jueves, mayo 26, 2005

Multi-tiendas: manicomio lleno de productos y tubos fluorescentes.

Dan ganas. Es cosa de estar más de 30 minutos en una multi-tienda, en un Mall, en un mega-mercado, para urdir en la cabeza algún atentado terrorista que borre de la faz de la tierra tanta burocracia, tanta publicidad con gente hermosa, tanta oferta inútil, tanta cosa que se supone debes tener y aunque puedas tenerla no tienes por qué tenerla. Si mañana ocurre un atentado, y mis temores de que la CIA –o cierta Organización del Orden Mundial Secreta- controla todo lo que intercambiamos por Internet, entonces me veré en Guantánamo y dejaré a una bella mujer, en el peor de los casos, viuda. (¿Viuda? Ni en broma, si Drácula pudo cruzar océanos de tiempo para recuperar el amor, pues yo también). Sería un atentado sin dogmas de un “ismo”, citando bruscamente a Savater. Nada más que frustración ante el dédalo civilizado en el que te mueves como ratoncito de laboratorio.
Resulta que voy a comprarme unos zapatos a una de estas hiper-tiendas. Examino unos zapatos que me agradan y le pregunto al vendedor si los tiene en mi número. “Me va a tener que esperar, eso sí, porque es mi hora de almuerzo”. Ok. Esa respuesta es bastante para querer apretar el RESTART del mundo. No me opongo que el trabajador haga uso de su hora de almuerzo. Incluso le deseo buen provecho. Lo que está ausente en el balance del correcto funcionar de la giga-tienda es el “me va a tener que esperar, eso sí, porque es mi hora de almuerzo”. ¿No que el cliente tiene siempre la razón? ¿Tengo que esperar la hora y media que tiene el hambriento vendedor para digerir lo que sea el menú del día le ofrezca?Falabella, señores, necesita mejores clases de capacitación si no desea que mi macabra y desagradable experiencia se multiplique entre los otros consumidores –quienes portamos el dinero, eh- y tenga que ir cerrando sus puertas como lo hicieron los campos de concentración alemanes cuando perdieron la guerra.
¿Dónde está el GRAN GERENTE detrás del VENDEDOR que esté atento a las quejas de LOS COMPRADORES para que el mundo sea un better y happier place?
El libre comercio, a veces, restringe la libertad a un punto crónicamente frustrante.
La competencia entre súper-tiendas al parecer sólo influye en el aspecto “gráfico”, “design”, y “rostros famosos cool” de cada una: el consumidor sólo es un ratón acondicionado que va en busca del queso.
Pero no. Lo que menos es el consumidor, es ser IDIOTA y PACIENTE.
Demando el retorno del slogan “El cliente siempre tiene la razón”. Si no, pues a aprender a confeccionar mi propia ropa y calzado. Y me guardo mi dinero.
Cambio y fuera.

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