sábado, diciembre 01, 2007

Dios.



Gabriel contesta molesto el teléfono. Es un milagro, piensa, que aún podamos recibir llamadas. Dos días lleva la línea cortada. Pero el teléfono sigue sonando. La compañía sabe cómo meterte por el oído tu irresponsabilidad con los plazos o, más doloroso aún, cómo despertar de nuevo la angustia de la falta de empleo con un simple y monótono timbre. ¿Aló? Buenas tardes, llamamos de los Seguros da-igual-el-nombre para ofrecerle nuestro amplio plan de cobertura para aquellos esforzados trabajadores que han sufrido la pérdida de su fuente de ingreso, no, no le interesa, bueno, si cambia de opinión llámenos al número que-no-tengo-ánimos-de-anotar. Un seguro de desempleo. Si no hay trabajo, no hay dinero. Sin dinero, no se puede vivir. Y menos adquirir un seguro contra un evento que ocurrió ya hace dos semanas. Este mundo es un mundo de constantes contradicciones. Por qué le amarraban a la espalda el peso de su supuesta falta de “eficacia y determinación” en el trabajo como un intencionado karma que repetía una y otra vez en su mente las palabras INÚTIL, FRACASADO, DISPENSABLE, etc. Veinte años dedicado a una institución financiera y les fue muy simple expulsarlo de su oficina; ese microuniverso que contenía todo lo que él comprendía del engranaje comercial y donde aplicaba la sabiduría obtenida de una de las universidades con mayor prestigio del país. ¿De qué servían los votos de distinción en su título? Sonreía cuando su hijo menor alababa su inteligencia por haber alcanzado semejante honor. Ahora sentía vergüenza. No eres nada sin un título, no eres nada sin trabajo, no eres un hombre, un ser humano, eres un desempleado, un individuo al margen, un estorbo en la producción, una hormiga que ha perdido sus dos antenas y no puede seguir cargando los elementos que mantienen la colonia. Eres un insecto a disposición de la gran suela de la bendita división del trabajo, madre del progreso, cuna de las ciencias, padre severo con los Gabrieles del planeta que por alguna razón han dejado de funcionar correctamente y vagan entre las esferas laborales buscando una fisura para reintegrarse a la ruleta rusa que les da de comer, beber y que los entretiene, protege, educa, inspira, pero aquí estoy, solo, esperando que llegue mi mujer con los niños para decirle que llevo catorce días sin leer y releer documentos y que en este tiempo me he dado el espacio para interpretar la sociedad: hombres todos, hemos creado un hermoso paraíso de concreto y burocracia; sin embargo, lo que en algún momento fue el nacimiento de un hermoso bebé que procuraría cuidar de nosotros se ha convertido en un horrenda bestia incontrolable, que nos ha sometido a sus deseos y ha frustrado el deseo de crear el paraíso en la tierra. Dime, Gabriel, se pregunta a sí mismo, por qué siento que estoy flotando en el espacio, viendo girar al mundo, un mundo hermoso, plétoro de maravillas (y fantasías), y es todo tan distante: el rostro de la humanidad tiene los ojos cerrados y permite la automática pérdida de libertad dentro del orden establecido. Dime, Gabriel, ¿somos el mundo o el mundo tiene una oculta estrategia para dejar de depender de nuestros servicios en determinado momento de la historia? Sólo has perdido el trabajo. Da gracias a Dios que todavía respiras y que no debes desplazarte en silla de ruedas. El asunto es que los inválidos tienen más oportunidades que tú ahora.

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