nadie vivió contigo, rarezas de la vida, ayudan a saber que el parámetro de lo normal es un poco alto para el verdadero mundo.

Tomé un taxi que tenía escrito en la puerta “TAXI SEGURO”. Curioso nombre, pensé, antes de subirme. Dentro, con el auto en marcha, descubro un grueso vidrio que me separa del chofer y que las puertas no tienen pestillo.

-Este taxi es seguro –dice el taxista-, el vidrio es antibalas, tengo un GPS que indica dónde estoy y las puertas las controlo yo desde adelante.

Seguro para quién, pensé. Era ciertamente una jaula.

-Es que ya me asaltaron una vez, así que tenemos una sociedad de taxis seguros, así no nos hacen nada y no pueden bajarse sin pagar.

El señor tenía que gritar para que lo escuchara a través de unos pequeños círculos-rendija. Yo gritaba para responder…

-o-

A una semana para el matrimonio. Una.

-o-

Echaba de menos escribir.

miércoles, abril 13, 2005

Planeta mini.

El mundo es una bodega de detalles. Lo que decidas a futuro, sea un estilo de vida o una meta concreta, no podrá escapar a lo inconcluso.
Veamos. Eliges un auto. Ahorras. Lo compras. Adquieres un seguro, pagas los permisos. Y un día el carro soñado no tiene luces: el pequeño fusible que controla los focos se ha quemado.

No estructures tanto. No planees tanto. Sé más flexible. Mejor es tener fe que vivir procesando frustraciones.

martes, abril 12, 2005


You will not be able to stay home, brother.
You will not be able to plug in, turn on and cop out.
You will not be able to lose yourself on skag and skip,
Skip out for beer during commercials,
Because the revolution will not be televised.

The revolution will not be televised.
The revolution will not be brought to you by Xerox
In 4 parts without commercial interruptions.
The revolution will not show you pictures of Nixon
blowing a bugle and leading a charge by John
Mitchell, General Abrams and Spiro Agnew to eat
hog maws confiscated from a Harlem sanctuary.
The revolution will not be televised.

The revolution will not be brought to you by the
Schaefer Award Theatre and will not star Natalie
Woods and Steve McQueen or Bullwinkle and Julia.
The revolution will not give your mouth sex appeal.
The revolution will not get rid of the nubs.
The revolution will not make you look five pounds
thinner, because the revolution will not be televised, Brother.

There will be no pictures of you and Willie May
pushing that shopping cart down the block on the dead run,
or trying to slide that color television into a stolen ambulance.
NBC will not be able predict the winner at 8:32
or report from 29 districts.
The revolution will not be televised.

There will be no pictures of pigs shooting down
brothers in the instant replay.
There will be no pictures of pigs shooting down
brothers in the instant replay.
There will be no pictures of Whitney Young being
run out of Harlem on a rail with a brand new process.
There will be no slow motion or still life of Roy
Wilkens strolling through Watts in a Red, Black and
Green liberation jumpsuit that he had been saving
For just the proper occasion.

Green Acres, The Beverly Hillbillies, and Hooterville
Junction will no longer be so damned relevant, and
women will not care if Dick finally gets down with
Jane on Search for Tomorrow because Black people
will be in the street looking for a brighter day.
The revolution will not be televised.

There will be no highlights on the eleven o'clock
news and no pictures of hairy armed women
liberationists and Jackie Onassis blowing her nose.
The theme song will not be written by Jim Webb,
Francis Scott Key, nor sung by Glen Campbell, Tom
Jones, Johnny Cash, Englebert Humperdink, or the Rare Earth.
The revolution will not be televised.

The revolution will not be right back after a message
bbout a white tornado, white lightning, or white people.
You will not have to worry about a dove in your
bedroom, a tiger in your tank, or the giant in your toilet bowl.
The revolution will not go better with Coke.
The revolution will not fight the germs that may cause bad breath.
The revolution will put you in the driver's seat.

The revolution will not be televised, will not be televised,
will not be televised, will not be televised.
The revolution will be no re-run brothers;
The revolution will be live.
Posted by Hello

lunes, abril 11, 2005

Nos hemos reunido aquí.

Una pareja de invaluables amigos se casaron. Dos ex – compañeros de psicología. Lo que necesito es recordar cómo fue que finalizó en que con otra amiga más formamos un “grupo de estudio” donde cuatro responsables jóvenes solían no dormir los tres últimos días previos a la entrega de un trabajo. Fuimos un apacible y extremadamente tentado de la risa “grupo de estudio”.
Dice mi amigo que cuando me fui, entonces no le quedó más que estudiar. Hoy tiene el título de pisc… no, psicólogo; mi amiga y compañera de estudio como esposa; un hermano genio que estudia cine. No sé si debería sentirme halagado por aportar a su repunte académico. Me siento la raíz del mal. O tal vez si me hubiese quedado, también habría sufrido aquel repunte.
Miento si nunca pensé en que terminarían juntos. En ambos algo se detectaba. ¿Cuánto tiempo estuvieron saliendo sin que lo supiera? Sólo ellos saben.
Su matrimonio fue al aire libre. Una ceremonia propia de ellos, al estilo de ellos, como ellos. Genial.

Ellos son los gratos recuerdos que llevo a todas partes. No solía verlos con frecuencia luego de dejar la carrera, pero conmigo recorrieron los años. Hay recuerdos que se convierten en continuos presentes evocables desde el pasado.
Quizás nunca los olvidé por el cariño que les tengo.

Serán felices mis amigos. Son testarudos, nunca dejarán que la relación se deteriore.

En el matrimonio, mientras bailaban el valse, intenté recordarlos iguales a la época universitaria. No pude. Sólo logré recordarlos como pareja.

Un maravilloso matrimonio.

Si pudiera bendecir la decisión que han tomado, estarían ya bajo el cuidado de los dioses.

Si pudiera apostar a que serán felices, mañana mismo pongo la plata.

G. y T. (sí, sí… como el grupo de música argentino). Una pareja de invaluables amigos son ahora marido y mujer.

Algún día contaré lo otro que aconteció ese mismo día, tan importante como la boda. Una historia sobre mi propia boda.

Por ahora escribiré sólo recordando a G. y T. (sí, sí…).

sábado, abril 09, 2005


Doisneau: colegio en escala de grises. Posted by Hello

viernes, abril 08, 2005

A normal morgen.

El dado seis.

Deslizó el mouse por la superficie de su mesa de caoba. Su nueva mesa de caoba. Los negocios iban excelente: los gringos se tragaban todo lo que la Compañía ofrecía. Dominan el mundo, pensó el obeso y calvo ejecutivo, y por lo mismo tienen una despreocupación alarmante acerca de lo que adquieren, bien por nosotros, bien por mí que me da la libertad de renovar la oficina y cambiar el BMW.
Hizo clic en “ventas”. Excel desplegó una ventana que contenía un largo listado de clientes en Estados Unidos. Revisó con la mirada las cifras. Sonrió.
-Evelyn, tráeme el último fax de la Inner Company –dijo a través del intercom.
-¿Cuál fax, señor Ebermann?
-Cómo cuál fax, no me venga con tonterías, ese documento es muy importante –el señor Ebermann se quitó sus gafas Christian Dior-. ¿Me va a decir que si no hago yo las cosas no las puede hacer nadie bien?
-Pero, es que…-la secretaria trastabillaba buscando explicaciones.
-¡Ah, no la despido sólo porque Germán me dijo que la contratara, ya va la segunda vez en el año que me viene con “pero es qué”! Voy para allá y mejor será que se ponga a buscarlo y lo encuentre.
Se levantó. Afinó la vista para encontrar su reflejo en los inmensos ventanales de su despacho y arregló el cuidado nudo de su corbata Armani. Suspiró. Nadie hace nada bien, nadie. Caminó hacia la puerta. Sin apuro. Pensaba en cómo llamar la atención de Evelyn, a quien no despedía porque en realidad encontraba que una atractiva mujer mejoraba la imagen corporativa. Además, los últimos días había pensado en llevarla a comer a algún lugar fino y reservado para luego terminar en un motel de primera. Ese último pensamiento lo excitó. Uf, parezco un adolescente, rió para sus adentros.
Estaba por girar la manilla cuando un estruendo irrumpió en la oficina. Vidrios volaron sobre él, el notebook se estrelló contra la muralla y el sofá de cuero negro junto al librero se volteó con violencia. La puerta se abrió y dio con todo en la nariz a Ebermann.
-¡Señor, qué pasa señor! –la joven secretaria gritaba histérica sin notar siquiera que había reventado de un golpe la cara de su jefe.
Debajo del sillón una mano cubierta de sangre asomó lentamente.
-¡Dios! –gritó Evelyn- ¡Qué es eso!
El señor Ebermann sacó su pañuelo Yves Saint Laurent del bolsillo y cubrió su accidentada nariz.
-¡Cállese, por el amor de Dios, cállese! –un fuerte tono nasal quitaba toda autoridad al señor Ebermann-. ¡Si grita como una loca no me deja pensar!
A la mano siguió un brazo. Evelyn abrazó al señor Ebermann. Ambos estaban en iguales condiciones: el horror de la imagen frente a ellos los tenía helados. Ninguno parecía querer tomar la iniciativa.
-Acérquese, Evelyn, yo llamaré a la policía desde su teléfono…
-¡Pero señor Ebermann…!
-¡No me discuta si no quiere perder su trabajo! –dijo fuera de control el macizo ejecutivo y abandonó el despacho.
Evelyn miraba como la mano se abría y cerraba despacio, sin fuerzas. En sus ojos se notaba un repudio similar al de las ancianas frente a una rata gigante. Sin aviso, el sofá se elevó y fue a caer a los pies de la espantada secretaria. Evelyn gritó y antes de desvanecerse vio que un hombre joven, tal vez de unos veintitantos, se erguía con esfuerzo. El señor Ebermann regresó a la oficina. Casi pisa a la secretaria con sus zapatos de diseño italiano. El joven sacudió la cabeza. Un hilillo de sangre corría por su rostro.
-¿Quién… quién es usted? –preguntó Ebermann con tono agudo. Le temblaba la voz como si le estuviera hablando al mismísimo demonio.
-¿Yo? Mi nombre es Daniel –respondió el muchacho mientras examinaba el lugar. Claramente no reconocía el lujoso despacho del señor Ebermann-. ¿Tendrá un baño? Quiero lavarme la cara –sacudió sus pantalones para quitar restos de vidrio.
-¿Baño? Sí, sí, es la puerta detrás suyo.
-Perfecto. Gracias.
Daniel arrastró su magullado cuerpo hasta el baño. Al cerrar la puerta el señor Ebermann aprovechó de encerrarlo con llave.
-Que alguien me explique qué está pasando…
Un tirón en sus ropas provocó un grito de espanto poco masculino por parte del señor Ebermann. Era Evelyn que agitaba en la mano un papel.
-El fax, señor Ebermann, el fax que… -la secretaria volvió a perder la conciencia.
-Qué desastre… Justo hoy que llegaban los japoneses… -pensó el señor Ebermann angustiado-. Los malditos japoneses…


Mi padre. ¿Pueden ver lo que dicen sus ojos detrás de los lentes? "Don´t even try to mess with the family..." Posted by Hello

jueves, abril 07, 2005

De noche la ciudad.

Y la sirena de los bomberos se lanza en picada desde la alta cumbre de la noche. Siento en la nuca una trémula desconfianza: imagino una bomba cayendo sobre mí. Como solía decir Sonico, “pero qué haces si te cae una bomba nuclear en la cabeza”.

¿Qué hago? Dejo que explote. Imaginar el dolor de cabeza luego de que te reboten un par de toneladas de acero no lo siento saludable.

Mientras la sirena acaparaba la atención nocturna imaginé el tener que caminar por calles inseguras de un país en guerra. Lo primero que sentí fue ganas de correr a la casa. Después, lo ilógico de correr a casa si estás en pleno bombardeo. El Bushido enseña que aunque corras bajo la lluvia, te mojarás igual que si sigues caminando. Una cita pobre a la película Ghost Dog.

La pregunta “si ocurren incendios en la ciudad y dónde” la planteo fugaz y ocasional durante una caminata por la calle, arriba de la micro o vigilando un fósforo. La aguda sirena de guerra, de fuego, de bomberos voluntarios que se suben al elefante-rojo-lanza-agua responde.

De noche la ciudad se quema. Con o sin Nerón. Estén bombardeando o firmando tratados de paz.

Hay catástrofes que nunca se podrán evitar. Y otras, que por tratar de evitarlas, hacen sonar las sirenas.

miércoles, abril 06, 2005


2002 y detalle al fondo. Posted by Hello


2002. Posted by Hello


2002. Posted by Hello


2002. Posted by Hello


2002. Posted by Hello

1,2,3 Historia es.

Estuve con un matrimonio cuyo living era la construcción mutua de la moral cristiana que regía sus vidas. Los muebles, la mesa de centro, la alfombra, el decorado era como un perfecto set de casa de suburbio norteamericana en la década de los cincuenta.

Mi comparación viene de las películas que he visto y sus imágenes son historias de un periodo de la Historia, concluyendo así, que algo conozco de aquella década.

Y decimos, qué sesentero, setentero, ochentero, noventero.

Concluyo: la Historia se mueve, pero los ideales se mantienen.

Lo que me preocupa un poco, porque los ochenta son la muerte de los setenta según se comentaba en los noventa y los sesentas fueron diez años de tests en drogas por estudiantes, novelistas, cineastas, y quién sabe cuántos eran.

La Historia no concuerda con sí misma.

Aun así, fluye.

martes, abril 05, 2005

Sobre el morir.

Mueren, como dicen, los días. Mueren los hombres santos. El hombre de oscuro corazón muere, tanto de viejo o por venganza.

Muere el Papa. ¿Con él qué muere en la sociedad occidental católica apostólica romana? ¿Cuál es la necesidad de aflicción si se cree en la vida eterna? ¿No habrá pasado ya el Papa por las Puertas del Cielo saludando con un leve movimiento de cabeza a San Pedro?

Moriré. Cuándo, no lo sé, y si supiera, sería arruinar la fiesta de la vida.

Millón de años que nos venimos muriendo. Inevitable fin de un proceso biológico. Y no logramos acostumbrarnos. Como tampoco una madre o un padre se acostumbra a la idea de sostener a su hijo recién nacido en brazos…

Un hijo que crece. Y muere al final.

lunes, abril 04, 2005


El Peter Pan se desvanece... Posted by Hello

domingo, abril 03, 2005

La rutina dispersa.

En las primeras semanas de este experimento autogestionado que llamamos "el vivir solo" sentía la amplitud del espacio independiente y propio. Versa el prestigioso dicho: en mi casa hago lo que quiero.
Luego de las primeras semanas comencé a notar que "algo" faltaba. La ausencia, digamos, que provoca la imagen de una silla vacía junto a la ventana. Ya llegará ella para correr las cortinas y abrirla.
Entonces hoy, lavando los platos, caí en la cuenta que hay varios detalles a los cuales se les debe prestar atención, trabajo que antes hacía "otro". Por ejemplo, descubrir que todos los tazones tienen aún pegado por debajo el código de barras.
Pero uno aprende.
Seguro.

JP2

La noticia de la muerte del Papa nos fue anunciada a un amigo y a mí un día antes. Quién nos contó, estaba convencido. Y los tres sentimos la pérdida.
Éramos los únicos tristes un día antes.

sábado, abril 02, 2005


El que sabe, sabe... Posted by Hello


Abran las puertas, que viene el Papa. Posted by Hello

viernes, abril 01, 2005

Nada más real que lo cierto.

Arriendas una casa. Es que te vas a casar y serán dos. Una casa que hace seis años estás esperando poder arrendar, porque les encanta. Una con escalera, patio, barrio tranquilo. Y para mí, muy importante, un cine cerca.

Llegas a la casa. Te quedas a vivir durmiendo en un cómodo futón.

No tienes nada. Ni refrigerador, ni cocina, ni siquiera una planta o mancha de pasto en el patio. Pero es la casa que quisieron.

La pintan. La arreglan. La mejoran.

Y hay que mantenerla. Arreglos que durarán años y serán del día a día.

“En los matrimonios siempre hay conflictos que se superarán”. Quien lo dijo tendrá sus razones. De seguro las tendrá.


Perspectiva. Posted by Hello


... Posted by Hello


Puerto Aereo. Posted by Hello


Bilbo y sus habilidades. Posted by Hello


Ellas hermanas. Posted by Hello

jueves, marzo 31, 2005

Carta abierta a mi ge-ge-ge-generación.

Los ideales fueron servidos como huevos fritos sobre la mesa del diario vivir, cuando desayunábamos pensando en el futuro. ¿Qué fue de las arengas en los consejos de curso, los centros de estudiantes en la universidad, las filosóficas discusiones morales, éticas, políticas y humanas sobre el curso del planeta, la civilización y sus esferas?

Como dice Quino en uno de sus libros (improviso según lo que recuerdo):

Se acerca el mayordomo a su anciano y millonario patrón.

Mayordomo: Señor, en la puerta hay alguien que dice ser sus ideales de juventud.

El patrón se agazapa en el sillón y mira aterrado al mayordomo.

Patrón: Vaya y dígale que no estoy.

En fin. Fue simple decir: no estoy ni ahí, la política y TODO en general son lo mismo.

¿En qué momento nos excluimos del TODO? ¿Quién nos dio permiso?

Yo sólo pienso en lo que no hemos hecho y en lo que dejamos de lado. Nunca quise cambiar el mundo. O tal vez también me exculpo de no sacrificar mi vida, el nivel de mis estudios, la profundidad de mi altruismo para mejorar el mundo.

El principal problema es que la Rueda de la Fortuna la van tirando los mismos personajes desde hace años. Y será la fuerza de la costumbre lo que los mantiene. ¿Dónde estáis políticos jóvenes, éticos, luchadores, postmodernos? ¿Haciendo un doctorado en un país lejano o pensando en entrar a la arena para pelear por el pueblo?

Nadie nos dijo que se debe sacrificar una generación entera para comenzar los verdaderos cambios. Una generación que piense en el futuro de los hijos de otros. Una generación dispuesta a permutar el auto de lujo por un auto menos impresionante.

Una generación que arranque la maleza, reviva las raíces y dé las recetas para cultivar un nuevo, sano, glorioso Árbol Genealógico Humano.

Yo creo ya no lo hice. Tendré que ver cómo crecen mis hijos en un mundo en el cual no tengo opinión alguna más que un papel y un voto.

Y si hay más opciones para opinar, aún no las detecto.


La daban en Grecia, Patras. 1999. Posted by Hello


Gran película, gran tema, gran jabón dentro de un reloj. Y una verdad que no la puedes negar... (si miras el reloj por harto rato, vas a ver que se mueven las manecillas). Posted by Hello

miércoles, marzo 30, 2005

Cuento Oscuro.

A nadie le extrañó el trágico pacto que Aurelio había cerrado años antes con la bestia. Aure, como le decían en el pueblo, a los ojos de sus vecinos no era normal en ningún sentido, ni siquiera cristiano: dormía en los techos; desaparecía por diez días y regresaba sucio, hambriento y alucinando; se rascaba la entrepierna durante la sagrada misa, lo que obligó al párroco a desalojarlo reiteradas veces. La última vez dijo: Aurelio, no eres digno de entrar en la casa de Dios y que Dios me perdone por lo que he dicho.
La señora Berta recuerda el primer evento que desencadenó la promesa que Aurelio cerró con sangre ante la bestia. “Aurelio es tonto. Pero de los tontos buenos. Esos tontos que pueden estar ante las puertas del cielo o del infierno y no se dan cuenta. De esos tontos que no desconfían de nadie. Tonto de cabeza y alma. Aurelio tenía doce cuando la bestia apareció. Él se estaba bañando en el río, un poquito más abajo de la casa de los Rosales siguiendo el estero. Ahí el tonto de Aurelio se topó con la bestia. Y según me contara mi hija, la Petunia, se miraron un buen rato. No sé qué vio la bestia en los tontos ojos de Aure.”
La bestia comenzó a pasearse por las terrosas calles del pueblo, oliscando el aire, pisando severa y segura, despreocupada de la mirada inquisidora de los pueblerinos. Los niños fueron encerrados en sus piezas. Las mujeres se ocultaron detrás de la espalda de sus maridos. Varios de los más jóvenes se anotaron como rondines para proteger los cultivos, todos ellos concientes de que la bestia podía atacar en cualquier momento, especialmente de noche, dominio de grillos y demonios.
El poder de la bestia estaba en su forma. Alta como un gorila y dientes de oso; garras de águila y piel de suricata. Ojos de hombre. Un “bicho nunca antes visto por aquí”, comentó el alcalde, don Primero Cañas, “intentamos que se fuera, con palabras en un principio, a balazos después, y nada, la cosa esa regresaba una y otra vez acompañada del retardado de Aurelio”.
Las desapariciones de Aurelio se hicieron más extensas. La madre, doña Fecunda, pedía socorro a sus vecinos. Pero nadie quería estar cerca ni de Aure ni de la bestia. Ante el cambio de Aurelio de un tonto tranquilo a un idiota perverso los más radicales pedían linchar tanto a bestia como a hombre.
Pero nadie se atrevía. Otro de los poderes de la bestia. Se creía que la bestia podía escuchar a kilómetros el caminar de un ciempiés y ver la cima nevada de la montaña más lejana. “A la bestia no le temo”, dijo doña Fecunda, “a lo que tengo miedo es que Aurelio cumpla su promesa, que no regrese, que viva muerto como ese esperpento de nuestro Señor”.
Cuando la bestia murió, Aurelio tenía ya setenta. No tenía madre ni amigos. Regresó al río con la bestia a rastras. Estuvo parado junto a la orilla por horas. Caminó aguas adentro sujetando a la bestia muerta y con la misma mirada del niño de doce años, saludó a Petunia que estaba entre los habitantes del pueblo con un leve movimiento del brazo. Petunia le sonrió arrugando los ojos ya de niña madura.
Al atardecer, Aurelio regresó el cuerpo de la bestia a las profundidades. El pacto estaba cerrado. Sólo quedaba rezar para que la bestia cumpliera lo prometido una vez que Aurelio alcanzara las puertas del Otro Mundo.
Tres días después Marlicio, un niño de pocos sesos, regresó corriendo a su casa gritando: “¡he pactado con la bestia, viene, la he visto salir del agua!”

martes, marzo 29, 2005

Y ella.

Me mira como mujer que es. Algo, en esa plena sonrisa, oculta de madre: me está protegiendo todo el tiempo. Se preocupa. Será que me ama de ambas formas en su único corazón.


Blog de Portada. Posted by Hello

Reflexiones mediterráneas sobre el Blog.

Le estuve dando vueltas al significado de la vida. Y como me di vueltas, terminé mareado.

Entonces pasé a otro tema: el blog. ¿Qué es un blog? Es un diario de vida online, me respondí. Un diario de vida donde publicas lo que piensas, lo que ves, lo que escuchas, no un diario de vida de la vida misma, que esa es personal e intransferible.

Y pensé: ¿Cómo sería un libro de una autobiografía en tiempo real? Pues no se puede. Por eso el blog.

Incluso pensé en una portada, si alguien desea robar la idea.

De todas formas, ya todo alguna vez se ha dicho.

Cuento Breve: (Des)amor.

Olvida Hollywood
20 de Julio, 2002

Llovía. Los días de lluvia en general me parecen señal de purificación, un relajo del cielo dispuesto a limpiar de lodo existencialista las inmundas calles del Gran Santiago.

Otros abren sus paraguas y no piensan las estupideces que yo pienso cuando cae la lluvia como delicadas serpientes transparentes por la ventana.

Y de tanto pensar, no se me ocurrió un paraguas. Yo y mi amor por la naturaleza. Un cosquilleo en la fosa nasal izquierda indicaba un estornudo o una inminente pulmonía. Ciertos deseos y afectos pueden terminar en obsesión, en la punta de una bala, como yo y la naturaleza, como el pobre maestro Kawabata y sus mujeres.

Corrí con las manos en los bolsillos, concentrado tibetanamente en no resbalar, una cosa es amar la natura, otra muy distinta es caer y quedar como idiota. Además, sucio y mojado. Me digo y me desdigo. Pareciera que con la lluvia llueven también las contradicciones.

Llegué tarde. Mara, apoyada en la muralla junto a la boletería, fumaba un cigarrillo que no botaba humo, sino enojo, porque es poco probable fumar algo que está empapado. La vi delicada, una trémula inquietud se mezclaba con el frío alrededor de sus pupilas, sacudía el cabello rubio, ahora oscuro por el agua, y antes de llegar tuve que hacerme la idea que, siendo encantadora la imagen de la mujer que yo amaba, al acercarme ella tendría algo que decir antes del beso de bienvenida.

-Entremos –dijo al verme. Se giró y de dos zancadas ingresó al cine. Me quedé bajo la lluvia. Al igual que Woody Allen, no puedo ver una película que ya ha comenzado. Es un insulto al proyeccionista. Y tal vez al cineasta. Mara asomó la cabeza entre las dos grandes puertas de vidrio.

-No me vengas con eso de Woody Allen –dijo y la tensión en su voz clamaba sangre. Sus incisivos frontales se afilarían como los de Nosferatu y rasgarían mi cuello de una sola mordida. Los cinco minutos de atraso la había afectado.

-Lo siento. No puedo. Imagínate llegar tarde a un ritual de iniciación en alguna de las tribus africanas. No puedo entrar. Ellos no me dejan.

Era una inmadura excusa sin un mínimo de gracia, al menos, para rescatar el humor de Mara. Ella salió del cine. Cruzó los brazos y miró al suelo, donde descubrió el cigarrillo dado de baja. Con la punta de sus feroces bototos aplastó al delgado y largirucho receptáculo de nicotina, que por arte de la lluvia lo escuché gritar adolorido, “Mara, perdóname, Mara”.

Pedimos dos cafés. Desde el local podía ver por sobre los hombros de Mara la entrada al cine. La gente salía y una angustiosa envidia dio de picotazos en el corazón de mi cinefília. La noche del mundo nada puede hacer contra la sensación de salir del cine, la noche del cine, esa percepción aguda de haber dejado algo en la butaca, algún sentimiento, un rencor, empatía con las imágenes y los cuentos de hadas que brincan divertidas del romance a la muerte. Las historias serán siempre las mismas, soñaba Borges, la vida, la muerte y el amor: la serpiente se muerde la cola.

Yo quería disculparme, pero Mara estaba más atenta a los ingredientes de la mostaza, como si leyera en ellos un fragmento de la Sagrada Biblia. Mi mirada lacónica de perro Labrador con hambre no funcionaba o era demasiado patética. Llegar tarde es una tradición genética en la familia, estuve tentado de decir. Luego, claro, me arrepentí. No se puede culpar por la eternidad a los padres por nuestros errores. Alguna vez hay que asumir, aunque sea por apariencia, porque después el estigma de Peter Pan no te lo puedes rascar de tus espaldas, por mucho que te recuestes y alguien durante cuarenta y cinco minutos te recite los monólogos de Freud.

-Mi amor –el primer disparo de cariño para poder correr hasta la próxima trinchera.
-Mi amor, nada. Siempre haces lo mismo, Gabriel. Llegas tarde, dices “mi viejo también llega tarde a todas partes”, y crees que lo arreglas con un beso. Yo no quería ver la película, tú querías.
-Es que la micro no pasaba nunca, a esta hora empieza el taco, el tráfico se estanca, la ciudad se gangrena –dejé de hablar, Mara me miraba distante y enojada, igual que De Niro mientras se come un huevo duro frente a Mickey Rourke en Corazón de Ángel.

Traté de relajarme, parecer un niño grande dispuesto a defender su atraso. En el colegio, cuando llegaba tarde a misa, las excusas afloraban en mi boca como un canto gregoriano, constantes, constantes, hipnóticas.

-Estoy cansada.
-Uf, y yo, agotado.
-Estoy cansada de nosotros –dijo como si estuviera anunciando un número del bingo. Acerqué el cuerpo y las orejas, corrí con la mano la taza de café.
-Repite eso, mi amor.
-No me digas “mi amor”, hace todo más difícil –bajó la cabeza, cerró los ojos, pensé que iba a llorar.

Mara tiene unas largas, hermosas pestañas. Recuerdo cuando ella cerraba los ojos, daba la impresión de estar reverenciando al silencio.

-¿Qué pasa, Mara? –mi voz parecía viajar por un largo tubo y me robaba el aliento.
Mara relajadamente tomó un sorbo de café. El cine apagaba las luces. La ciudad se muere, pensé, y yo también.
-Hace rato que le doy vueltas. Hace meses. No creo que debamos seguir juntos, Gabriel.

Ouch. Eso dolió. El asunto se ponía serio, se hablaba de tiempo, de fingidos orgasmos, una sensación de carga. Yo pensaba que hacía bien mi papel, preocupado del preámbulo, acariciar su piel, ser un caballero y después un perverso...

-Bueno, eso tiene solución. Compramos La Cuarta justo el día que viene el suplemento acerca de las relaciones sexuales y todo eso –dejé de hablar por segunda vez. Mara no se permitía, ni por cortesía, una sonrisa.

Una viejita entró al local. El paraguas que traía era tan grande como la carpa de un circo. Saludó cariñosamente a los empleados, se sentó en la barra y pidió un café irlandés.

-¿Me estás escuchando? –preguntó Mara.
-Claro que sí –dije. Mentir no ayudaría en nada, pero lo hice.
-¿Qué te estaba diciendo? –su voz me recordó a la Inquisición, a la voz del estereotipo de oficial nazi en las películas de directores judíos.
-Lo de los orgasmos no puede ser tan terrible.
-Gabriel, qué te pasa, qué orgasmos –me tironeaba de la parka-, qué estupidez estás diciendo.

Mi cerebro quedó mudo.

Un momento: no quedó mudo, hablaba consigo mismo. Lo que temías, los detalles en la cama, los detalles en una reunión familiar, los detalles por teléfono, “me quedo a estudiar, Tamara me lleva, un beso, chao”. Me estaba dejando hace rato.

Subía el ancla y se iba a otros mares. Bueno, extrañaré la barcaza, pero mi tripulación no quedará a la zozobra. Es más, ahora podré elegir libremente el horario al cine. Y con quién ir.

¿A dónde iba la discusión? ¿Empezaría con “Quiero tiempo para mí, conocerme, salir, estudiar fuera”?

-Quiero tiempo para mí, conocerme, salir, estudiar fuera.
Sin pensarlo uno anticipa sus desgracias. Es como si por ahí anduviera el destino, asomándose desde la esquina, o en las palabras de Mara, mientras tomamos café.
-Siempre te he dicho que te vayas a estudiar a gringolandia, pero no escuchas.
-¿Yo no escucho? –inquirió molesta.
-¿Ah?
-Payaso.

Era una feroz tormenta la que cruzábamos con Mara. Uno multiplica los esfuerzos para no hundir el barco, pero ese acto de sobrevivencia elimina la energía para saber correctamente hacia dónde ir en una situación como la de Mara y yo.

Puede que la ligereza romántica los engañe. Pero mis palabras están impresas con el espíritu roto de mis manos.

Perder a Mara dolía.

-¿Por qué Mara?
-¿Por qué? Pero cómo es que no te has dado cuenta. Mírame. Mírame a los ojos. Qué hay en ellos, Gabriel, dime qué hay.
Limpié los lentes en la polera.
-Veo tristeza, Mara –arrastré las manos por la mesa y las dejé caer ingrávidas sobre mis piernas.

Mara suspiró, se tomó la cabeza con ambas manos, dejó que el húmedo cabello rubio tapara su rostro, y después apoyó la cabeza en la mesa. Se escuchaba la guitarra de “tu amor se me va”. Irónico. Ridículo. Apoyé mis manos sobre la cabeza de Mara y noté que el cabello estaba tibio, vaporoso, real. Lloraba.

-Me voy a licenciar, mis tres hermanas son profesionales, mis compañeras de colegio trabajan hace dos años y son exitosas y son felices y sé que te parece egoísta lo que te estoy diciendo, Gabriel, pero no es egoísta, te lo juro, es porque tengo miedo, miedo de no ser nada, Gabriel, de no saber nada... –muchas veces había escuchado ese monólogo, y yo siempre bromeaba, “no te preocupes, ¿qué puede salir mal?, piensa que sólo te quedan cincuenta años de vida”. Ahora me lo decía llorando, cerca, entre una taza de café y el infinito espacio entre nuestros cuerpos.

No podía tocarla, ella quería alejarse esa misma noche, no me pedía ayuda, sólo me daba aviso del cambio de dirección.

Cuánta tristeza, y te pido disculpas, ahora tal vez habría percibido el abatimiento de tu amor.

Mara levantó la cabeza despacio. Pensé en una semilla que florecía y daba dorados pétalos. Sus ojos rojos me decían que era una flor triste.

-Mara, llevamos tanto tiempo que no entiendo a qué quieres llegar, si hay problemas, los conversamos, nos tomamos otro café, y solucionamos lo que sea esté mal.
-El problema es el tiempo que llevamos.
Salté hacia atrás con el alma y caí por la lluvia, volé junto a la señora del paraguas de circo, por el cine vacío que veía por encima de los hombros de Mara, y reboté de vuelta, como un bungee, directo al punto de partida.
-¿Y por qué es eso un problema, Mara?
-Tú propusiste dejar de vernos, conocer otra gente, ya que llevamos tanto tiempo.
-Yo nunca dije eso.
-Sí lo dijiste.
-Dónde.
-Qué importa dónde, Gabriel.
-Por supuesto que importa. Dónde.
-¿Tienes seis años?
-No, veinticinco. Mara, dónde.
El asiento de Mara, sospecho, tenía propiedades de trampolín. Con un movimiento invisible al ojo, Mara se puso de pie y gritaba.
-¡Qué importa dónde, qué importa, lo que importa es lo que te dije antes, lo que siento, lo que ya no siento por tí, lo que siento por mi vida y lo que quiero hacer, no escuchaste nada, no prestas atención, nada te lo tomas en serio, así cómo quieres ser algo, un artista, un cineasta, así cuándo vas a filmar alguna vez, pendejo!
La miré con paciencia. Lo que hacía imperfecta a Mara era su sobreactuada neurosis.
-He escuchado todo lo que has dicho. Y filmaré cuando pueda, cuando se pueda, cuando me dé la gana o cuando los ancianos dejen el oficio. Y no me grites. Esto está lejos de ser Atracción Fatal.

Se sentó. La anciana sonreía y saludaba a Mara con el café irlandés en alto.

-Me aburro contigo. Eso es. Eso es todo. Hablas todo el día como si la vida fuera una película. La vida no es una película. Yo me voy.

Detuve a Mara. Quiso protestar, pero le indiqué que callara. Dejó de moverse al instante.

La anciana bajaba la taza de café, ya no sonriendo, sino aterrada. Entendí qué ocurría. Aunque muy tarde.

-¡Buenas noches! ¡Todos sentados y quietos, esto va a ser rápido, pero si alguien se las da de héroe, puede que también sea doloroso! ¡Quiero las billeteras, joyas o cualquiera puta cosa de valor sobre la mesa!

Mara temblaba como un hámster antes de ser atrapado por una tenaza de cinco dedos gigantes. En plena ruptura sentimental el local era asaltado. Genial.

-Quién dijo que la vida no es una película –dije a un volumen que sólo Mara podía oír.
-¡Cállate! –escupió rabiosa Mara.

Los ladrones se cubrían los rostros con medias. La nariz deformada por el fuerte elástico de la prenda femenina me recordó a Martín Vargas, el pugilista de rostro en 90 grados.

La lluvia se llevaba a Mara, mi billetera, el reloj que le regalé para nuestro aniversario, la última función de una película que esperaba hace meses y el inmenso paraguas de la anciana.

Los asaltantes dejaron el Café. La anciana consolaba el histérico llanto de Mara. Yo le daba vueltas al asunto entre nosotros, pero también en una idea para un cortometraje basado en los eventos recientes. “Una pareja discute acerca de su relación, entran dos ladrones, él se levanta, se despide a lo Valentino y muere con una bala en el corazón”.

También pensaba en irme a casa y cómo hacerlo magistralmente sin mojarme.

sábado, marzo 26, 2005


Pauli, Sole, Pelao, mi novia y yo. Fiesta de graduación, siglo pasado. 1996. Posted by Hello