sábado, diciembre 01, 2007

Tu sombra.

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El muy cabrón no se cansaba de perseguirme. Todas las noches abría con cuidado la cortina y ahí estaba, estático, apoyado en un farol de luz fumando, tratando de aparentar que yo no notaba su presencia, constante como una infernal picazón por dentro del cuerpo que es imposible de alcanzar. Maldito. Me recostaba sobre la cama tratando de dormir, pero en cada sombra de la habitación surgía su depredadora mirada.

Finalmente opté por dejar encendidas las luces desde el atardecer hasta la nueva salida del sol en la mañana.

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