sábado, febrero 27, 2010

TERRORmoto.

3:34 de la madrugada. Abro los ojos mientras me sacuden del hombro y dicen, Matías, Matías, está temblando. Me incorporo, el temblor se magnifica, se convierte en terremoto. Escucho que algo de vidrio, o varias cosas, se estrellan contra el suelo, estallan y se quiebran. El televisor amenaza con venirse abajo. Mi mujer está junto a mí en la penumbra, no hay electricidad, no hay luz, todo se mece y por un momento pienso que el terremoto entre 8 y 9 grados en la escala de Richter va a socavar el piso y terminaremos cayendo con cama y todo encima de mis vecinos en el piso 10. El edificio se sacude sinuoso, los objetos salen volando, un librero no resiste el embate y cae sólo a centímetros de mi mujer. Me quiero levantar: El edificio se balancea como mono porfiado, pienso, no voy a llegar muy lejos. El acuario. El pez en el acuario. Me viene a la mente cuando escucho el estruendo del acuario y el sonido del agua que escurre por el piso. Un oxímoron ataca mis ideas: el terremoto me parece un instante eterno.

Llega la calma.
No hay luz.
Nunca hay velas.

Nunca está uno preparado para despertar de madrugada al vaivén furioso de la Naturaleza.

Pero estamos vivos.
Eso supera todos los miedos.

Aunque otros no fueron tan afortunados...

jueves, febrero 25, 2010

The story of Love.

Primero es porque ves a los mayores decir que se quieren, aunque no sea cierto, pero si tienes ocho o nueve años ver a tus padres besarse con supuesto cariño te implanta un cierto sentido para activar el corazón.
Luego creces y ya no es por seguir la corriente, no, ahora percibes el aroma enredado en el cabello de una amiga o compañera de clases y te salta el estómago y la diferencias de las otras y te baja una marea de poeta porque crees estar enamorado.
Después, digamos a los doce, son los ojos, rozar su piel, la sexualidad que despierta, el fervor de los labios por dar un beso a una chica que encuentras bella, distinta, una que tienes ganas de abrazar, estar cerca, pero cerca en corazón y piel, y se suma a tu vocabulario el "¿quieres pololear conmigo?".
Más grande aún, has jugado a pololear, has dado un beso, has pololeado "de verdad" y has besado "de verdad" y seguramente con bastante más entusiasmo que a la corta edad de doce. Quieres más, ella y tú, seguir la línea natural del arrebato amoroso que concluye en consumar el deseo antes oculto.
Aparece el amor cuando lo comprendes, cuando sabes que alegra y destruye, que no perdura como un instante polaroid, no, el amor significa sacrificio, grabar en la mente y todo el cuerpo que le perteneces a una sola mujer y ella te pertenece por siempre (si es que logras continuar con ello). Si aparte de amar puedes decir "ella es mi mejor amiga".

Digamos que sobrevives todas las pruebas y te casas.

Esa es una historia completamente diferente.

Anécdotas de mi padre.

Mi señor padre un día llamó por teléfono. Fue más o menos así:

-Buenas tardes... ¿Podría hablar con Juan Pérez Bustos?

Y la respuesta de la secretaria fue algo como:

-Disculpe, pero aquí no trabaja nadie que sea francés.

Mi padre cortó desconcertado y la secretaria seguramente cortó feliz de haber realizado de nuevo "correctamente" su trabajo.

En fin.

domingo, febrero 21, 2010

Vivir cada minuto.

El Universo se crea por el Big Bang. Y qué importa. Millones de años atrás aparecen los dinosaurios y luego un asteroide -una de las hipótesis- cae sobre la Tierra y la explosión asemeja a 100 millones de megatones de TNT. Y qué importa. Los dinosaurios se extinguen, luego la vida reaparece, mamíferos y otros, y aquí estamos luego de un largo periodo de evolución y un eslabón perdido. Y qué importa.

Todas las noches escucho los neumáticos derrapando sobre el asfalto de algún auto fuera de control cerca de Los Leones con Eliodoro Yañez. Cuando escucho eso, inevitablemente me preparo para el metálico sonido del choque contra otro auto y si los dos conductores tendrán la suerte de estar vivos.

Pero qué importa.

La pregunta es qué es lo que nos mantiene vivos o, desde otra persectiva, qué es lo que nos hace creer que "nunca nos va a pasar nada malo, sólo le pasa al resto". Digo, si vivir requiere tener conciencia sobre la vida misma, ¿no deberíamos ser concientes que una vez que te otorgan la vida, la muerte viene como un plus? El Gran Kit "Vive/Muere".

Será que pensamos que con respirar basta y el resto de los acontecimientos ocurren porque sí, no porque soy yo y mi mente y mi cuerpo y mis opciones lo que me mantienen vivo.

Me pregunto si los que conducen a 100 KMS/H, sea sobrios o drogados o ebrios, saben que la Ley de la Vida dice que la Muerte espera en cada esquina y si esa fe que tienen en los frenos del auto es parte del Manual del Diario Vivir y en qué página dice que pasar con rojo un semáforo en la esquina mencionada está absuelta de cometer un accidente.

Creo que pensar en la muerte es tan común como abrir los ojos por la mañana. Creo que todos lo han pensado alguna vez. Pero del pensamiento a llevarlo a cabo, existe todo un largo trecho que -repito- se llama Vida.

Una de estas noches el sonido metálico del impacto entre dos autos entrará como una ventisca ensordecedora por mi ventana y me levantaré, el aire estará frío, y al asomarme por el balcón quizás vea a una mujer que sale del auto chocado, corre unos metros, se agacha para sostener la cabeza de uno de los heridos y llorará tan fuerte, con el corazón en llamas y sufrimiento, y quizás escuche algo que no desearía haber escuchado nunca: mi hijo, porqué mi hijo, porqué lo has matado.

Pero qué importa. Quién soy yo para decir lo importante que es Vivir, ser capaz aún hundir por ejemplo las manos en el agua y percibir su peculiar composición.

Sólo espero que esta noche no me despierten los gritos de una madre y la muerte.

viernes, febrero 19, 2010

Ojos que no ven.

Era un frío día de verano. Las cortinas se movían al vaivén del mar, del sonido del oleaje en madrugada.
María despertó luego de un reconfortante sueño.

Aún no sabía que aquella tarde daría muerte a su esposo.

07/10/08

miércoles, febrero 17, 2010

Un desconocido amigo.

Tenía hambre, estaba en Providencia y terminé ante la caja de un McDonalds pidiendo un combo X. Ahora, para mi arrepentimiento, pienso que pude gastarme la plata en la Fuente Alemana o el Dominó. En fin, las lucas fueron malgastadas y la insípida hamburguesa me quedó en una muela.
Lo que ocurrió mientras comía sentado en las mesas afuera del recinto del satánico Ronald es otro asunto. Quién no ha experimentado esa sensación de familiaridad ante un extraño que te encuentras en la calle y te recuerda a alguien de tu pasado, de manera tan potente, que te queda el sinsabor luego y la duda si era la persona que conocías y perdiste la oportunidad de retomar el contacto. Estaba yo sentado, dije, cuando aparecieron dos perros vagabundos: uno feo como una hiena y otro negro, con la mejor cara de labrador travieso. El perro-hiena no me llamó la atención, pero el labrador sí, con esos ojitos cafés con cara de pena mirándome mientras atacaba las papas fritas. Entonces atacó la nostalgia, la memoria se expuso, el viento corría helado y el rumor de la gente se fue apagando: recordé a Bilbo, un labrador negro que tuvimos mientras vivía con mis padres, un labrador negro que durmió en mi cama desde su primer mes hasta los ocho años. Bilbo se creía -estoy seguro- hermano de mi hermano y mío. El patudo incluso aprendió a dormir como un humano, se estiraba, apoyaba la cabeza en MI almohada y, cuando tenía suerte, me lograba empujar hacia la pared para estar más cómodo. Pero cuando mi hermano se fue de la casa, cuando yo me fui de la casa, y mis padres decidieron vender la casa, no quedó otra opción que pensar en otro hogar para mi labrador llamado Bilbo. Dicen que terminó viviendo feliz después de todo en una parcela. No lo sé. Lo que sé es que hoy lo vi en los ojos tristes de un labrador callejero y, aunque me esforcé en convencerme que no era él, terminé por darle la mitad de la Mcnífica que estaba engulliendo porque no podía sacarme de encima el sentimiento -optimista- que tal vez era Bilbo, que había escapado de la parcela buscándonos hasta llegar a las calles de Providencia.

Me bastó mirarlo con detenimiento hasta caer en la cuenta que no era un Bilbo, era un ella.

Me paré, miré esos ojitos apesumbrados, y me alejé de aquel fantasma del pasado y del mundanal ruido.

sábado, febrero 13, 2010

Marie-Louise Parker.



ONE that is ever kind said yesterday:
“Your well beloved’s hair has threads of grey,
And little shadows come about her eyes;
Time can but make it easier to be wise,
Though now it’s hard, till trouble is at an end;
And so be patient, be wise and patient, friend.”
But heart, there is no comfort, not a grain;
Time can but make her beauty over again,
Because of that great nobleness of hers;
The fire that stirs about her, when she stirs
Burns but more clearly. O she had not these ways,
When all the wild Summer was in her gaze.
O heart! O heart! if she’d but turn her head,
You’d know the folly of being comforted.

The Folly Of Being Comforted
William Butler Yeats

Richard Kelly on “S.Darko”

sábado, febrero 06, 2010

Usted tiene un crédito preaprobado...


Digamos que algo no está bien o que algo está simplemente mal: sucede que veo a la gente sin inspiración alguna y sintiéndose menos valiosa que el dinero, y eso es decir mucho, porque contando que 1 peso, que a su vez equivale a 0,00185 de dólar (apróx.), ha dejado a los individuos con una gran deuda en su autoestima, el alma hipotecada a una cuota incalculable según el capital y los intereses, y así andamos todos temerosos a que nos embarguen quizás hasta los ojos si no pagamos el crédito que se nos ha concedido por la inversión que nuestros padres hicieron al otorgarnos la vida y junto a ella todo el papeleo que esto significa, digamos, nacemos con el derecho real de garantía y un acreedor que nos sigue siempre, de cerca, atento cual buitre a "promover la venta forzosa de los bienes gravados".

Llamemos a tal acreedor, el señor Muerte, y al banco para el que trabaja, Shit Happens Royal Bank.

Nunca se sabe si para el mes que viene se tendrá la cuota pactada y, de no tenerla, es poco el plazo que se le permite al deudor (de parte del señor M) para ponerse al día o repactar lo acordado desde que vimos por primera vez la luz, lloramos, y nuestra madre nos abrazó y agotada dijo, Qué lindo, es todo un TESORO...