jueves, marzo 16, 2006

La desazón del naufrago.

Que te alejen fuerzas de la naturaleza escapa a tu control.
Pero algunos alcanzan el desapego por propia voluntad,
como si la soledad fuera un simple resfrío que se cura con el tiempo.

Uno se entristece y decae:
construyes un hogar
que luego es una silueta en el horizonte,
sin camino claro para alcanzar la puerta.

Y es el abandono la estocada que me derriba:
no estar presente,
no hacer nada,
olvidar que existen límites inherentes al hombre
para vivir los escasos años que le han dado.

Pero algunos alcanzan el desapego por su propia voluntad,
como si la soledad fuera un simple resfrío que se cura con el tiempo.

Y un día no te sorprendas de llegar a casa
y quienes te rodean prefieran mirar por la ventana
a ver tu rostro curtido por el vaivén de las cosas
que nunca lograste -nunca quisiste- controlar.

Sólo falta que llueva
para bautizar mis pensamientos.

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