domingo, febrero 27, 2005

CARTA ABIERTA A LA SRTA. K.

No te conozco.
Sólo he visto cómo pasas sonriendo:
he estado presente en ese momento.
Una, dos, tres veces.

Ocurre que no merezco conocerte:
ahí va la Srta. K.
Saluda y te mira.
Eres alguien.
¿Quién?
Es cuando la Srta. K. se despide,
sonriendo,
no hay tiempo de conocerse.

¿Para qué?
¿Seré un personaje interesante?
¿Podrías entenderme?

La amistad es un tesoro guardado en un cofre
que no tiene cerrojo
tampoco llave.

La Srta. K. sonríe.

Es un barco en el horizonte:
distingues la figura,
quieta,
tranquila,
brumosa.

Lejos en el mar,
la Srta. K. como la marea,
va y viene.

Pero no hay puerto,
tampoco orilla.

Se aleja,
tesoro sin mapa.

Imposible conocerse.

Y la Srta. K. continúa sonriendo.

Atte.

Aquél que vive
y no existe.




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