sábado, febrero 17, 2007

Children of Men: el silencio de los niños.


Año 2027. Digamos, en veinte años más. El hombre más joven del planeta, el último concebido por una mujer fértil, es apuñalado a la salida de un bar en Argentina por no querer dar un autógrafo. El culpable del asesinato es luego linchado por una turba. En el planeta reina la desesperación, la certeza del fin de la humanidad. Se vende legalmente una droga para quitarse la vida. Para qué vivir si en veinte años no ha nacido ningún ser humano. La Civilización ha llegado al punto final de la Historia. El presente es el futuro y el futuro es, simplemente, la angustiosa espera del Fin cuando el último individuo vivo deje de respirar y reine en la Tierra la desolación por las calles de las ciudades alguna vez saturadas.



La guerra ha consumido a las Naciones, las capitales yacen en ruinas, sólo permanece Gran Bretaña regida por un sistema totalitarista que tiene como política de control el prevalecer como sociedad separando a los ciudadanos británicos de los fugis, los refugiados que intentan vivir en el único país que aún no cae en el caos absoluto. Los inmigrantes son arrestados y llevados a campos de concentración. Pero si escuchamos a Hemingway, Un hombre puede ser destruido pero no derrotado. La oposición es un grupo terrorista conocido como Los Peces (¿quienes son los terroristas en verdad? ¿El Estado o el grupo subversivo?). Los Peces luchan por la igualdad de los inmigrantes en relación a los británicos y derrocar el agresivo régimen imperialista. Pero Los Peces tampoco son la respuesta al trágico destino de la Humanidad. Se habla, como "mito urbano", de The Human Project, una agrupación que busca resucitar el milagro otorgado a hombres y mujeres: procrear, concebir, dar a luz un niño, un nuevo Hombre que preserve la existencia, que luego será el responsable de permitir la trascendencia de nuestra especie.

La película desarrolla un mensaje claro: la inminente extinción del Hombre será causada por el propio Hombre y su imposibilidad de someter el orgullo -y la ciega búsqueda de supremacía ante El Otro- para una convivencia donde no se señale a nadie por su raza o creencias como "el enemigo". La Civilización está involucionando. Pierde minuto a minuto la capacidad de maravillarse con el mundo con inocencia e ingenuidad, tal como lo experimenta un niño. Va perdiendo la capacidad de jugar, de interpretar el juego no como una necesaria competencia que deba ser llevada al nivel de enfrentarse hostilmente. Con armas y muerte.

La falta de niños y su risa, de su percepción libre de prejuicios sobre el mundo, del inquieto deseo de explorar cada rincón de lo que se les va presentando, deja en el Hombre (aquél que se convence a sí mismo que ya nada queda de niño en él) un triste y oscuro vacío imposible de reemplazar.

Sólo un niño, en su fragilidad y asombro, es la respuesta para emerger de la pesadumbre que el hombre sufre día a día al conocer el fatal destino hacia el cual se ha arrojado como piedra que se hunde en los abismos del más profundo y oscuro de los mares.

¿Estaremos a tiempo de evitar que la vida imite al arte? ¿En particular de la hipótesis presentada por Children of Men?

A quién la Fe sea fundamental, que rece.
Porque no quiero pensar que tendré hijos sólo para que sean testigos del Juicio Final.


Alfonso Cuarón, el responsable de Children of Men, y varias secuencias notables.


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