viernes, abril 20, 2007

Ésta si que es una película gringa B de acción y...

I. La muerte y el funeral


Abrió los ojos. Le dolían. El sol estaba encima de él. Un redondo, amarillo, caluroso foco que le estaba quemando la piel. Se ladeó, enterró el lado izquierdo del rostro en la arena y despacio, muy despacio, terminó de abrir los ojos para descubrir el inagotable paisaje del desierto. Se incorporó. Los músculos tiraban, le dolían, como si un ejército hubiese marchado encima suyo. Un agudo dolor le perforaba la cabeza. El sol. Ese maldito fuego. Vio que sus brazos estaban rojos y algo hinchados. Sus piernas igual. Se percató entonces que sólo llevaba puesto los calzoncillos. Maldita sea. En calzoncillos en medio de un puto desierto. Debajo de sus pies la arena era un incendio, una gigante parrilla, una estéril tierra incandescente. Le resultó gracioso por un momento no recordar un importante detalle: cómo había llegado ahí. No pudo divisar ninguna señal de civilización a lo lejos. El horizonte no existía. Sólo desierto. ¿Qué más podía esperar en esa situación que la muerte? Pensó que al menos merecía saber el por qué del abandono, pero la memoria era otro extenso desierto. No recordaba nada. Ni siquiera su nombre. Entrecerró los ojos y miró ya algo más calmado el espacio inconmensurable que le rodeaba como un círculo. Nada. Pasó la pastosa lengua por los rotos labios y se hizo una herida. La sangre espesa le recordaba el dulce sabor de alguna fruta. No podía pensar en cual. Al mover la pierna izquierda con bastante esfuerzo notó con el pie que la arena quemaba como el infierno.

-Imposible... salir de aquí... -dijo y apoyó el otro pie. El dolor le obligó a apretar con fuerza las mandíbulas.

Caminó despacio unos cuántos metros pensando que debía salvarse, que no podía morir en un miserable desierto, deliraba, debía salvarse, debía hacerlo. Nadie puede morir sin conocer su propio nombre, dijo en voz alta.

Las heridas en los pies impedían que avanzara. Subiendo la que él pensaba era la quinta duna tropezó y rodó por la arena. El aire era poco para sus pulmones. La garganta le ardía. La cabeza en cualquier instante estallaría repartiendo sus sesos. Se puso de rodillas.

-Me voy a morir... me voy a morir -decía a su sombra.

Se arrastró unos cinco metros. Luego cayó hundiendo la cara en la arena. No pensaba en moverse. Los ojos giraban rápido y sólo se detuvieron cuando perdió la conciencia.

***

Lo primero que vio fue el rojizo sol de la tarde. El viento refrescaba su recalcitrante rostro. El desierto parecía un apacible mar escarlata. Entonces el sonido de unas aspas lo devolvió a la realidad. Con esfuerzo giró la cabeza. Tres hombres vestidos de negro y con las caras cubiertas por pasamontañas (Fuerzas Especiales según el equipo que pudo ver) viajaban con él en lo que reconoció como un helicóptero militar de operaciones inmediatas. Lo habían salvado. ¿Quién o quiénes? Le importaba un carajo, en verdad. Ahora sólo quería cerrar los ojos y dormir.

-General, le presento a Gabriel Roldán -dijo respetuosamente un militar que parecía ser Mayor por las condecoraciones que Gabriel vio prendidas en el uniforme.

En una amplia sala de concreto estaban sentados el General, el mayor y Gabriel. La mesa alrededor de la cual estaban reunidos se iluminaba por una luz blanca que caía intensa sobre los tres. El general miró severo a Gabriel.

-¿Recuerda usted su rango, señor Roldán?

Gabriel, vendado en las manos y cara, movió negativamente la cabeza.

-¿Sabe quién lo abandonó en el desierto?

Tampoco pudo responder esa pregunta. No tenía memoria. Sólo una nube borrosa de imágenes sin sentido. Hace dos horas que había conocido su nombre en la enfermería, mientras el doctor examinaba las quemaduras, y pedían que hablara de cosas que no podía rescatar del fangoso olvido. Gabriel Roldán. Le sonaba más a seudónimo que a algo propio; el nombre le era ajeno. Desconocido.

-...entre los desiertos del Alto Tapur y Yeddah. Es una zona muerta. Ninguna facción armada revolucionaria entraría en ella para botar a un “sicario” –dijo malhumorado el General.

Sicario. Sicario. La palabra comenzaba a rebotarle en la mente. Vio dos ojos azules. Sicario, ¿eres tú?, hablaba la voz femenina de los ojos, Gabriel, ¿eres tú?, soy yo, aquí, siempre cerca para protegerte. Sicario.

-No creo que esté prestando atención, señor Roldán.

El General había encendido un puro y fumaba con deleite. El Mayor revisaba documentos en una carpeta roja.

-Recuerdo todo, señor. Sé que los adornos en su uniforme corresponden a un General. Sé que estamos en una sala de Compromiso, aislada de micrófonos láser y radares de onda. Reconozco el lugar. Lo que no sé, General es por qué sé todo esto.

El mayor escuchaba atento lo que Gabriel decía. Una densa voluta de humo escondía el rostro del General, que emergió con un rápido movimiento disipando la nube.

-Dinos, Gabriel. Dinos que algo recuerdas.

Gabriel suspiró aburrido. Un largo tiempo de su vida se veía mutilada por la amnesia, días perdidos, quién sabe dónde y para qué. ¿Acaso creía que él no era el más interesado en aclarar ese turbio momento en su historia?

-General, si trato de recordar será porque yo lo he deseado. No crea que lo haré para compartirlo con ustedes.

-Debe hacerlo, sicario Roldán. No sabe cuánto vale para usted (y en especial para usted) que nos cuente lo que vio en los territorios del enemigo. ¿No es cierto, Mayor?

El Mayor movió bruscamente la cabeza asintiendo.

-Sicario Roldán, usted debería saber mejor que nosotros lo importante que son las descripciones de las bases del Comandante Darín.

La palabra sicario seguía rasgando las telas que envolvían su memoria. Entre las sombras la figura de una mujer se fue construyendo. Se ahogaba. La mujer se hundía en las profundidades de un agitado mar.

-Una mujer se ahoga –dijo Gabriel en voz alta.

El General y el Mayor intercambiaron miradas de complicidad. De la carpeta roja el Mayor sacó una foto que puso en la mesa, frente a Gabriel. Ante sus ojos tenía el retrato de una hermosa mujer.

-Irina...

-¿La reconoce, señor Roldán?

-Ella se quedó en el mar... no logró escapar como los demás.

-¿Recuerda de quién o el lugar del que escapaban?

Los recuerdos de Gabriel fueron adquiriendo una claridad que permitía encadenar escenas coherentes. Sintió el frío metal de una celda que no paraba de moverse. Eran seis. Él, cuatro hombres más y una mujer. Iban equipados para un asalto. Ya recordaba. Debían rescatar a alguien.

-¿Rescatamos al objetivo?

-¡Ah! Está empezando a recordar.

-¿Rescatamos al objetivo? –la voz de Gabriel se oía impaciente.

El Mayor rodeó por detrás a Gabriel y puso una mano en su hombro.

-Señor Roldán. Usted era el objetivo.

Gabriel levantó la mirada y vio que el Mayor le sonreía complacido.

***

Secretary.

Pero si es la típica película gringa mula que...

1.

El despertador suena. Son exactamente las 8 de la mañana. El rumor de la ciudad retumba lejano. A través de una de las cortinas entreabiertas entra la luz de la mañana. Por la ventana distinguimos un edificio al frente.

Martín Álamo, sin abrir los ojos, estira una mano y apaga el aparato. Es la rutina de cada día. Lo vemos acostado en una cama matrimonial, al lado derecho. Se gira y deja caer su brazo izquierdo, esperando abrazar a alguien. Con la mano tantea la cama, vemos su anillo de casado. Abre los ojos. Observa la cama, después alrededor. Se queda quieto, en silencio.

-¿Sofía? ¿Amor?

Nadie responde. Martín se levanta. Recorre el departamento pieza por pieza. Comienza a angustiarse.

-¿Sofía?

El teléfono suena. Martín contesta. Una voz distorsionada electrónicamente le habla:

-Deje de buscar a su esposa, doctor Álamo. Nosotros la tenemos.

-¿Quién es usted? ¿Dónde está Sofía?

-Si quiere volver a ver a su esposa, consígame lo que quiero.

Martín está pálido.

-No sé a qué se refiere.

-Ya lo sabrá –le responde la voz y corta.

Martín baja el teléfono lentamente, con la mirada perdida…

2.

Martín de terno negro, sin corbata, manejando. Habla por el manos libres.

-Diego, me tienes que ayudar –dice Martín, amargado y ojeroso-. Contrata a ese investigador privado del que tanto hablas. Tengo que encontrarla. Se la llevaron, secuestraron a mi mujer y no me di cuenta, me la quitaron estando ella al lado… Esta gente… No sé quiénes son, pero son profesionales…

-Calma, Martín –responde Diego por los altavoces-. Seguro te van a pedir dinero.

-No. Dijeron que les tenía que conseguir algo.

-¿Conseguir algo?

-Sí –dice Martín en el momento que tiene que frenar bruscamente porque atravesada en la calle se encuentra una camioneta negra.

-¿Martín? –pregunta Diego, pero Martín queda mudo al ver que lo rodean cuatro individuos encapuchados sosteniendo M-16 que le apuntan. Uno de ellos le abre la puerta a Martín.

-¡Baja! –le ordena el mercenario. Martín levanta los brazos y obedece.

-¿Martín? ¿Estás ahí? –sigue preguntando Diego.

El encapuchado agarra a Martín de la solapa y lo acerca a él.

-Te vienes con nosotros –le dice a Martín mientras lo empuja hacia la camioneta…

3.

Martín despierta en una habitación de concreto iluminada sólo por neones. Al centro, una mesa y dos sillas. Martín se fija en una puerta de metal que se abre en ese instante. Un hombre mayor, muy bien vestido, entra y se sienta en una de las sillas. Con una son sonrisa invita a Martín a sentarse. La puerta de metal vuelve a cerrarse. Martín se sienta frente al hombre.

-Hola, Martín. Mi nombre es Julio Montes.

Martín no responde.

-Estoy aquí para facilitarte las cosas.

-¿Sí? Devuélvame a mi esposa. Luego hablamos.

Julio Montes se sonríe.

-Lamento lo de su esposa, pero necesitamos un seguro.

-¿Un seguro? –pregunta molesto Martín.

-Un seguro de que nos va a conseguir lo que queremos –responde el hombre, aún con la sonrisa en la cara. Martín comienza a ponerse furioso.

-Cómo sé que Sofía está bien.

Julio Montes sonríe, saca un celular y lo acerca a Martín. En la pantalla vemos a Sofía, amarrada, con un mercenario al lado. Julio Montes apaga el celular.

-¿Satisfecho? –pregunta a Martín.

-Sí. Muy satisfecho.

Antes de que Julio Montes pueda reaccionar, Martín le toma la cabeza y azota la frente de Montes contra la mesa, dejándolo inconciente inmediatamente. Martín se levanta, se acerca a Julio Montes y comienza a registrarlo. Encuentra el celular, un juego de llaves, una pistola y un cargador extra, además de una caja de fósforos de un bar.

Martín se guarda todo, examina la pistola, y se acerca a la puerta, pegando la espalda a la pared. Golpea tres veces. La puerta se abre, ocultando a Martín. El guardia entra desprevenido, ve a Julio Montes, va a reaccionar pero aparece Martín que lo noquea con la pistola. Martín le quita el arma, sale de la habitación y cierra por fuera. Corre por el pasillo con sólo una cosa en mente: encontrar a su esposa…

jueves, abril 19, 2007

Feliz Cumpleaños. Y estás aquí.

Tal como lo predije, ocurrió lo inevitable.
29 años.
He cumplido 29 años.
Ayer eran 28.
Hoy no.
Y la expresión "estar 29 años más joven" no suena como sonaba "estar 22 años más joven".
¿Ahora comienza la caminata montaña abajo?
¿O es hacia arriba?

Tú lo sabes, hermano.
Siempre lo supiste.

A tus 33 recién cumplidos.

¿La verdad o la mentira protocolar?
Hoy fue triste mi cumpleaños.
Vivir la espera de alguien que no vendrá.

Otro año.
Qué más da.

Habrá que ver.


The world is a fine place and worth the fighting for and I hate very much to leave it.
Ernest Hemingway

miércoles, abril 18, 2007

Ausente y feliz cumpleaños.

Mañana cumplo 29 años.
Por ahí escuché que aquél que posee algún talento relacionado con la creatividad, a partir de los 30 el talento se manifiesta y el autor logra plenitud en su obra.
Me falta un año.
Quién sabe, tal vez sea cierto.

Mañana cumplo 29 años.
Otro año de vida a vivir.
A vivir ahora con la ausencia de mi hermano.
Me pregunto:
¿Debo celebrar?

Por ahora no.
No puedo.

Pasa que no puedo dejar de pensar cómo hacerle yo un regalo:
entregarle mi año 29 y que estuviera mañana en la celebración.
O si le tocara turno al menos me llamaría.
Y sería escuchar su voz después de tanto tiempo.

Mañana cumplo 29 años.
Y un puesto en la mesa quedará vacío.
Y la conversación llevará por debajo, escondido, un silencio largo.

Triste he andado estos últimos días.
No necesita explicaciones.
Así como no puedo explicar el dolor que se siente, cerca de donde el alma nace.

Mañana cumplo 29 años.
Podrían ser 40.
O 65.

Llegarán nuevos años que me irán envejeciendo.
En ninguno de ellos estarás conmigo.

Son las 5:02.
Me da vueltas en la cabeza y me la incendia.
Mi cumpleaños.

El primero que lo pasaremos separados.

Sin recibir, como solía pasar, un libro de regalo de tu parte que yo ya tenía.
Pero no te decía nada.

Porque era tu regalo.

domingo, abril 08, 2007

Vectorized Scarlett by Livingdoll.

Seguiré hablando de ti.

Tuvo que desgarrar el mundo como quien desgaja una naranja madura para probar el sabor agridulce de la derrota.

Con sus manos, violento y desencantado, partió el mundo en dos buscando el eje del dolor, arriesgando a separarse de lo real.
De lo importante.

Caminante no hay camino...

El único camino es el amor.

sábado, abril 07, 2007

Don de encontrarte.

Difícil de entender, pero es cierto; nada se pierde, sólo se transforma. Y cómo iba a adivinar yo, siendo tan joven, tan ingenuo, que una mujer puede ser parte de las leyes físico-químicas, y convertirse en algo sutil, hermoso, deseable, cuando era (a la corta edad de quince años) una penosa carita de ojos caídos, cabello descuidado y una boca siempre en silencio. Esos labios que nada decían y nunca atrajeron la atención de un beso, esa boca que yo imaginaba insípida, esos pálidos labios de una boca que se abría sólo para decir “me llamo Consuelo”. Seis años sin verla, desde el colegio, donde nos reíamos de su soledad o simplemente la ignorábamos y mirábamos a las demás compañeras preocupadas (casi compulsivamente) por su aspecto, llegar pintadas, perfumadas, atentas a ser coquetas, preparándose para la interminable búsqueda del hombre perfecto que viera en ellas en el futuro no sólo la rigurosidad de su ingenería estética, sino también su milagroso y tierno mundo interno. Consuelo mantenía callado su cuerpo, oculto, reacio a formarse de una vez. Sin saberlo, mantuvo difusa su imagen y la primavera que curvó su figura, agrandó sus pechos, cortó su cabello, suavizó su piel y dio color (de pasión, de erotismo) a sus labios, llegó tarde; o mejor sea dicho, llegué tarde al despertar de la belleza, de Consuelo, y todavía no se convencen mis ojos de verla tan cambiada.

Estoy solo, tomando el enésimo vaso de ron, en un bullicioso bar al que vine a parar luego de discutir qué se yo qué cosa respecto de no sé qué problema con la Maca. El alcohol aturde y quizás tenga claro el motivo de la pelea, pero no vine a sentarme a tomar para recrear la escena amorosa conflictiva que acabo de vivir. Vine a encontrarme con Consuelo, la compañera perdida, y mirar sin descaro sus labios pintados, húmedos, conversando sonrientes con alguien que no conozco. Con el dedo índice retrato su boca en la mesa y tomo otro trago. Las mujeres son un imperio: crecen despacio, ampliando sus dominios dependiendo de la conveniencia; logran su apogeo, mirando al cielo, estirando sus delicadas manos al sol, equilibrándose en el cénit de su desarrollo, como flores de corta vida, de suaves pétalos, de profundas raíces que absorben la savia de la tierra y sus beneficios; después, decaen con sabiduría y, manteniendo el recuerdo de la gloriosa época de frescura, se casan, se convierten en madres, en abuelas, en apacibles rincones plétoros de memoria estriados por el tiempo. Consuelo estaba a unos cuantos metros, formando su imperio, buscando conquistar hombres que estuvieran dispuestos a convertirse en soldados para su causa. Y fue ahí cuando deslizó su mirada, un instante similar a un destello, para decirme al oído ¿ves como he exorcizado la fealdad que me cubría y ahora soy, incluso para tí, un objeto de deseo? Fumaba y bebía un trago dulce. Sus labios lejos estaban de ser insípidos. Debían saber a cigarro, a licor, a dulces años de espera.

Me topé con tres o cuatro amigos, los cuales despaché rápidamente alegando que me iba a encontrar con la Maca para discutir un asunto delicado, tú sabes, cómo no, bueno, suerte. Y se iban sin saber que estaba sosteniendo mi cabeza con la mano y jugando con la otra en la mesa no por tener un corazón roto, sino por el aletargamiento provocado por el exceso etílico y la asombrosa revelación que tenía ante mí. Pasaron veinte, treinta, casi una hora y yo la miraba. ¿De qué conversaba con aquel tipo? El desconocido era una interferencia dentro del cuadro que ella llenaba con sus gestos: las piernas cruzadas, de tanto en tanto arreglarse el oscuro cabello ondulado, sonreír y sus dientes alineados, blancos, y yo nunca había reparado en ellos, es que en el colegio era un fantasma, un ser humano entre otros. Dios mío, un vaso más y voy hacia ella, fingiendo nostalgia por nuestro pasado escolar, una o dos anécdotas divertidas y luego al grano, a la lucha por conseguir una invitación para despejar toda duda acerca de su renacimiento.

No tengo recuerdo alguno de haber conversado con ella. ¿Entonces de qué vamos a hablar? No puedo acercarme buscando una inmediata intimidad, como tampoco puedo quedarme parado sin decir nada. Tratemos de recordar. Le iba bien en todas las materias, no sobresaliente, pero estaba metida en el mismo saco que yo, los que ocupaban la media de notas. Leía con avidez, eso sí es un hecho. Los que leen mucho pasan por cabezotas o por solitarias almas sin nada que ofrecer más que fantasías. Supongo que le gustaba escribir, ya que andaba el día entero con un cuadernito de hojas blancas bajo el brazo, anotando poesías, ideas, dibujando. Fantaseaba y ahora debe poder decir mucho más de lo que yo podría decir. Cultivó su alma solitaria. Yo me quedé estancado, preocupado de compartir mi alma con los demás, y el resultado es un adulto sufriendo del síndrome de Peter Pan, por clausurar mis sentimientos para que otros no lograran detectar las grietas de mi persona y terminaran conociendo las formas de hacerme daño. Consuelo, es irresistible ver cómo esa fragilidad, ahora es un rostro hermoso de despiertos ojos y un cuerpo sinuoso, impredecible como el baile del humo de cigarro que exhalas en este instante. Consuelo. Hasta tu nombre tiene algo de redención.

¿Por qué siento esta atracción hacia ti, Consuelo? Culpemos, en primera instancia al ron. Sí, el ron es definitivamente culpable. En este estado (cercano a la ebriedad, manteniendo lucidez, claro) el ruido del lugar es intenso, plano, constante estruendo, eco de conversaciones, seguido de un sentimiento fuerte de aislamiento, de soledad, solo, muy solo me siento, y mi percepción se aferra a tu presencia, te magnifica, te convierte en el centro de mi universo; todo gira en torno a ti, porque todo lo eres. Y se me arranca lo poeta, lo sensiblero y romanticón, mirándote. Te amo, precisamente ahora creo que te amo, y que fuiste un amor dejado a la deriva, un nuevo mundo sin descubrir, un inmaculado paraíso escondido durante seis largos años. ¿Qué estarás pensando? Soy un conquistador que le dio la espalda a la historia y no dejó su huella, su marca, su signo, en tierras que denotaban prosperidad y riqueza. Qué digo, qué estoy diciendo. Otro vaso, por favor, antes de perder la valentía y la elocuencia.

Me levanto. Con esfuerzo disimulado (ya no soy ningún mocoso para andar dando señas de mi incapacidad) y termino el último vaso con lentitud, dejando a los hielos como testigos de que es realmente el último esta noche. Camino hacia la barra, chocando con la gente que se afana en impedirme llegar a tu lado, arreglando el cuello de mi camisa, pasando una mano por el pelo, tratando de enfocarme en la meta, tus labios y tú. Tres largos pasos y serán mis ojos buscando conectar con los tuyos, seguir con la comedia del casual encuentro, besar tu mejilla, aspirar tu aroma y conseguir que de tu boca brote una sonrisa.

-Hola. – No escuchas mi saludo. El rumor no te deja oírme.

-¡Hola, Consuelo!- Se me fue a los cielos el tono, pero por lo menos llamo tu atención. Me miras de arriba abajo, como si fuera un vagabundo o un loco. Yo sonrío, adolorido un poco por ahí por donde está el corazón, sin dejar de insistir.

-Soy Oscar, tu compañero de colegio. ¿No me recuerdas?- En tus pupilas tirita la memoria, luchando por recordarme. Un gesto parecido a una sonrisa asoma en tus labios, aunque podría significar incomodidad, denuesto, una infinidad de cosas. Tus labios tienen una personalidad propia.

-Sí, ahora me acuerdo. Ha pasado tanto tiempo.- Tu voz es clara, aguda, de ella yo no me acordaba.

-¿Qué cuentas, Consuelo?- En un acto deliberado de mala educación me interpongo entre Consuelo y su desconocido interlocutor.

-Nada nuevo. Te presento a Jorge, un amigo.- Me volteo, sobreactuando sorpresa, y le extiendo la mano. Que apretón le doy, señores, a ver si se va y me deja a solas con ella.

-Te invito un trago, Consuelo, para que hablemos de los tiempos escolares. ¿Te parece?- Algo apresurada la entrada, pero qué remedio queda. Esto se ha transformado en un juego donde la apuesta es muy alta: Consuelo.

-Otro día, tal vez, Oscar. Jorge y yo ya nos íbamos.- Los dioses saben mentir también. Es una ardua tarea asemejarse a los seres humanos. Siendo Consuelo una diosa, pues perdonada estaba.

-Vamos. ¿Tantos años sin vernos y me niegas un trago? Sólo estoy pidiendo que conversemos, Consuelo.- Deja de mirarme y mira con desesperación a Jorge. ¿Qué papel interpreta él en este romance? ¿Nuestro romance pospuesto desde lejanos tiempos?

-Hey, Oscar. Ya te ha dicho ella que nos íbamos.- ¿Nos? Y éste se sigue incluyendo. En toda gran empresa siempre hay riesgos y obstáculos. No me voy ha dejar intimidar por un macaco con nombre, más aún si se ve tan débil y se oye tan pusilánime.

-Mira, Jorgito, yo vine a saludar a Consuelo. Tú, si quieres, vuelves otra noche.- La lanza de la discordia directo a la estima del oponente. Consuelo, soy un hombre de guerra si eso se requiere para cruzar la tierra de nadie y caer en tus brazos. Lo siguiente, por supuesto, es revitalizar mis municiones con un beso. Y mis labios, sin aviso previo, presionan los tuyos, Consuelo, con fuerza. Siento el cigarro, el licor dulce, y tu aliento. Agridulce Consuelo.

Nadie pudo describir bien la escena. Ofuscado, y con justa razón, Jorge me tomó por los hombros, aparentemente, me puso a una distancia cómoda para sus puños y me dio tres o cuatro trompadas con empeño y coraje, tirándome al suelo. Yo, revuelta la cabeza por el ron y la ira del macaco ese, salí del bar por un pasillo formado por curiosos y me senté en la acera, entre dos autos. Un amigo que presenció los hechos me comentaba después que había oído decir a Consuelo “yo no le conozco, Jorge, ningún compañero mío se llamaba Oscar”. Yo también lo había escuchado. Me negaba. Tanto amor para darle y se desvaneció de mi vida, dejándome un beso a modo de presente. Yo no le conozco. No le conozco. Con esas palabras palpitando en mi adolorido rostro, recuerdo caminar hasta una cabina telefónica y haber llamado a la Maca para reconciliarme. En cuanto al bar, para mí ese local es un clausurado recuerdo de un amor que pudo ser, pero siempre estuvo errado.

Matías Cebé

Cuento sin amor.

No era la gran cosa. Sólo se mudaba a un nuevo departamento. No fue ella quien me pidió que le ayudara a cambiarse. Fue mi primo, que un día cualquiera, temprano, me visitó y dijo: vamos a ayudarle. Yo no la conocía. Soledad. Ese era su nombre y era todo lo que sabía respecto de esta amiga de mi primo que, en palabras suyas, era una de las mujeres más hermosas que revoloteaban por el mundo. Primero pensé en una mariposa pincelada de varios colores tenues y vivos que volaba en zigzags, arriba, abajo, volando... Pero las mujeres no tienen alas y las mariposas son unos tímidos insectos que nada tienen que ver con la especie humana. Así que me enfoqué en subir el pesado sillón a la camioneta, amarrarlo y esperar a conocerla. Sólo quedaba ese sillón blanco, suave, blando. Le sugerí a mi primo llevar el mueble a mi casa, porque en realidad era tiempo de tener un sillón tan confortable. Una negativa de su parte hizo que me retractara. Era una broma de todas formas. Ya en dirección al nuevo habitáculo de su amiga y al ritmo de Bob Marley and the Wailers, me fue contando un poco respecto de Soledad. Tímida, coqueta, risueña y liviana. ¿Liviana? Buena onda. Ah. No era de Santiago. Y era bonita. Lo repitió tres o cuatro veces. Me negaba en cierta forma a creer en sus palabras. Las descripciones ambiguas y poco específicas acerca de Soledad no permitían a mi imaginación formular un cuerpo, un rostro, una sonrisa; a él le gustaba, claro. Pero como dicen, ver para creer.

Estacionó mi primo la camioneta justo frente a la recepción del edificio de su helénica enamorada y fue a avisarle que habíamos llegado. Ella le preguntó con quién andaba. Con mi primo, dijo él. Y ése quién es, preguntó ella. Yo mientras desataba el mullido sillón sonreía, satisfecho de permanecer anónimo. Si realmente era “un amanecer luego del fin del mundo” (hermosa en palabras más apropiadas) prefería que se encontrara con el shock de conocer al primo vago y distraído de mi primo. Yo. Bajamos el sillón y nos dirigimos al ascensor. No cabía. Más mi primo insistente lo introdujo no supe cómo y me dejó atrapado al final del ascensor, junto al espejo. Él no logró hallar un espacio, así que partí solo al cuarto piso. Me miraba en el espejo, junto al níveo sillón y maldije el instante en que me ofrecí mecánicamente a transportar cosas de gente que no conocía ni tenía intenciones de conocer. Giré la cabeza hacia las puertas del ascensor al sentir que éstas se abrían. Y se abrieron. Ella estaba esperando su sillón. Yo la estaba esperando desde siempre. Eres el primo?, me preguntó curiosa. Yo soy Soledad, hola. La Soledad nunca tendrá cabello brillante como una luz almendra, frágil, suave; tampoco ojos claros, interminables, puros, dos finos mundos que nunca conocieron la oscuridad; un cuerpo cincelado por mi sorprendida mirada; era todo lo que mi primo había dicho y todo secreto que la perfección pueda ocultar. Te ayudo a bajarlo?, y su voz fue un canto, un enlace entre su presencia y mis sueños en torno a la mujer perfecta que intentaba cada noche crear a través de la poesía. Bueno, te ayudo o no? Sacamos el sillón. Lo arrastramos hasta la entrada de su departamento. Mi primo venía subiendo en ese instante las escaleras. Ella lo saludó efusivamente y entre los tres terminamos el trabajo. El sillón quedó en el Living, junto al ventanal cuya panorámica era bastante tediosa. Sólo edificios. Nos sentamos agotados sobre el sillón. Nos ofreció tomarnos un trago. Fue a la cocina y trajo consigo una botella de Pisco. Pero no hay Coca Cola. Grave dilema para los beodos jóvenes acostumbrados ya a esa combinación. Hay un localcito en la esquina, dijo Soledad. Es ir y volver. Mi primo se levantó y dijo que iba al baño. Segura manera de no tener que ir a comprar la dichosa bebida de fantasía. Soledad se acercó más a mí. Nervioso estaba; al lado de ella me sentía un demacrado y encorvado demonio, temeroso de cometer algún acto poco apropiado. No quería hacer el ridículo. Yo voy a comprar de una carrerita, dije airoso. Qué bien, gracias, y me besó una de las mejillas. Es que no te había saludado. Dios mío, y ese sillón tan cómodo. No le dije nada y salí. Bajé por el ascensor, que ahora parecía más amplio. Caminé sin rumbo primero, porque nunca pregunté dónde quedaba el localcito aquél. Finalmente lo hallé. Una Coca Cola, por favor. Comencé a pensar en que si esgrimía correctamente las palabras quizás ella notaría lo agradable que puedo ser debajo de esta piel que oculta mis verdaderas cualidades. Quizás demostraría interés y conversaríamos animadamente sobre cualquier cosa. Quizás ella diría que tenemos varías cosas en común, que somos como almas gemelas. Entonces tomaría con una caricia mi mano y me mostraría su nuevo hogar, pieza por pieza, hasta llegar a la suya. Ahí prendería la radio y se dejaría caer, agotada, sobre su cama de dos plazas. Lo de la mudanza es horrible. Yo, tranquilo, me sentaría a la orilla de la cama asintiendo. Soledad sonreiría y con un gesto me daría a entender que me tendiera a su lado. Y lo haría, lo más cerca que pudiera, para sentir el perfume invisible que la rodeaba. Ella, en ese momento, me pediría que la besara. Con precaución y anhelo dejaría a mi mano perderse por detrás de su cuello y después de sentir su dulce aliento, la besaría. Todavía me quedaba suficiente energía para intentar, por primera vez, dejarme llevar por la impulsiva irracionalidad de un delirio. Llegué ante la puerta del departamento. Primo, te agradezco la ayuda para traer el sillón hasta acá, te pido ahora que comprendas que Soledad y yo queramos acomodarnos en él un rato, nos vemos en mi casa, tu primo (por favor deja la Coca Cola junto a la puerta) Chao. Dejé caer la bebida, leí por última vez la nota pegada sobre el ojo de gato de la puerta, tomé el ascensor y caminé por calles que ya desconozco y que dejaron de tener importancia el día aquél que conocí finalmente a la soledad.

viernes, abril 06, 2007

Spiegel im Spiegel.

5:03.

No me siento orgulloso de la hora. Debería estar durmiendo, "higiene de sueño" le llaman. Un nombre espantoso para definir "descanso". Pero estoy viviendo de noche. Necesito el silencio de las escasas horas después del atardecer.

Cuando los otros retornan a casa.
Y la ciudad detiene la rueda del Molino.

Me canso de decir que sólo han pasado tres meses desde su muerte.
Que es en la noche que escucho a Pärt y enfrento a la vida.
A las interrogantes que dejó mi hermano sin respuesta.
Al silencio de madrugada que lo acogió a él en su final apresurado.

5:07.

Hace tres meses parte del mundo se vino abajo.
Treinta y tres años tenía.
Yo, su hermano, sigo en pie.

¿Seré la llave para entender el misterio?
¿Forjados como fuimos por la misma sangre?

5:11.

Perder a un hermano.
Recuéstese y cierre los ojos.
¿Ve esa pastilla?

Duerma.

Verá cómo se mejora.

5:17.

Han pasado sólo tres meses.
Tres.
¿Alguien en tres meses logra entender la muerte?
¿O soy yo el que está mal y siente que el mundo viene girando de cabeza?


jueves, abril 05, 2007

M&M.

Dónde estará
le pregunto a sus brazos
al cuerpo de mujer
la mujer que me ama:

en el viento
responde.

está en el viento.

y ya sé.
es el viento.
ella me lo ha susurrado.

mujer
sin ti y tus versos
mis labios habrían sido hojas en blanco.

y de nuestro amor anhelamos que vuelva.
pero no volverá.

la muerte viene
sólo una vez.

no aún por nosotros.

tú y yo somos
el futuro que sellamos
años atrás con el primer beso.

Alcanzamos a compartir este libro. Pero no recuerdo si me lo devolviste o tuve que recuperarlo.

miércoles, abril 04, 2007

Look at me.


grande Norton.

Firmado.Entregado.Archivado.

Declaro un 4 de Abril que:

  • he visto más de 3.000 películas por Bazuca.com, afirmación que podría ser cuestionada si se descubre que la videoteca de tal empresa no guarda tanto título.
  • el punto cero de mi nueva vida es la muerte de mi hermano mayor, mi único hermano, dolor con el cual me levanto, cruzo el día, y luego me acompaña en la noche, sigiloso, cobrando la forma de cualquier objeto que me lleve al recuerdo, a él, a nosotros como hermanos.
  • me falta un cuarto del corazón.
  • los restantes cuartos de ese músculo emocional se los entrego a quienes amo.
  • mis padres cruzaron la tiniebla más oscura y regresaron al perder a su hijo.
  • regresaron de la niebla y la desesperación para entregarme esperanza, apoyo y el amor inabarcable que sienten por mí.
  • la familia es la esencia de todo, el núcleo de todo, el santuario íntimo donde no existe pecado que no se perdone.
  • la sangre es la sangre, y entre quienes la comparten, el fiel amor no se cuestiona.
  • los padres son el pilar desde el cual me asomo al mundo.
  • uno nace de vientre materno y bajo la atenta espera del padre, pero desde que se nace, nunca se sabrá el destino de esa vida.
  • la vida no es una opción, se llega simplemente; luego será la vida la que nos presente (demasiadas) opciones.
  • la muerte de mi hermano me afectó, me afecta y me afectará, pero no me invalida, y por favor usted que lo entendió así, le pido imprima esta oración y la lea después con calma.
  • deseo tener familia.
  • quiero trascender.
  • la mujer con la que estoy casado es la verdadera -y única- madre de mis hijos por venir.
  • ya nada en este mundo me puede dañar: si la tristeza es un pozo, sé que llegamos al fondo con mis padres.
  • percibo que mi hermano mira el atardecer en algún lugar mágico, debajo de un frondoso árbol; alrededor suyo se encuentran las plantaciones más extensas y productivas, tal como era su deseo cuando veía caer el sol detrás del horizonte en estas tierras, la que llamamos "la de los vivos".
  • tengo ganas de escribir una novela, pero sé que no estoy listo.
  • mi mujer duerme perdida entre las sábanas, plácida, con su perfil delicado recortado contra la ventana.
  • tendré, no sé cuándo ni dónde, un perro.
  • el perro se llamará BUCH.

Buenas noches.

martes, abril 03, 2007

Célebres declaraciones.

Si Nike lo dice, a pesar de los niños que tiene trabajando por allá lejos a un dólar la jornada...

Gran Señor, fiel opositor a Dios.

El Túnel y la Luz al Final de la Semilla.


RETORNO.
CABALLERO CRUZADO DE HERRUMBROSA ARMADURA.

CERRADOS ESTUVIERON LOS GRUESOS PORTONES.
LA ENTRADA A LA VIDA RECIENTE.

REGRESO.
A CONTAR MIS HISTORIAS.
SIN GLORIA.
SIN ÉPICOS VERSOS.

SÓLO LA VIDA Y LO RECIENTE.

SU RECUERDO Y MIS MANOS.
MIS PALABRAS.

LO QUE SOY.

INVITADOS A LEERME.
¡ABRAN YA LAS COMPUERTAS!
¡BAJEN EL PUENTE LEVADIZO!

QUE ENTREN.
QUE VIVAN.

TODO ES -Y LO DICE EL TIEMPO-
RECIENTE.



lunes, marzo 12, 2007

Sin intenciones de agitar a Kerouac, pero este es el fin del road.

Última entrada


C repara en el fondo de pantalla, Se ve bonita, me dice, es fotogénica; Un director de cine me preguntó una vez qué actriz francesa era pero tuve que decirle que era mi esposa, respondí. Y continuamos trabajando.

Mi primo se acuerda del día en que fotografié la secuencia de M durmiendo, recuerda por qué tomé la foto tan comentada.

Porque es bonita, dice mi primo menor. Siempre ha sido bonita...

Es y será.
El amor tiende a la inmortalidad.


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EN FIN,
CAEN LAS CORTINAS.
SE ENCIENDEN LAS LUCES.
LA MÚSICA SE APAGA.

ES EL CIERRE DE LA CONTRATAPA.
EL PUNTO FINAL QUE LIBERA AL AUTOR DE SU CREACIÓN PARA QUE ÉSTA SE SIGA CREANDO.

GRACIAS A QUIENES SIGUIERON EL BLOG.
LEER REQUIERE PACIENCIA.
GRACIAS A QUIENES LO VISITABAN CASUALMENTE.
Y DISCULPAS A QUIEN HAYA INGRESADO RECIÉN PARA ENTERARSE QUE AQUÍ QUEDAN MIS PALABRAS, EN SU FINAL MÁS DIGNO, Y DISPUESTAS PARA SER VISITADAS DESDE HOY AL PASADO, AL DÍA EXACTO EN QUE DECIDÍ COMENZAR UN BLOG.

Y AHORA HE DECIDIDO, PARA BIEN, CERRARLO (AL MENOS UN BUEN TIEMPO).

SALUD, CHALLAS, Y BUENAS VIBRAS.

CORDIALMENTE,

El Autor que Huye.

sábado, marzo 10, 2007

No exija explicaciones, señor Cóndor sin alas.

Soñó que podía volar. Hacia arriba, hacia abajo, girar, caer en picada, estar a medio metro del suelo flotando y moviéndose a gran velocidad.
Había un tren en su sueño. El paisaje era campestre, rural, europeo. La máquina avanzaba por los gastados rieles y él se acercaba a la ventana a saludar a los pasmados viajeros.
Entre ellos, una mujer resaltaba.
La quedó mirando fijo, la gente se apartó para que los amantes pudieran reconocerse.
Fue entonces que llegó el túnel y, contrario a sus sueños, se estrelló contra unas piedras.
El tren no se detuvo.
La vida tampoco.

Easy Living.

Aquí me tienes, escuchando a Desmond.
"Puro Jazz" diría el viejo.
Y sí, le hablo en segunda persona, persona presente, persona real. Es mi hermano. Me acomoda más y es coherente con los desafíos que me dejó, el mayor de todos, a la Vida misma preguntándome cosas todo el tiempo: si estoy feliz, cuáles son mis metas, cuáles mis prioridades, ¿qué te llevó a la tristeza insoslayable?
Uno de tus amigos, un amigo psiquiatra, me atendió hoy en su consulta y me recetó unos pastillones que me hicieron dormir dos profundas horas.
Pero ahora estoy despierto escribiendo nuevamente algo sobre ti.
Como es tu amigo, un buen amigo, al parecer no sabía si verme por la cercanía entre el "caso" y "la persona que ambos queríamos mucho".
Fui. Me senté. Le largué todo. Casi lloro. Casi llora él también, me pareció.
Guardó unos segundos de silencio. Luego dijo mirándome fijo a los ojos:

-Matías... Estás profundamente afectado. Debemos intervenir.

Y bueno, si intervenir significa mutar el dolor en energía positiva, pues cuenten conmigo.
Pero dejen decirles que este dolor no es un dolor como una picada de abeja.
Deben creerme que duele más.

viernes, marzo 09, 2007

Sueños del hermano.

Lo siguiente es un sueño con los ojos abiertos, un pensamiento previo al acto de dormir, un diálogo de voz inventada, un momento improbable.

Lo contaré de todas formas. Necesito que sea escuchado.

"Estoy sentado en el banco de una plaza tranquila, soleada, verde, de niños y risas de niños. Es un instante íntimo, pacífico, relajante, el mundo se reduce a las fronteras de la calmada plaza en la que estoy sentado, solo, en un banco. Cierro los ojos.
Una sombra, percibo, se coloca delante del sol y dejo de sentir la tibia luz en la cara. Abro los ojos.
Es mi hermano. Me sorprendo, aunque no mucho, sé vendría a acompañarme.
Se sienta y nos quedamos mirando. El sonríe y me abraza con fuerza.
-¿Todo bien? -me pregunta.
-Todo bien -le respondo-. ¿Y la cosa por allá?
-Soy amigo de Julio César -me cuenta orgulloso y sonriendo.
-No esperaba menos -acoto- y con Hemingway van a cazar a las montañas.
-Claro, y todo lo que te puedas imaginar -me dice-, por algo le llaman Paraíso.
-Suena bien, ojalá pueda darme una vuelta por allá -comento.
Mi hermano mayor se pone serio.
-Pero a su tiempo, nada de comprar el ticket por adelantado -me ordena mirando a los ojos-, lo mío es más complejo, ya te voy a explicar, pero mi opción no tiene por qué ser tu opción o la de otros, ¿me entiendes?
-Ok, yo no estaba insinuando nada, no te pases rollos -le respondo sorprendido por su súbita preocupación-, mi vida la escribe otra tinta, no la que escribió la tuya.
-Tú tienes familia, propia y nuestra.
-Lo sé -le pregunto mirando a los niños.
-Todos lo sabemos -dice mientras me abraza por el hombro con fuerza y cariño-. Oye, ¿y mi cámara ya la rompiste?
Miro a mi hermano. Lo empujo, jugando. Se ríe.
-Es bueno verte de vez en cuando aquí, en mi jardín secreto de recuerdos, imaginación y nostalgia.
-Vamos -dice mi hermano mayor- si tan lejos no me he ido.

Guardamos silencio.
Ambos seguimos con la mirada a una niña que se balancea plena de alegría.
Y sonreímos."

miércoles, marzo 07, 2007

Courier New.

He escrito desde que aprendí a escribir. No antes, por un asunto lógico.
Bien.
No es sorpresa para nadie, porque quien logra aprender a graficar las palabras en un papel, pues demuestra que escribir es una de las tantas habilidades del cerebro humano dirigiendo la motricidad de nuestros "miembros".
Evolución.
Aprendizaje.
Necesidad.
Tinta, un teclado, arena de la playa.
Quien sabe, escribirá sin problemas.
La ortografía es tema aparte.
La gramática y la fonética de las palabras no siempre coinciden.
"No le temas a esos bándalos que trisaron el parabrizas de tu auto, lla se hirán derecho para la cársel".
Y así.

Otra cosa es escribir, poner el punto final, y tener ante uno alguna historia o poema.
De escribir pasamos a relatar.
El relato necesita de un estado propio de la creación, el vaivén anímico, y la absoluta concentración en la historia que se desarrolla en silencio en los estudios y sets de la mente.
Ejemplo claro, quedarse mirando la pared blanca que tienes frente como si en aquella superficie neutra y sin matices, se escondiera el Aleph de Borges.

Sólo quería decir que oficio de guionista.
Y que para llegar donde estoy, tardé más de siete años.

El sueño de que alguien valore el relato de lo que escribes.
Boleta incluida.

martes, marzo 06, 2007

Depardieu vs. Polanski: una mera formalidad.



1994.
Guión y Dirección:
Giuseppe Tornatore.

Gmail

estimado amigo de mi hermano. El mejor amigo, según decía...

Roberto Barriga T. Tue, Mar 6, 2007 at 4:19 PM
To: matias cornejo

Mí querido Matias:

Agradezco tus palabras y tu invitación, especialmente hoy día cuando la ausencia de Senén ha tomado una nueva textura y se vuelve especialmente dolorosa. Ya no es el dolor punzante e inconmensurable del día de su funeral, que por su misma intensidad y su forma definida, prometía ser pasajero. Ahora es algo distinto, un dolor sordo y profundo que lo envuelve todo, una perforación en el pecho que tiene la forma de él y tiene el sabor abyecto del vacío. Es que la partida de mi amigo es como la aparición repentina de una represa implacable que corta abruptamente el paso de un río. Ahora toda mi vida comienza a inundarse hacia atrás y cientos de recuerdos salen a flote (millares)…

Poco a poco me ha ido invadiendo un sentimiento de soledad, a ratos no encuentro a nadie que sepa acoger mis palabras y me invite a vibrar con las cosas más insospechadas. Como un ser proscrito, me siento de una raza extinta, condenado a ser reconocido como una rareza… Aunque a veces logre cautivar a algunos con una historia o con alguna observación distinta, son siempre oídos estériles incapaces de dar vida a tantas cosas que me resultan maravillosas, sobrecogedoras; esenciales…

Como me gustaría poder arrancarle un pedazo al pasado y volver a compartir alguna aventura con “cornejo”… aunque sea una cerveza en algún boliche…

En fin, me encantaría que nos pudiéramos juntar a hablar, así podría prescindir por un momento de las palabras escritas, que suelen ser vehículos pobres y obsoletos cuando los sentimientos son tan fuertes. Además, si nos juntamos tendría la oportunidad de contarte algunas cosas que no se escriben y que pueden ser alentadoras, y quién sabe, de repente podríamos rescatar alguna historia ya olvidada que este enredada en un pliegue del pasado… y por ahí, por ahí vamos deshilvanando ese nudo que se nos atora en la garganta…

Qué te parece si nos juntamos este jueves (en su defecto mañana) en la tarde?

Un abrazo,

Roberto

El futuro y el mar y S. Zissou.

lunes, marzo 05, 2007

Olvidadas por el tiempo.



"και εχομεν βεβαιοτερον τον προφητικον λογον

ω καλως ποιειτε προσεχοντες ως λυχνω φαινοντι
εν αυχμηρω τοπω εως ου ημερα διαυγαση και
φωσφορος ανατειλη εν ταις καρδιαις υμων"

domingo, marzo 04, 2007

24/7.

Insomnio. Qué remedio puede aplacar este insomnio, qué hipnótico de última generación, qué planta o raíz o tratamiento milenario. Este insomnio, una falta de sueño activada por un mecanismo automático en el cerebro y el corazón del mismo: el recuerdo es más real si estás despierto. El dolor con el que uno despierta y con el que te metes entre las sábanas para tratar de dormir. Es un dolor en círculo, un dolor que se muerde la cola, un dolor que está a la vuelta de la esquina porque cada cosa, cada detalle, un simple gesto, te traen al presente, hermano, y ese sorpresivo instante me atraviesa, me vuelvo un hombre frágil, demasiado frágil, y te apoderas de mis sentidos. Vuelves a vivir.
Cómo decirle a los que más quiero que estoy tratando de revertir el reloj: busco cada foto tuya, cualquier escrito perdido, tu música, ¿qué escuchabas? ¿qué leías? ¿qué pensabas del mundo? Cómo salir de mi silencio y advertirles que ha pasado poco tiempo, casi nada, pudo ser ayer, y por tanto sigo confundido tratando de equilibrar la tristeza con mis metas personales y familiares. Con el trabajo.
Miro a mis padres y si cruzo mirada con alguno de ellos percibo esa intimidad, el dolor cómplice que tenemos dentro, el saber que no es fácil reponerse de la verdad. Ya no sonarán nuestros teléfonos para escucharte a lo lejos.
Siento que voy cerrando el tercer libro de Tolkien, la trilogía "santa" que leímos más de una vez, y te vas subiendo al barco que zarpará hacia el paraíso.
No estás, hermano -incluso escribirlo me duele.
Sólo pido paciencia. Porque sé que el dolor incurable será mitigado por la vitalidad de la creación, del reencantamiento, del amor, de la búsqueda de significado.
De lo que realmente importa.
Pero no hoy ni mañana.
Paciencia es lo que pido.
Porque eres un puzzle que voy armando y las horas no me alcanzan. Me mantengo despierto ordenando las piezas. Pero un día no es suficiente. Tampoco pido paciencia eterna.

Sólo pido entiendan que largas noches pasarán, tristes o de alegría melancólica, antes de comprender que no te vas a difuminar como la niebla, que no se borrará tu rostro, el sonido de tu voz.

He de comprender en este trayecto que la historia pasada que vivimos juntos es la verdadera memoria y aunque persiga fantasmas de lo que pudiste ser o fuiste en secreto, nunca lograré cerrar el último capítulo.


A los que me aman.

Matías.

De noche las balas rezan.

La venganza le provocaba insomnio. Había optado por tapiar las ventanas para dejar fuera la luz del Sol; acolchar las murallas para evitar los ruidos innecesarios y molestos; tomar somníferos compulsivamente. Dormir lo mantendría alejado de sus pesadillas.

No resultó. Ninguna pastilla lograba adormecer el odio. La violencia en su sangre. Alguien tenía que morir. ¿Se puede descansar con eso en mente?

5:09 a.m. Se levantó del sofá. Seguía vestido, no había necesidad de cambiar de ponerse un ridículo pijama si se estaba toda la noche despierto. Todos los días eran un mismo día, un círculo, nunca se despertaba en la mañana, sólo la esperaba. Cinco meses habían pasado. Para él, un largo y único día.

En el armario mantenía oculta el arma, debajo de un montón de zapatos viejos, bajo una de las tablas. La buscó. La habitación, cerrada por entero a la luz del día, era oscura y silenciosa. Húmeda. Alcanzó el arma con la mano izquierda, la sopesó con la derecha, y al cargarla el sonido metálico del mecanismo se colgó del aire. Aún funcionaba.

La solución al insomnio era clara y precisa. Un tiro al corazón, medio a medio, desde tres metros y un poco menos. Después un tiro entre ambos ojos, en el punto más expuesto del cráneo.

Verificó su destreza con el arma apuntándola en la oscuridad. La sentía confiable en sus manos. El tacto para disparar nunca se olvida. Es como andar en bicicleta, según dicen.

Abrió una ventana. El aire de la ciudad entró curioso a la habitación. Se escuchaban los primeros autos de la mañana. No esperaba sentir nostalgia por la desgastada silueta de los viejos edificios.

Quitó otra tapia. El viento aprovechaba el pasadizo para crear al centro de la pieza un débil remolino. El hombre se sentó a la orilla de la cama. Miró su pálida cara en un espejo que estaba en el suelo, apoyado en la pared. Estaba muy delgado. Unas profundas ojeras caían de sus ojos. La cara la tenía cubierta por una hirsuta barba negra. Olía mal. Toda la ropa estaba amarilla, rígida, contagiada a la piel.

Levantó el arma. El otro hombre debe morir, pensaba el hombre, el otro hombre debe morir, es necesario, ¿qué te pasa?, fuiste una vida entera el más hábil de los sicarios, ¿y dudas ahora?, dudo, dudo completamente, y pienso en Andrea.

Una a una fue sacando las balas del arma. Las empuñó con fuerza y apretó la mano contra la frente. Los ojos estaban apretados, luchaba contra la humillación, contra la culpa, contra el deseo de matar.

Una a una lanzó las balas por la ventana. Las seis balas. Las siete letras de Andrea.

21 de Julio de 2002

sábado, marzo 03, 2007

Ocho años atrás, veamos cómo pensábamos.

Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Ciencias Sociales

Escuela de Psicología




Psicoanálisis I

Profesor: J. Coloma

Trabajo de Psicoanálisis

El Hombre de los Lobos

Matías Cornejo
Gonzalo Muñoz
Cristián Saavedra
Alejandro Sáez

Semestre, 1999.



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Introducción.

El trabajo que expondremos a continuación tiene su origen en los antecedentes arrojados por el análisis de un caso particular de neurosis grave, conocido por el nombre de El Hombre de los Lobos. Su historia clínica reveló que había sufrido de una fobia a los lobos a la edad de cuatro años, seguida por una neurosis obsesiva que duró hasta la edad de diez años. A partir de esta época, se mantuvo libre de sufrimientos. Empero a los dieciséis años contrajo la gonorrea, desarrollando la enfermedad que lo llevaría, luego de intentar con otros terapeutas(1), a la consulta de Sigmund Freud en el año 1910. Por tanto, “...este caso [...] debía concebirse como secuela de una neurosis obsesiva que se extinguió de manera espontánea, pero sanó deficientemente”(Freud, 1915).

Además de su excepcional complejidad, es una característica digna de mencionar que los datos aportados por el paciente, y que dieron lugar al diagnóstico de la histeria de angustia de la infancia, están sujetos a todas la limitaciones y distorsiones que representa la visión retrospectiva de la enfermedad y, por tanto, de su historia clínica. Pero, por otro lado, entrega una mayor riqueza de contenidos por cuanto el sujeto adulto está mejor capacitado para expresar en palabras y pensamientos las circunstancias de su enfermedad. En definitiva, si bien el análisis por observación directa de un niño tiene mayor valor probatorio (es más convincente), el análisis de un adulto seguirá siendo más instructivo. Gran parte del comentario de este caso se refiere al problema de saber si los traumas o fantasías primitivos databan de una época muy temprana de la vida o más bien eran fantasías posteriores proyectadas retrospectivamente.

Sobre la importancia de este caso en particular, dada su complejidad y singular potencialidad, Freud apunta: “Sólo se puede aprender algo nuevo de análisis que ofrecen particulares dificultades, cuya superación demanda mucho tiempo. Únicamente en estos casos se consigue descender hasta los estratos más profundos y primitivos del desarrollo anímico y recoger desde ahí las soluciones para los problemas de las conformaciones posteriores”(Freud, 1915).

Antes de entrar plenamente en los detalles y circunstancias especiales del caso, debemos decir que este análisis tuvo lugar en un momento en que Freud pone a prueba, de alguna forma, los conocimientos adquiridos durante años a través de la especulación y la experiencia. En este sentido, este texto se podría catalogar como una aplicación práctico-teórica de todas las herramientas de un Freud en el apogeo de su capacidad y representa, de cierto modo, un manual de terapia psicoanalítica.

En un principio, el tratamiento fue difícil e infructuoso. El paciente denotó una considerable resistencia, se oponía al acceso al inconsciente, al secreto de la neurosis. Freud intentó vencer este obstáculo poniéndo una fecha límite, de modo de presionar al paciente a revelar los contenidos ocultos: “Y bajo presión intransigente que aquél significaba [el propósito de respetar el plazo], cedió su resistencia, su fijación a la condición de enfermo, y el análisis brindó en un lapso incomparablemente breve todo el material que posibilitó la cancelación de sus síntomas” (Freud, 1915).

Los hechos que rodean esta historia clínica son fundamentales para entender el cuadro general. El paciente en cuestión era el menor de dos hermanos. Su hermana era dos años mayor que él y su relación con ella fue fundante en el desarrollo de la neurosis. Lo aventajaba en muchos aspectos. Era inteligente, sensual, abusiva. Constantemente sus padres remarcaban y valoraban sus virtudes, lo que despertaba la envidia del paciente. Solía maltratarlo sádicamente y, al mismo tiempo, tenía conductas de seducción hacia él que explicaba mediante analogía con la cuidadora del niño, su amada “ñaña”: “La hermana le agarró el miembro, jugó con éste y tras eso dijo a modo de explicación unas inconcebibles acerca de la “ñaña” (Freud, 1915). Su conducta, según Freud, podría atribuirse a una dementia praecox incipiente. Además, ambos padres padecían de algún tipo de enfermedad: su madre sufría de afecciones abdominales y su padre, entenderíase después, era maníaco-depresivo. Todos estos datos dan cuenta que nuestro paciente era dueño de una considerable herencia neuropática.

Como no le era posible volcar su pulsión sexual hacia su hermana, puesto que ella representaba un sujeto hostil, buscó su objeto de amor en la “ñaña” e intentó seducirla exhibiendo su onanismo frente a ella. Por supuesto, ella desautorizó aquella conducta y lo reprendió, diciendo que los niños que hacían eso se les producían “heridas”. Este discurso apuntaba a la concretización del complejo de castración, cuestión que vería confirmada cierta vez que vio a su hermana y a una amiga de aquella orinando. Ellas “no tenían pene”, habían sido castradas. Este desengaño tuvo como consecuencia directa un aflojamiento de su dependencia con su “ñaña”, lo que se tradujo luego en un verdadero encono hacia ella. Comenzó así a buscar en secreto un nuevo objeto de amor, que resultó ser su padre.

Por aquel entonces, su conducta sufrió un abrupto vuelco. Dejó de ser el niño apacible que había sido y se tornó un niño rebelde, violento y atormentador. Ese cambio tendría su origen en el deseo de satisfacción sexual masoquista que recibiría del padre. Sus ataques eran mayormente dirigidos hacia la figura paterna y buscaban el castigo por parte de éste, logrando así la satisfacción sexual por parte de su objeto de amor. “Así la incipiente vida sexual regida por la zona genital sucumbió a una inhibición externa y por el influjo de ésta fue arrojada hacia atrás, hasta una fase anterior de organización pregenital” (Freud, 1915), es decir, una regresión a la etapa sádico anal con sus respectivos caracteres sádico-anales (irritable, atormentador, etc.). Como su objeto principal de amor seguía siendo su “ñaña”, sus tormentos fueron dirigidos hacia ella. “Así se vengaba de ella por el rechazo sufrido [sofocación del onanismo] y al mismo tiempo satisfacía su concupiscencia sexual de la forma correspondiente a la fase regresiva” (Freud, 1915)

Todos estos elementos fueron el material de fantasía que pretendieron extinguir este recuerdo, que más tarde pareció chocante al viril sentimiento de sí del paciente. Es decir, en su fantasía él fue, o habría querido, ser agresivo. La verdad es que fue más bien pasivo, fue tocado y luego golpeado (meta pasiva).

De esta manera nos hemos acercado tangencialmente a la materia que nuestro trabajo pretende tratar en profundidad y que se refiere a la manera particular de resolver la situación edípica del paciente, que en este caso experimenta una tendencia homosexual. Lo principal, es revisar la óptica psicoanalítica al respecto.

Reflexión Creativa: La marginalidad como causa de la neurosis homosexual.

Este punto estará orientado a discutir el concepto de homosexualidad y su evolución en la teoría de Freud a partir del concepto de perversión. Este enfoque, apoyado en conocimientos personales, encontrará su resolución en una revisión de lo que se entiende por homosexualidad y cómo se trata el tema.

Ciertamente debemos aceptar la existencia de una conducta sexual alternativa a lo largo de la historia, orientada a satisfacer una necesidad que no parte del deseo de conservación de la especie, sino que provee una satisfacción que Freud anidó dentro del marco de las perversiones. Es decir, la homosexualidad es una perversión, puesto que hay una desviación de la meta sexual hacia un fin que no corresponde a la función de reproducción.

Aunque la homosexualidad se ha practicado (o vivido, en realidad) desde los albores de la historia y a todo nivel social, la sociedad ha procurado siempre , por un lado, sofocar estas tendencias homosexuales y por otro, ocultar su existencia. Bien cabe preguntarse por qué. Tal vez se subentiende a la homosexualidad como una conducta impropia del ser humano, por cuanto los animales no-humanos no están capacitados para comprender la existencia de un tipo de relación sexual más allá de lo que la conducta sexual instintiva les provee(2). Fácilmente podríamos de esta manera inferir que la homosexualidad tiene su origen en una determinada configuración psíquica cuya complejidad es sólo accesible al ser humano y al tipo de relaciones que se dan dentro de esta especie. Apreciado desde esta panorámica, no cabe más que adscribirse a la concepción freudiana, la cual es que la homosexualidad tiene un origen psíquico, es un acto psíquico de pleno derecho.

Una perversión como la homosexualidad aparece ante todo como una variante de la vida sexual, a saber, todos los individuos sin excepción, son capaces de elegir un objeto de afecto del mismo sexo, y que todos han efectuado esta elección en su inconsciente. De este modo, la homosexualidad sería, como cualquier neurosis, producto de una configuración psíquica aleatoria, pero no por eso sana; es a lo menos no deseable. Entonces a lo que apunta esta discusión es a recalcar que si bien Freud no condena la homosexualidad en sí, ya que cualquiera está sujeto a “padecer” esta enfermedad, la homosexualidad sigue siendo una enfermedad. ¿Será realmente una enfermedad o tendremos que aceptar que pueden existir una conducta sexual no conducente a la reproducción propia del ser humano y comprometernos, por tanto, a la existencia de una vida sexual alternativa y válida?

Evidencia biológica podría sofocar los planteamientos freudianos respecto de esta elección objetal, arguyendo evidencias que presentan a la homosexualidad como producto de una disposición hormonal especial, opuesta a los caracteres sexuales primarios, pero tendiente a experimentar satisfacción en un ser del mismo sexo. ¿Dónde está aquí la neurosis? Creemos que se origina por los siguientes factores: la población homosexual, cuya desviación de la elección de objeto es a causa de esta disposición hormonal, está expuesta a engendrar síntomas neuróticos debido al choque conflictivo con la sociedad que los percibe pero margina y que además reprime estas pulsiones sexuales no menos lícitas que las de cualquier persona.

Hemos visto ya que homosexualidad y perversión son dos conceptos íntimamente relacionados. Puesto que el primero no es un concepto central en la teoría freudiana, buscaremos la evolución del concepto de perversión para dar solución a lo que se entiende por homosexualidad desde el psicoanálisis. Con ese basamento discutiremos su impacto en la conceptualización de la homosexualidad como manifestación en la cultura.

Debemos puntualizar primero que toda comprensión clínica del proceso perverso encuentra obstáculo en criterios morales y sociales que bien pudieron afectar en su tiempo las investigaciones del propio Freud. Pero debemos también decir en su favor que, en general, su teoría cuestionó dura y agresivamente el concepto de normalidad de su época; con Freud la perversión se inscribe en la norma misma.

Una primera concepción de perversión se relaciona con la noción de pulsión. La perversión podía ser una desviación relativa al objeto de la pulsión sexual o una desviación respecto de su meta. Establece una relación directa entre neurosis y perversión por cuanto los síntomas mórbidos representan una conversión de las pulsiones sexuales que cuando no encuentran expresión se convierten en neurosis. La sexualidad infantil es necesariamente perversa, puesto que impone objetos y metas que no son el objeto y la meta sexuales “normales”. De persistir estas pulsiones parciales en el adulto, serían consideradas tendencias perversas.

Se agregaría luego como complemento un acento en la plasricidad de los modos de satisfacción pulsional (variable en función de la historia del sujeto). Habrían cuatro tipos de destinos pulsionales: represión, sublimación, transformación en lo contrario y vuelta sobre la propia persona. En las perversiones operan , por una parte, la transformación en lo contrario (que denota un retorno de la actividad hasta la pasividad) y, por otro lado, una inversión del contenido del proceso pulsional (como la transformación del amor al odio). En esta etapa de las elaboraciones freudianas, las perversiones son sólo especificadas en cuanto aparecen como “contrapartida de la neurosis”.

Ambos momentos de la evolución del concepto de perversión sólo confirman las aseveraciones que hicimos en un principio, las cuales dicen que Freud entiende la homosexualidad, siendo ésta una perversión, como una desviación de la normalidad. Se subentiende que sería deseable que estas personas se “curaran” de alguna forma, por difícil que parezca.

No queremos contrariar de plano esta afirmación, pero creemos que puede estar limitada, en cuanto considera sólo la actuación de agentes psíquicos y no toma en cuenta algún determinante biológico. La sexualidad, en primera instancia, se apuntala hacia acciones que nuestra propia naturaleza hace intencionales. Parece lógico entonces pensar que la homosexualidad puede ser abordada desde dos planos: uno psíquico y uno biológico. En el primer caso, la homosexualidad es sin duda el resultado de una neurosis, producida o aumentada por acontecimientos vitales derivados de la infancia y se debe encauzar, para una mejoría de esta “enfermedad”, la sexualidad hacia la meta que debió orientarse naturalmente. En el segundo caso, habría que decir que la persona en su homosexualidad se encuentra en el campo sexual que le corresponde (de acuerdo a su constitución orgánica) y la labor de la sociedad no debería ser reprimir, sino aceptar y permitir el desarrollo de un mundo ajeno a la “normalidad”, pero con derecho a expresión.

Demás está decir, que estamos conscientes de las limitaciones empíricas de nuestras afirmaciones, pero nuestro cuestionamiento no deja de ser válido por este hecho.

Respecto de las últimas ideas planteadas, nos gustaría dar cuenta de que circunscribir a la homosexualidad dentro del marco de las perversiones puede definir una conducta social marginatoria de este grupo, más que cualquier otro que sea víctima de una neurosis. Las perversiones están estrechamente relacionadas a conductas humanas reprochables y abominables. Obviamente, quienes integren el grupo homosexual marginado tenderán a exagerar sus diferencias con el mundo que los distancia como forma de rebelarse ante él. Están expuestos a incubar neurosis debido al aislamiento social y por la necesidad de actuar de modo distintivo y exacerbar su condición aparentemente “especial”. El mundo los divide y se divide ante ellos.





(1)En su ensayo “De la historia de una neurosis infantil” dedica un par de líneas ciertamente irónicas a este respecto: “...el enfermo pasó largo tiempo en sanatorios alemanes y fue clasificado en esa época por las autoridades competentes de maníaco-depresivo.

(2)No queremos decir que no existan conductas homosexuales entre animales. Éstas se pueden dar. Sólo queremos enfatizar que no es posible que las entiendan como tales y que más bien son conductas azarosas que buscan la satisfacción sexual, pero que no corresponden a una identificación con una nueva categoría de orientación sexual.

El lado oscuro.