viernes, febrero 17, 2006

Anillo en el dedo.

Me llama P. No hablábamos hace mucho tiempo. Somos buenos amigos, desde el colegio, y compartimos ciertas similitudes (como conocer a nuestras respectivas esposas en el mismo lugar, tal como lo relaté alguna vez en alguno de los días de cierto mes que no recuerdo). Me cuenta que A. se casa pronto. Todos se están casando.

La cosa es que te dicen, "no te cases, ¿eres un gilipollas?, vas a perder tu libertad, vive con ella, pero no te cases, ¿para qué? ¿para tener que rendirle cuentas a una mujer a la que vas estar atado por razones civiles y divinas? ¡no lo hagas, es suicidio, disfruta la vida, pero disfrútala solo!".

Y aquí estoy. "Viudo de verano". La casa es un dédalo al que le sobra aire. Me recuesto en la cama y la mitad me sobra. O mejor dicho, me falta. Voy al living, nadie me llama, estoy solo en una casa que comparto con mi esposa, mi mujer, "la mujer que me quitaría mi libertad". Y ahora estoy libre. Tengo tanto tiempo que el tiempo que tengo se me va pensando en cómo evitar el silencio.

Y es que te casas y cuando te quedas solo te das cuenta por qué te casaste. Y echas de menos. Una sensación que aquellos que me dijeron tantas veces que no me casara nunca sentirán, porque tal vez nunca se darán cuenta que realmente están solos. O se darán cuenta, pero tarde: la mujer que amaban se casó con otro.

En fin.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es extraño k no existan post aki
bueno, aki kreo k va el primero, y no dice nada... alo mjeor por eso mismo no hay