miércoles, octubre 05, 2005

The sound of dentists.

Vengo llegando del dentista. Pareciera que a nadie le importa sacarse la ropa frente a un traumatólogo, pero todos opinan que un dentista es una experiencia que viola los derechos orales. Suena horrible y la misma Coni, quien fuera la que me dijo que era una "violación oral" lo reconoció.

Gritan mi nombre. Mi turno de ser mutilado. "Clínica 1". Entro y reconozco al dentista que me extrajo la otra muela, la que me hizo sufrir los últimos días del viaje por Perú que hicimos con M. Él no me reconoce. Debemos pasar como conservas, me imagino, y él es sólo el abrelatas humano.

-Abre la boca por favor... ¡pero qué horror, esa muela del juicio salió en un lugar donde no existe espacio! ¿No te dolió? A mi me duele de verla. ¿Te duele?
-Dolió -le respondo, a ver si el timbre de mi voz le indica que lo único que quiero es salir de ahí LO ANTES POSIBLE.
-Es cosa de ver la radiografía, doctor -agrega la asistente-. Esa muela está pegada al hueso.
-Esto no va a ser fácil, campeón -me dice y guiña un ojo.
Joder, pienso, esto va a doler. Y más encima tienen ABBA sonando a todo volumen.

Se inicia la extracción. Había olvidado que ocupan tu propio pecho como bandeja para dejar los implementos y los algodones con sangre. A pesar de las 6 inyecciones con anestesia, duele. Sobretodo cuando hace sonar la maquinita y dice: esa muela no me deja otra opción, hijo, que aplicar esto. ¿Esto?

Empuja, tira, hace palanca, me reta porque le muerdo el dedo, discuten dentista y asistente que la muela es una "tonta porfiada".

Una hora después, ha terminado. El dentista se arranca, enojado tal vez de haberle hecho perder el tiempo con una "tonta porfiada". Antes, claro, me da las recetas y un papelito con instrucciones. Le pido a la asistente un papel y un lápiz. Anoto mi dirección. En un espejo veo mi cara, verde, estoy verde, parezco un zombie. Me lo confirma la secretaria, que evita mirarme a los ojos mientras me da la hora para el control.

Salgo a la calle y detengo un taxi. Le entrego el papel con mi dirección. "Ez qu m acaro ua muea". El taxista me hace gestos de OK con la mano y acelera. Va tan rápido que le falta sacar una baliza y simular ser ambulancia. El taxista no me habla. Vale decir, me habla, pero como si fuera Marcel Marceau, con señas.

Y con señas se despide mientras se aleja raudo del paciente que por suerte no se le murió en el auto.

5 comentarios:

Cristian dijo...

En las clínicas dentales tengo varias de las peores experiencias de mi vida. De solo escuchar el famoso taladro transpiro helado.

DconZ dijo...

Recuerdo haber salido del pabellon, sin 4 muelas del juicio, entrar a una pieza mínima que solo tenía un espejo... y ver mi cara deformada a tal punto que kiko era nada al lado mío. Lloré sin parar. Por eso, para mi, el dentista es una violación... oral.

Dari dijo...

AUCH! Es todo lo que puedo pensar y mientras lo leía recordé esa escena de Amelie, cuando muestran los rostros de las personas en el cine, todos llenos de expresiones de emoción que los hace paracer idiotas idiotizados frente al relato... Bueno, asi estaba yo, diciendo auch a cada instante a medida que el relato avanzaba...
¿Dolió?

lunática dijo...

Nunca me han sacado una muela, pero supongo que duele asi tanto como me imagino.
Lo lamento. (por si la extrañas) =P

Mat. dijo...

A todos, gracias...

Porque es el dolor el que une, no la esperanza, a los hombres. Es el dolor el que nos hace comunidad y seres sociales. Es el dolor el que unifica y pide paz. El dolor que todos evadimos pero es imposible de no sentir...

Y todavía me duele.