Mueren, como dicen, los días. Mueren los hombres santos. El hombre de oscuro corazón muere, tanto de viejo o por venganza.
Muere el Papa. ¿Con él qué muere en la sociedad occidental católica apostólica romana? ¿Cuál es la necesidad de aflicción si se cree en la vida eterna? ¿No habrá pasado ya el Papa por las Puertas del Cielo saludando con un leve movimiento de cabeza a San Pedro?
Moriré. Cuándo, no lo sé, y si supiera, sería arruinar la fiesta de la vida.
Millón de años que nos venimos muriendo. Inevitable fin de un proceso biológico. Y no logramos acostumbrarnos. Como tampoco una madre o un padre se acostumbra a la idea de sostener a su hijo recién nacido en brazos…
Un hijo que crece. Y muere al final.
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