Suena la sirena de un auto de carabineros. El auto pasa raudo según escucho por las ventanas. La sirena, no se apaga.
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Esos momentos solitarios en que pasas por una situación extraña, momentos que nadie vivió contigo, rarezas de la vida, ayudan a saber que el parámetro de lo normal es un poco alto para el verdadero mundo.
Tomé un taxi que tenía escrito en la puerta “TAXI SEGURO”. Curioso nombre, pensé, antes de subirme. Dentro, con el auto en marcha, descubro un grueso vidrio que me separa del chofer y que las puertas no tienen pestillo.
-Este taxi es seguro –dice el taxista-, el vidrio es antibalas, tengo un GPS que indica dónde estoy y las puertas las controlo yo desde adelante.
Seguro para quién, pensé. Era ciertamente una jaula.
-Es que ya me asaltaron una vez, así que tenemos una sociedad de taxis seguros, así no nos hacen nada y no pueden bajarse sin pagar.
El señor tenía que gritar para que lo escuchara a través de unos pequeños círculos-rendija. Yo gritaba para responder…
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A una semana para el matrimonio. Una.
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Echaba de menos escribir.
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