viernes, octubre 07, 2005

El Aullido de 1955.

"He visto a los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, hambrientos, histéricos, desnudos..."
Allen Ginsberg.
Yo no he visto a nadie.
A nadie con esa fuerza, con la intensidad del grito,
DE-EL-AULLIDO,
y no que no existas, célula nueva de Ginsberg,
eres un genio por las sombras,
por ahí vagas sin saberlo, pensando tal vez que ya todo está dicho,
todo se ha publicado o que los tiempos no son como eran antes,
más sensibles, más espontáneos, con sentido:
¿Eres uno?
¿Son dos?
¿Y si una generación entera guarda silencio, cuando es la generación del nuevo siglo?
Es la culpa, la envidia, los viejos dinosaurios,
son los derivados más puros del prozac,
el niño que escribe y es poeta
dopado en la esquina de su pieza,
mientras el doctor dice a los padres:
no se preocupen, en seis meses
nada de lo creativo quedará en él,
sé que es un alma torturada, pobre niño, pobre niño-poeta,
pobre poeta que no puede ser niño.
El niño crece,
se convence,
se toma sus pastillas y rompe el lápiz en dos.
¡Hemos perdido, nuevamente, el renacer de la mente!
Sé que andas por ahí, Nuevo Aullido.
Sin memoria, ausente, negando a tus manos transcribir lo que te quema,
te enciende,
te hace sentir vivo:
¿Y qué si tomas el lápiz?
¿Y qué si eres poeta?
Algo en tí,
Nuevo Aullido,
te dice que estallarás:
el despertar del niño y hombre del futuro.
Las Nuevas Letras.

No hay comentarios.: