1.
El despertador suena. Son exactamente las 8 de la mañana. El rumor de la ciudad retumba lejano. A través de una de las cortinas entreabiertas entra la luz de la mañana. Por la ventana distinguimos un edificio al frente.
Martín Álamo, sin abrir los ojos, estira una mano y apaga el aparato. Es la rutina de cada día. Lo vemos acostado en una cama matrimonial, al lado derecho. Se gira y deja caer su brazo izquierdo, esperando abrazar a alguien. Con la mano tantea la cama, vemos su anillo de casado. Abre los ojos. Observa la cama, después alrededor. Se queda quieto, en silencio.
-¿Sofía? ¿Amor?
Nadie responde. Martín se levanta. Recorre el departamento pieza por pieza. Comienza a angustiarse.
-¿Sofía?
El teléfono suena. Martín contesta. Una voz distorsionada electrónicamente le habla:
-Deje de buscar a su esposa, doctor Álamo. Nosotros la tenemos.
-¿Quién es usted? ¿Dónde está Sofía?
-Si quiere volver a ver a su esposa, consígame lo que quiero.
Martín está pálido.
-No sé a qué se refiere.
-Ya lo sabrá –le responde la voz y corta.
Martín baja el teléfono lentamente, con la mirada perdida…
2.
Martín de terno negro, sin corbata, manejando. Habla por el manos libres.
-Diego, me tienes que ayudar –dice Martín, amargado y ojeroso-. Contrata a ese investigador privado del que tanto hablas. Tengo que encontrarla. Se la llevaron, secuestraron a mi mujer y no me di cuenta, me la quitaron estando ella al lado… Esta gente… No sé quiénes son, pero son profesionales…
-Calma, Martín –responde Diego por los altavoces-. Seguro te van a pedir dinero.
-No. Dijeron que les tenía que conseguir algo.
-¿Conseguir algo?
-Sí –dice Martín en el momento que tiene que frenar bruscamente porque atravesada en la calle se encuentra una camioneta negra.
-¿Martín? –pregunta Diego, pero Martín queda mudo al ver que lo rodean cuatro individuos encapuchados sosteniendo M-16 que le apuntan. Uno de ellos le abre la puerta a Martín.
-¡Baja! –le ordena el mercenario. Martín levanta los brazos y obedece.
-¿Martín? ¿Estás ahí? –sigue preguntando Diego.
El encapuchado agarra a Martín de la solapa y lo acerca a él.
-Te vienes con nosotros –le dice a Martín mientras lo empuja hacia la camioneta…
Martín despierta en una habitación de concreto iluminada sólo por neones. Al centro, una mesa y dos sillas. Martín se fija en una puerta de metal que se abre en ese instante. Un hombre mayor, muy bien vestido, entra y se sienta en una de las sillas. Con una son sonrisa invita a Martín a sentarse. La puerta de metal vuelve a cerrarse. Martín se sienta frente al hombre.
-Hola, Martín. Mi nombre es Julio Montes.
Martín no responde.
-Estoy aquí para facilitarte las cosas.
-¿Sí? Devuélvame a mi esposa. Luego hablamos.
Julio Montes se sonríe.
-Lamento lo de su esposa, pero necesitamos un seguro.
-¿Un seguro? –pregunta molesto Martín.
-Un seguro de que nos va a conseguir lo que queremos –responde el hombre, aún con la sonrisa en la cara. Martín comienza a ponerse furioso.
-Cómo sé que Sofía está bien.
Julio Montes sonríe, saca un celular y lo acerca a Martín. En la pantalla vemos a Sofía, amarrada, con un mercenario al lado. Julio Montes apaga el celular.
-¿Satisfecho? –pregunta a Martín.
-Sí. Muy satisfecho.
Antes de que Julio Montes pueda reaccionar, Martín le toma la cabeza y azota la frente de Montes contra la mesa, dejándolo inconciente inmediatamente. Martín se levanta, se acerca a Julio Montes y comienza a registrarlo. Encuentra el celular, un juego de llaves, una pistola y un cargador extra, además de una caja de fósforos de un bar.
Martín se guarda todo, examina la pistola, y se acerca a la puerta, pegando la espalda a la pared. Golpea tres veces. La puerta se abre, ocultando a Martín. El guardia entra desprevenido, ve a Julio Montes, va a reaccionar pero aparece Martín que lo noquea con la pistola. Martín le quita el arma, sale de la habitación y cierra por fuera. Corre por el pasillo con sólo una cosa en mente: encontrar a su esposa…
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