martes, octubre 30, 2007

Calorimetría. Ni sé si se escribe así.

med


La imagen (sacada con celular, perdonemos la falta de nitidez y fomentemos la imaginación) que abre el siguiente post de la vida reciente no es una foto del Área 51 o un niño burbuja como lo fuera Travolta en su ocasión.
Tampoco es una versión hirsuta de E.T.
Aquél que tiene la cabeza atrapada en un casco transparente plástico del cual sale un tubo de aspiradora soy yo, tendido en una camilla, con la indicación de no moverme.
Pero me moví, logré sacar mi celular y jugando con mi mano como si tuviese 10 dedos, me autorretraté experimentando semejante examen sacado de película de Ed Wood.
Consiste en respirar en reposo con el globo aquel como casco de astronauta proveniente de alguna nación pobre pero empeñosa por atravesar la estratósfera, y según tu respiración logran un cálculo indirecto gracias a una máquina sacada de la película Juegos de Guerra. Esas máquinas que aún tienen la pantalla verde, los números gigantes e imprimen los resultados en papel continuo, ese que tiene las orillas perforadas y mete un ruido del infierno.
El tecnólogo me explica de qué va el examen, que debo recostarme, quedarme tranquilo, y él me colocará el huevo plástico interestelar del cual colgaban unos plásticos para sellar mejor el asunto, Porque lo importante es captar tu respiración en reposo para saber cuántas calorías gastas en ese estado.
Me sella entonces como mi madre sella un tupperware con el tubo con ese plástico delgado imposible de cortar o que te quede perfecto, porque se pega al mesón, a tus manos, un desastre, y después tienes que tratar de cortarlo con el anexo dentado que trae que finalmente consigue sacarte de quicios. Claro, sólo si no eres mi madre, que lo hace como si fuera parte del ADN del Hombre.
Me dice el tecnólogo, Vuelvo en 20 minutos, respira pero no te quedes dormido. Le hablo y mis palabras retumban, lanzo el chiste, Houston we have a problem, que de seguro se lo tiran siempre. Se va.
Sin nada más que mirar el techo, respiro. Y respiro. Y sigo respirando. Se me ocurre sacarme una foto. Luego a seguir respirando. Miro la hora. Han pasado más de 20 minutos. Me baja el sueño, porque la maquinita filtrará el aire, pero no alcanza a extraer todo el CO2 y bostezo descaradamente, reflejo que seguro alteró el resultado. ¿Quién puede exhalar tanto CO2 en un solo respiro?
Reaparece el tecnólogo. Me quita el disfraz de viajero lunar. La maquinita imprime. Son los resultados. Le pregunto si me los puedo llevar de inmediato. No, dice, tiene que ir al otro edificio, sacar número, presentar la boleta y lo retira, pero yo lo llevo altiro.
Llego donde entregan los resultados. Saco número. Faltan 30 antes que yo. Con M nos miramos y es un acuerdo mutuo: nos vamos, el casquito fue suficiente encierro.
Le muestro a M la foto que me saqué durante el examen.
Ríe como nunca.
Ríe y me hace feliz.

med

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