sábado, febrero 05, 2005

Si pienso que me duele, entonces existo y sé que vivo.

Me duele la espalda. (Pero no según lo que ustedes entienden, jóvenes de Sobras). Ayer organizamos un pequeño asado familiar en nuestra casa. Nuestra casa, que ya tiene sofá y futón. Estoy pensando en comprar pasto por metro para acelerar el proceso.
Decía que me duele la espalda. Al centro, justo ahí. Parece que es un músculo. He dicho eso durante casi 6 meses. Mañana hora al traumatólogo como corresponde. Claro que mañana no puedo ya que es domingo. (He optado por no borrar lo que escribo).
El asado: entretenido, renuió gente que no veía hace mucho tiempo. Es agradable reencontrarse con el pasado. Te puedes reír de él sin culpas. "Ya pasó".
Supongo que la separación del cifón -si así se llama el receptáculo aquel- del tubo principal que baja desde el lavaplatos y la consiguiente inundación de la cocina intervino en mi actual dolor de espaldas.
Hubo también conflicto. Lavaba yo feliz los platos, cuando llegó mi novia y quería ella lavarlos porque a mí me "dolía la espalda". Me negué. El dolor de espaldas y los platos sucios no tienen conexión. Ella insistió. Defendí mi lugar ante los platos. Finalmente alcanzamos un acuerdo. Si tú estás feliz, yo estoy feliz: y feliz estaba lavando los platos.

Hoy desperté con resaca. Pero de sueño. Y con dolor de espaldas.
Tengo que llamar al "maestro" para investigar el verdadero complot detrás del cifón saboteado.

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