sábado, enero 30, 2010

el calor que enferma.

el calor me tiene enfermo, pero no una enfermedad de reposo y pastillas, el calor me tiene enfermo porque las ideas se derriten como manteca al horno, y la enfermedad provocada por el calor, por estos treinta y tantos grados que resultan ya una falta de respeto por parte de la Naturaleza, como si buscara adormecer la maquinaria que sostiene la imaginación, como si buscara oprimir el botón que desactiva mis voluntades, como si buscara que odie el sonido del ventilador por mucho que necesite al ventilador para enfrentar al calor que me tiene enfermo, el asunto es que despertar y abrir un ojo y mirar por el balcón y ver al fondo una muralla impenetrable de oscuros gases tóxicos y asesinos, aquello que llamamos smog y no le tememos, no al menos los individuos que salen a trotar respirando un aire que bien podría estar compuesto por copos, pero no de nieve, sino de metal raspado con cuidado, ellos parecen no enfermarse por el calor que cae como piedras de luz incandescentes cuando la Iglesia de la esquina anuncia el mediodía tocando la campana del Señor doce veces, entonces el día se convierte en una enorme fundición que se esconde entre el gris de los edificios que veo también por el balcón, ahogados ellos en la nube contaminada que ellos mismos provocan, pues bien, el calor me enferma y el hielo en el agua es un alivio que dura lo que dura cuando me tomo de un sólo trago lo que contiene el vaso, por lo que queda claro que estoy enfermo, enfermo por el calor, por este verano que no es amigo de nadie, no mío al menos, y me tiene los ojos resecos y las manos inmóviles y la lengua seca, sin lugar ni sombra que lo combata, y enfermo como estoy pierdo las ideas que se derriten como manteca al horno.