domingo, febrero 26, 2006

Su turno, señor.

¿Qué pienso del mundo? Que se va a acabar, novedad que no es tal, porque al fin de cuentas todo se acaba. Lo único que no acaba es la certeza de que cada cosa acaba.
Se va muriendo, poco a poco, la fauna.
Van talando, sistemáticamente, los árboles.
Continentes enfermos esperan ayuda del extranjero. Y siguen esperando.
Pienso que a un desafortunado se le caerá un fósforo encendido al suelo, y antes de poder huir, estallará la planta nuclear que estaba a su cargo.
Me agota el juego de tirar la soga entre Occidente y Oriente, quién es más fuerte, quién amenaza derramar más sangre, cuál tiene el real poder de Dios.
"Para qué tanta historia" canta Mala Rodríguez, "al final todos queremos lo mismo". Vida.

¿Qué pienso del mundo? Que los reales habitantes del mismo, los que sufren los atentados, los que tienen que vivir el hambre, aquellos que sucumben ante el estrés del exitismo, desean fervientemente un cambio. Pero ninguno sabe a quién acudir. Y tampoco sabe cómo exponer su punto de vista y decir en voz alta: hey, paremos todo esto, ¿que tal un poquito de paz?

Pienso que el amor lo cura todo, pero las canciones y películas y ensayos y estándares de belleza tienen al amor oculto detrás de una gruesa cortina que resulta difícil de levantar para que participe del teatro del mundo en su plena pureza.

Pienso que todos mienten y que nos enseñan a mentir y que nadie tiene claro para qué se viene al mundo.

Creo en la fe, la esperanza y un mundo mejor.
Y eso que pienso que el mundo es una canica mal pulida que poco o nada brilla.

Tímbrese, archívese, déjese para la posteridad.
Hijos, esto era lo que su padre pensaba un día domingo 26 de Febrero.
¿Tanto he cambiado?

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