Entrando a su casa fue que encontró al castor acostado en su cama, fumando un puro y leyendo la revista Caras.
-Disculpe...
El castor no pareció escucharle, leía intrigado un reportaje sobre la farándula.
-Disculpe, usted está en mi cama.
El castor, molesto, dejó la revista y exhaló una voluta de humo.
-¿Y por eso tiene que molestarme? -resopló el castor-. Tráigame un té con limón con dos de azúcar.
Hasta hoy, cuando llega, le sirve al castor el té, le lleva una revista y duerme en el sofá sin poder taparse con frazadas, claro. Es que el castor es friolento.
sábado, diciembre 03, 2005
La naturaleza si fuera déspota.
tecleado por Mat. cerca de las 10:41 a.m.
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