miércoles, octubre 31, 2007

sonic360 / Los Mono.

White Spy.

martes, octubre 30, 2007

Calorimetría. Ni sé si se escribe así.

med


La imagen (sacada con celular, perdonemos la falta de nitidez y fomentemos la imaginación) que abre el siguiente post de la vida reciente no es una foto del Área 51 o un niño burbuja como lo fuera Travolta en su ocasión.
Tampoco es una versión hirsuta de E.T.
Aquél que tiene la cabeza atrapada en un casco transparente plástico del cual sale un tubo de aspiradora soy yo, tendido en una camilla, con la indicación de no moverme.
Pero me moví, logré sacar mi celular y jugando con mi mano como si tuviese 10 dedos, me autorretraté experimentando semejante examen sacado de película de Ed Wood.
Consiste en respirar en reposo con el globo aquel como casco de astronauta proveniente de alguna nación pobre pero empeñosa por atravesar la estratósfera, y según tu respiración logran un cálculo indirecto gracias a una máquina sacada de la película Juegos de Guerra. Esas máquinas que aún tienen la pantalla verde, los números gigantes e imprimen los resultados en papel continuo, ese que tiene las orillas perforadas y mete un ruido del infierno.
El tecnólogo me explica de qué va el examen, que debo recostarme, quedarme tranquilo, y él me colocará el huevo plástico interestelar del cual colgaban unos plásticos para sellar mejor el asunto, Porque lo importante es captar tu respiración en reposo para saber cuántas calorías gastas en ese estado.
Me sella entonces como mi madre sella un tupperware con el tubo con ese plástico delgado imposible de cortar o que te quede perfecto, porque se pega al mesón, a tus manos, un desastre, y después tienes que tratar de cortarlo con el anexo dentado que trae que finalmente consigue sacarte de quicios. Claro, sólo si no eres mi madre, que lo hace como si fuera parte del ADN del Hombre.
Me dice el tecnólogo, Vuelvo en 20 minutos, respira pero no te quedes dormido. Le hablo y mis palabras retumban, lanzo el chiste, Houston we have a problem, que de seguro se lo tiran siempre. Se va.
Sin nada más que mirar el techo, respiro. Y respiro. Y sigo respirando. Se me ocurre sacarme una foto. Luego a seguir respirando. Miro la hora. Han pasado más de 20 minutos. Me baja el sueño, porque la maquinita filtrará el aire, pero no alcanza a extraer todo el CO2 y bostezo descaradamente, reflejo que seguro alteró el resultado. ¿Quién puede exhalar tanto CO2 en un solo respiro?
Reaparece el tecnólogo. Me quita el disfraz de viajero lunar. La maquinita imprime. Son los resultados. Le pregunto si me los puedo llevar de inmediato. No, dice, tiene que ir al otro edificio, sacar número, presentar la boleta y lo retira, pero yo lo llevo altiro.
Llego donde entregan los resultados. Saco número. Faltan 30 antes que yo. Con M nos miramos y es un acuerdo mutuo: nos vamos, el casquito fue suficiente encierro.
Le muestro a M la foto que me saqué durante el examen.
Ríe como nunca.
Ríe y me hace feliz.

med

lunes, octubre 29, 2007

Catbert: ¿el diablo gusta de ratones?

dilbert
dilbert

jueves, octubre 25, 2007

Dogbert o tener fe en si mismo.

dilbert.
dilbert.

In Memoriam.

TyR


El cura, que es pariente nuestro, pero que lamentablemente no es de nuestro agrado, se cayó por las escalinatas frente al altar. Rebotó en cada peldaño como pelota de goma. Se acercaron varios asistentes al funeral a levantarlo del suelo. Yo encogí los hombros, miré el ataúd y dije en voz alta: “Andrés no se podía ir sin hacer la última talla”. Los primos sentados alrededor mío estallaron en carcajadas. Una risa nerviosa, un último recuerdo de nuestro primo menor. Pensar que de alguna manera paranormal le hizo una certera zancadilla al cura que había realizado la misa meses antes para mi hermano mayor. Esa vez también nos opusimos que fuera él. Pero la familia lo valora, lo escucha, “¡Es cura, por Dios! ¡Más respeto!"

De todas formas, rebotó por los peldaños y Dios no andaba por el barrio.

TyR

miércoles, octubre 24, 2007

¡GRAN TEATRO GRAN!

martes, octubre 23, 2007

domingo, octubre 21, 2007

sábado, octubre 20, 2007

jueves, octubre 18, 2007

miércoles, octubre 17, 2007

martes, octubre 16, 2007

jueves, octubre 11, 2007

miércoles, octubre 03, 2007

He visto cosas que ustedes jamás imaginarían...

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Nada es lo que parece.


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Mi mujer es arqueóloga. No es dato nuevo en este blog. La anécdota es otra. Ella y su profesión tienen un pequeño laboratorio. Eso también está registrado por ahí, entre las 982 entradas del blog.

En resumen: mi casa, en su sector principal, a saber, entrada y living, además del corto pasillo a la cocina, está bloqueada por cajas que contienen material lítico fechado en siete mil años. Cinco mil antes de Cristo. Tiene que analizar el material. Yo me pregunto a qué jugaban cinco mil años atrás los niños. Descartado policía y ladrones.

Afuera, en plena entrada, descansan varias bolsas de plástico llenas de lo que imagino es más tierra y piedritas ancestrales.

Lo preocupante es lo que aparentan: bolsas llenas de cannabis.
Matrimonio joven, él escritor, ella científica... ¿Dónde estarán los papelillos?

No me preocupa la verdad.
Sólo espero que mi vecina del frente, la mujer de cera, la bruja de todo cuento de hadas, no llame a los carabineros como suele hacerlo día por medio ante la más mínima posibilidad de marcar el 133 que le sale gratis.

Ya me veo:
-Señor carabinero, no es hierba, son piedras que tienen siete mil años.
-Bueno, joven, demuéstrelo.
Miro a mi mujer. Ella se encoge de hombros.
-Pase, por favor, porque la explicación es larga, hay que empezar por el Big Bang...
-10-4 -el carabinero toma su radio-, aquí Soto entrando a la casa de los sospechosos para verificar que las bolsas no son marihuana, sino piedras de siete mil años.
Responden de la central.
-Soto, no sea palurdo, no pierda el tiempo, fue error del pelao Yañez contestarle a la señora esa, véngase a la comisaría ipso facto.
Soto nos mira.
-Yo la verdad es que quería saber del tema, pero en fin, buenas noches.

Y cierro la puerta.

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"Es tal el amor que siento por el mundo
que duele ver cada mañana como despierta"


Francis O'Ghandall



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martes, octubre 02, 2007

Lo sentimos, entradas agotadas.

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www.lobuenodellorar.cl
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Una de tus memorables.

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Defina perder el tiempo.

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¿Cuál será el promedio de vida? ¿70? ¿75? ¿80 con tanque de oxígeno y una clínica alrededor de la cama?
Y nacemos de cero. Cero más nueve meses. De nueve meses llegamos al mundo. Casi un año. Ese ya es un casi año entero perdido, con los ojitos apretados, las manitas apretadas, llorando, durmiendo. Nueve meses más otros cuantos más en el rol de bebé. Bebé igual a: ser humano diminuto que crece protegido por sus padres o afines.
Comienzan los primeros pasos. Los balbuceos que se entienden como palabras.
A los tres años ya servimos de algo. Caminamos y entendemos.
A los cuatro, pues de vivir en una granja, ya somos capaces de cargar una cubeta con agua.

Entonces ocurre el quiebre. El empujón al cadalso.

Nos meten al colegio. Y no es un estado pasajero.

NOS QUITAN CATORCE AÑOS DE NUESTRAS VIDAS ASISTIENDO A CLASES QUE SE SUPONE CONTIENEN LO ESENCIAL PARA DESARROLLARSE COMO SER HUMANO.

No me extraña que en las reuniones de aquellos que sobrevivimos ese castigo injustificado se termine hablando siempre de dibujos animados. Es simple: te despertabas, te vestías, ibas a clases, regresabas a casa, comías algo, una que otra tarea, y después pegarse como sanguijuela a la tele, el portal maravilloso al mundo.
El mundo que nos estábamos perdiendo por la rutina año tras año de asistir a clases que después nadie recuerda.

18 años. Plena juventud. Como para tomar un bolso y salir a explorar otras fronteras. ¡ALTO! ¡NI SE TE OCURRA! ¡TE FALTAN 6, 7, 8 AÑOS DE UNIVERSIDAD!

Entras a estudiar una carrera sin saber de qué trata, cómo se aplica al trabajo, ¿qué es el trabajo?, y te meten en la cabeza a los grandes pensadores, los misterios de la ciencia, el mecanismo del comercio, más un optativo que bien podría llamarse "El efecto mariposa, ¿es consciente la mariposa del efecto?".

25, 26 años. Te recibes. Agarras tu cartón, soportas el flash, estás listo para comenzar a trabajar. ¡NO! ¡PERO QUIÉN HA DICHO ESO! ¡SI QUIERES SER MEJOR QUE TUS COMPAÑEROS QUE AHORA SE HAN CONVERTIDO EN TU COMPETENCIA CANIBAL, TIENES QUE SACAR UN MAGISTER O UN DOCTORADO O AMBOS!

Ahí van 2, 3, 4 años. Ya tienes 30. Y nunca has salido del país. Sólo conoces las playas cercanas.

Te enamoras. Supongamos. Te casas. Fiesta. Whisky. Casa propia y a armar una rutina. Una que no entorpezca tu trabajo con tu vida de pareja. ¡JÁ! El trabajo se convierte en un remolino y en prioridad categórica, "el trabajo mantiene la familia, el trabajo da el dinero, el trabajo...".

40 años. Un hijo de 10 años. También en el colegio. Ya no viajaste. No con un niño. Te vuelves trabajólico, tu señora se adapta a tu ritmo, ella se inventa panoramas.

50 años. Tu hijo de 20 te dice que ha dejado embarazada a su polola. Lo retas, pero lo amas, y amas el nieto que viene.

60 años. Tu nieto tiene 10 años. Y adivina. Va al colegio. El doctor, mientras, examina unas radiografías, descubre una mancha cerca del corazón.

Cumpleaños número 62. Te duele el brazo izquierdo. El corazón. Un ataque. Te caes. Pero les dices a todos con la poca voz que te queda que por suerte contrataste el plan que ofrecía esa clínica de urgencia. La ambulancia tarda. La vista se nubla. Te habría gustado viajar a Bhutan. ¿Qué hiciste en cambio? Comprar un lugarcito en un hermoso cementerio.

El cementerio donde ahora te están velando.

Qué vida que tuviste, ¿no?

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Manusa.

D.

Hoy Ayer Mañana
y ríos sin desembocadura
lentos ríos
el ave que emigra ve pasar el hielo
la razón de que nada avance
pero el ave es muda
no habla lo que hablamos
y si hay sol
canta.

Y entonces
Hoy Ayer Mañana
enmudece.

Tanto conocimiento
tanta sombra amarga
la escopeta y su ángulo
el ave pierde el canto.

Enviados como asesinos
Hoy Ayer Mañana.

Asesinos.
Y los ríos escarlata.

P.

¿Quién se pone en tus zapatos?

z.

Terminó de comerse el plátano. O casi todo el plátano. Aún le faltaba botar esa como sea que se llame cosa negra al final (¿o principio?) de la banana y la cáscara. Lo pensó antes de corroborarlo: en la plaza no habían basureros. Sí juegos para niños, pasto bien cortado, carteles advirtiendo a quienes sacan a pasear sus mascotas -perros, siempre perros, nunca veremos un gorila, pensó, el gorila terminaría paseándote a ti- que el recoger en bolsas las defecaciones de los animalitos no corresponde al municipio, por tanto, son carteles que apelan al sentido común. Digamos, que te puedas sentar a la sombra sin preocuparte de ensuciar tus recién lavados pantalones con la mierda que un perro debe evacuar. La vida es así, reflexionó, tiene su parte natural pero asquerosa; aquel momento de intimidad en que se debe eliminar del sistema lo masticado, tragado y procesado. Y un pensamiento le hizo sonreír: le vino una sensación como eléctrica y ligera al pensar que en los pasillos de la Casa Blanca, una de tantas puertas debe ser el baño donde Bush entra cada día y, quién sabe, toma las decisiones más importantes respecto de la política interna y foránea de los Estados Unidos.
Alguien se sentó junto a él. No era extravagante ni llamativo, por lo que se ahorró la descripción mental del desconocido para guardarla en la memoria.
-Ponte en sus zapatos, ¿qué harías tú? -dijo mirando al frente, su rostro la verdad, porque sus ojos parecían perdidos en ese tenue mundo que existe sólo en el aire.
-En los zapatos de quién -replicó, algo incómodo ya con la cáscara de plátano y el olor que comienza a emanar si no te deshaces rápido de ella.
-En los zapatos de Bush; pobre tipo, con esa cara de elfo, ese porte de elfo, esa sonrisa lejana de inteligencia, ternos con tallas que nunca encajan con su cuerpo... Y tener que dirigir el país más poderoso del mundo. ¿Cómo te sentirías tú?
Dejó la cáscara a un lado para intervenir en la discusión con mayor comodidad.
-No entiendo cuando hablan de ponerse los zapatos de otro. Es como si de pronto los seis mil millones de seres humanos en el planeta calzaran lo mismo y los zapatos adquirieran poderes mágicos que nos permiten entrar al núcleo, al centro, colocarnos bajo las tormentas sinápticas y empatizar con el otro al punto de sentir lo que siente, de pensar lo que piensa, de temer lo que teme. Es una frase patética y deshonrosa, porque llama a extinguir los ideales propios, las batallas que uno enfrenta, a rendirse ante alguien que pide misericordia y llama a "que te pongas en sus zapatos". ¡Que se pongan en los míos! ¡Que Bush o cualquiera que requiera de mi comprensión se ponga primero en mis zapatos y damos una vuelta a la manzana cada uno con los zapatos del otro, comprendiendo al unísono qué es lo que tanto nos apremia que debemos llegar al extremo de compartir prendas de vestir! ¡COMO UNOS ZAPATOS!
El desconocido no se inmutó. Frunció la nariz y olfateó el aire.
-¿Ha comido banana?
-Sí.
-Mmm... -guardó silencio unos segundos-. Lástima que no hayan basureros cerca.

z.

lunes, octubre 01, 2007

Uno para todos...

dilbert.
dilbert.