-Señor, ha dejado su pasaporte...
-¿Cómo sabe que es mío?
-Pues porque tiene su foto...
-¿Quién le ha dado permiso de revisar mi pasaporte?
-Vi que se le caía del bolso, sólo quería estar seguro...
-¿Qué tiene mi bolso?
-Su bolso no tiene nada...
-¿Ha revisado mi bolso también que sabe que no tiene nada?
-No me refería a eso...
-¿Usted nunca se refiere a lo que realmente se quiere referir?
-Señor, por favor, cálmese...
-¿Que me calme? ¿Cómo sabe que he tenido un mal día?
-No lo sabía, lo lamento...
-¿Me encuentra patético acaso?
-Señor, tome su pasaporte y vaya tranquilo...
-¿Cree que el pasaporte le va a librar de mis sospechas?
-De qué sospechas me habla, señor...
-Mis sospechas de que usted es un hombre honrado y tolerante y yo un maniaco atribulado...
-Vamos, señor, que la vida no es tan terrible...
-¿ME DICE CÓMO VIVIR MI VIDA AHORA?
El hombre honrado y tolerante le tira al maniaco atribulado el pasaporte por la cabeza y se marcha. El maniaco se queda pensativo. Ve pasar a lo lejos un cervatillo en la nieve. Llora.
jueves, junio 22, 2006
Efecto Paranoia.
Historias Públicas.
Efrón Ghabalathi.
Ediciones SBF.
2006.
tecleado por Mat. cerca de las 10:24 a.m.
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1 comentario:
Buen dialógo, me parece haberlo escuchado antes, o nose... parecido.
Todos somos algo paranoicos ;)
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