sábado, enero 26, 2008

Y también Swift

Gloria notó algo inusual en su esposo. Éste llevaba puesto un overol azul y un cinturón de herramientas del cual colgaban un sopapo y otros artilugios difíciles de definir. Dos lupas gigantes frente a los ojos lo convertían en un búho aterrorizado.

-¿Se averió alguna cosa, Elmo?- preguntó Gloria con la esperanza de que su esposo no hubiese perdido la razón.

-¡Silencio, mujer! –los enormes ojos de Elmo recorrían la casa.

Tomó a Gloria de un brazo y la llevó al cuarto del aseo, que por fuera tenía un cartel que decía “Zona Segura”. Una vez dentro, Elmo trancó la puerta y colocó láminas de madera en la ranura inferior.

-Estamos rodeados –dijo Elmo derrotado. El horror en su cara se magnificaba por las lupas. Gloria se sentía incómoda. Elmo, definitivamente, estaba loco.

-Rodeados por quién. ¿Comunistas?

-¡Ja! Los comunistas son un chiste al lado de estos... seres.

Cuando Elmo esgrimió el sopapo frente a ella, decidió que era tiempo de salir de la “Zona Segura”. No creía estar segura junto a Elmo.

-¡Qué haces, mujer, vuelve aquí! ¡Si sales, puede que no pueda protegernos a los dos!

-Tomaré el riesgo –dijo aburrida-, además tengo hambre.

Gloria fue a la cocina. Aún escuchaba los gritos de guerra y destrucción de su majarate esposo. Primero comer. Luego llamar al Sanatorio.

En el freezer recordó que un delicioso quiché esperaba a ser horneado. Abrió la puerta superior del refrigerador. Una fría bruma escapó del compartimento. Ahí estaba el quiché. Pero no sólo el quiché. También había un iglú no más grande que una naranja. Dentro del iglú, mirando por un orificio, vio que una familia cocinaba un trozo de salmón. Padre, madre y tres niños. Gloria cerró el freezer. Desde la Zona Segura, Elmo gritaba ¡no abras el freezer! ¡No lo hagas!

Lo pensó dos veces. Gloria necesitaba saber. En contra de los consejos de Elmo, abrió nuevamente el freezer. Ahí, parado en fiera postura, un esquimal no más grande que una musaraña miraba a Gloria. En la mano cargaba una lanza.

-Hola... –dijo nerviosa- ¿Qué eres tú?

El esquimal le hacía señas para que se acercara. ¡No les hagas caso, Gloria! ¡No les hagas caso!

Sin aviso, la lanza fue a dar al ojo izquierdo de Gloria. La familia del iglú salió a festejar la buena puntería del padre dando gritos de alegría. El freezer, esta vez, se cerró solo.


El médico dijo:

“He de confesar que es el caso de muerte por objeto extraño en el ojo más raro que he visto... bueno, está el de la señora Mirna, que Dios sabe cómo, por descuido del padre, la hostia fue a dar a su ojo derecho y murió al instante.”

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