martes, enero 29, 2008

El Universo Verso a Verso.

no pienses que fuera de este mundo no existe nada

porque la nada es similar a sombra y sombra se confunde

con soledad

levanta tus amplios ojos

devora estrellas

estiras tu mano y bajas la noche al nivel del horizonte

no creas que fuera de este mundo sólo hay soledad

el universo es un verso difícil de rimar

y recuerda que el infinito

de dioses desconocidos

a veces se aloja en nuestros oídos como silencio

cuando el universo es un carnaval

describo el universo verso a verso

tus manos esconden un cofre de misterios

(es el universo)

y una exquisita melodía

melodía que sólo tú puedes recitar

porque eres tú la única

con la voz para el verso universal

puedes rimar

verso a verso

(todo)

el universo...

sábado, enero 26, 2008

ADD velocidad sináptica.

Y también Swift

Gloria notó algo inusual en su esposo. Éste llevaba puesto un overol azul y un cinturón de herramientas del cual colgaban un sopapo y otros artilugios difíciles de definir. Dos lupas gigantes frente a los ojos lo convertían en un búho aterrorizado.

-¿Se averió alguna cosa, Elmo?- preguntó Gloria con la esperanza de que su esposo no hubiese perdido la razón.

-¡Silencio, mujer! –los enormes ojos de Elmo recorrían la casa.

Tomó a Gloria de un brazo y la llevó al cuarto del aseo, que por fuera tenía un cartel que decía “Zona Segura”. Una vez dentro, Elmo trancó la puerta y colocó láminas de madera en la ranura inferior.

-Estamos rodeados –dijo Elmo derrotado. El horror en su cara se magnificaba por las lupas. Gloria se sentía incómoda. Elmo, definitivamente, estaba loco.

-Rodeados por quién. ¿Comunistas?

-¡Ja! Los comunistas son un chiste al lado de estos... seres.

Cuando Elmo esgrimió el sopapo frente a ella, decidió que era tiempo de salir de la “Zona Segura”. No creía estar segura junto a Elmo.

-¡Qué haces, mujer, vuelve aquí! ¡Si sales, puede que no pueda protegernos a los dos!

-Tomaré el riesgo –dijo aburrida-, además tengo hambre.

Gloria fue a la cocina. Aún escuchaba los gritos de guerra y destrucción de su majarate esposo. Primero comer. Luego llamar al Sanatorio.

En el freezer recordó que un delicioso quiché esperaba a ser horneado. Abrió la puerta superior del refrigerador. Una fría bruma escapó del compartimento. Ahí estaba el quiché. Pero no sólo el quiché. También había un iglú no más grande que una naranja. Dentro del iglú, mirando por un orificio, vio que una familia cocinaba un trozo de salmón. Padre, madre y tres niños. Gloria cerró el freezer. Desde la Zona Segura, Elmo gritaba ¡no abras el freezer! ¡No lo hagas!

Lo pensó dos veces. Gloria necesitaba saber. En contra de los consejos de Elmo, abrió nuevamente el freezer. Ahí, parado en fiera postura, un esquimal no más grande que una musaraña miraba a Gloria. En la mano cargaba una lanza.

-Hola... –dijo nerviosa- ¿Qué eres tú?

El esquimal le hacía señas para que se acercara. ¡No les hagas caso, Gloria! ¡No les hagas caso!

Sin aviso, la lanza fue a dar al ojo izquierdo de Gloria. La familia del iglú salió a festejar la buena puntería del padre dando gritos de alegría. El freezer, esta vez, se cerró solo.


El médico dijo:

“He de confesar que es el caso de muerte por objeto extraño en el ojo más raro que he visto... bueno, está el de la señora Mirna, que Dios sabe cómo, por descuido del padre, la hostia fue a dar a su ojo derecho y murió al instante.”

La amenaza fantasma.

2 a.m.


Dos de la mañana. Sólo queda un cigarrillo. Maldita sea, nunca podrá escribir el relato en las condiciones en que se encuentra, ebrio, los ojos secos, la mente perdida. Las ideas migran de su cabeza con poderosas alas. No puede pensar. No puede dejar de pensar que no tiene nada que imprimir sobre la hoja en blanco. Sus manos no conversan con la máquina de escribir. Se odian. Se necesitan. Un trago de whisky. Pero la necesidad es la madre de la invención y la creatividad, dicen, sólo es cosa de tener paciencia. Una línea le viene a la mente. “Solía comparar su pluma con las fuerzas divinas de Dios”. Leyó de nuevo la oración. Solía comparar su pluma con las fuerzas divinas de Dios. Se lee mejor divinas fuerzas. Saca la hoja, la arruga lentamente. Enfrenta una nueva hoja en blanco. Uno a uno repasa los elementos del relato que pulsa dentro, entre la razón y el azar, aleteando libre por el espíritu a la espera de ser capturado. “Quiso seguir bebiendo. Pero no pudo. El vaso se caía una y otra vez de su mano”. Recuerda el whisky. Llena el vaso y enciende el último cigarrillo. Exhala una gran voluta de humo que sube contorsionada bailando. La mira. Se parece a la musa que perdió años atrás. Esa niña de caídos ojos. Consuelo. El cigarrillo se va consumiendo. La hoja en blanco está atorada en la máquina. Marca la primera letra. E.

“Ella solía cantar por las mañanas antes de levantarse. El ritual me parecía tan íntimo que nunca pude distinguir si canturreaba despierta o dormida. Yo sólo la observaba durante los treinta minutos que duraba el canto. Y cada mañana era una melodía distinta”. Retira las manos de la máquina de escribir. No quiere contar a otros su historia con Consuelo. Tampoco quiere que Consuelo lea acerca de ellos. Esos recuerdos le pertenecen sólo a su memoria. A nadie más. Otra hoja al basurero. Tres y cinco de la madrugada. No tiene cigarrillos. Todavía queda media botella de whisky. Pero no puede dejar de pensar en los cigarrillos. Está en un momento de frustración. Necesita la distracción del cigarrillo y el humo en los pulmones. Se pone el abrigo, sale de la casa, y tambaleante camina decidido a satisfacer su deseo.

“Pequeños soles colgaban de los postes. Una cálida luz se reflejaba en el húmedo pavimento; el frío viento le obligaba a llevar las manos en los bolsillos y caminar con los hombros levantados. Estos soles no calientan nada, pensaba, son meros espejismos de la naturaleza. Levantó la mirada. Las estrellas emitían una trémula señal luminosa. Dos cuadras más adelante distinguió el minimarket. Dejó de pensar en la noche. Se concentró en los cigarrillos. Pero fue imposible. Recordó el calor de dormir abrazado a ella. El frío trepó por su espalda. Maldita sea, qué importa dónde se encuentre. Ella detestaba el humo del cigarro.”

jueves, enero 10, 2008

Un 10 de Enero.