sábado, diciembre 03, 2005

La naturaleza si fuera déspota.

Entrando a su casa fue que encontró al castor acostado en su cama, fumando un puro y leyendo la revista Caras.
-Disculpe...
El castor no pareció escucharle, leía intrigado un reportaje sobre la farándula.
-Disculpe, usted está en mi cama.
El castor, molesto, dejó la revista y exhaló una voluta de humo.
-¿Y por eso tiene que molestarme? -resopló el castor-. Tráigame un té con limón con dos de azúcar.

Hasta hoy, cuando llega, le sirve al castor el té, le lleva una revista y duerme en el sofá sin poder taparse con frazadas, claro. Es que el castor es friolento.

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