Los ideales fueron servidos como huevos fritos sobre la mesa del diario vivir, cuando desayunábamos pensando en el futuro. ¿Qué fue de las arengas en los consejos de curso, los centros de estudiantes en la universidad, las filosóficas discusiones morales, éticas, políticas y humanas sobre el curso del planeta, la civilización y sus esferas?
Como dice Quino en uno de sus libros (improviso según lo que recuerdo):
Se acerca el mayordomo a su anciano y millonario patrón.
Mayordomo: Señor, en la puerta hay alguien que dice ser sus ideales de juventud.
El patrón se agazapa en el sillón y mira aterrado al mayordomo.
Patrón: Vaya y dígale que no estoy.
En fin. Fue simple decir: no estoy ni ahí, la política y TODO en general son lo mismo.
¿En qué momento nos excluimos del TODO? ¿Quién nos dio permiso?
Yo sólo pienso en lo que no hemos hecho y en lo que dejamos de lado. Nunca quise cambiar el mundo. O tal vez también me exculpo de no sacrificar mi vida, el nivel de mis estudios, la profundidad de mi altruismo para mejorar el mundo.
El principal problema es que la Rueda de la Fortuna la van tirando los mismos personajes desde hace años. Y será la fuerza de la costumbre lo que los mantiene. ¿Dónde estáis políticos jóvenes, éticos, luchadores, postmodernos? ¿Haciendo un doctorado en un país lejano o pensando en entrar a la arena para pelear por el pueblo?
Nadie nos dijo que se debe sacrificar una generación entera para comenzar los verdaderos cambios. Una generación que piense en el futuro de los hijos de otros. Una generación dispuesta a permutar el auto de lujo por un auto menos impresionante.
Una generación que arranque la maleza, reviva las raíces y dé las recetas para cultivar un nuevo, sano, glorioso Árbol Genealógico Humano.
Yo creo ya no lo hice. Tendré que ver cómo crecen mis hijos en un mundo en el cual no tengo opinión alguna más que un papel y un voto.
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