jueves, septiembre 08, 2005

Pablo y Chico: una ficción de nuestra vida real. Un documental falso con toques de cierto. En fin, lean. (escrito el 2003)

"plagiario es aquel que no ha digerido bien la sustancia de los demás: devuelve los trozos reconocibles" (Valéry)



No era difícil identificar el problema con las chicas. Éramos tres desadaptados, cada uno con su rareza en particular: Chico y su actitud misógena; Pablo y sus ensueños románticos de poeta extinto; yo y mi silencio.
La fiesta estaba en el momento álgido. Susana, compañera nuestra en el colegio, celebraba sus quince años. Algunos andaban borrachos, jactándose de que tomaban tequila o whisky. Pablo tenía en su mano un vaso de Coca-Cola. Yo tomaba una cerveza. Chico se negaba a ingerir alcohol. Es algo estúpido perder la conciencia y el control de la mente por un agente ajeno a tu organismo, decía malhumorado Chico por encima del estridente hip-hop de House of Pain, es mejor meditar y saturar las neuronas a través de la hiperventilación. Con Pablo nos reíamos a carcajadas. El mundo nos miraba como lo que éramos: tres extraños con mundo propio.
-Ahí viene Natalia –dije a Pablo.
-Pues anda y háblale –me motivó con una sonrisa irónica.
-No seas patético –intervino Chico -, nunca te va a pescar, acéptalo, no tienes estilo.
Cuando Chico se ponía extremadamente opaco en sus comentarios daban ganas de estrangularlo. Lograba hacerte sentir culpable, sobre todo si ya tenías decidido hacer alguna movida.
-No seas un amargado, Chico, que no te gusten las mujeres no significa que a nadie le pueden gustar –dije bromeando con sequedad.
-Tómate una Coca –dijo Pablo. Pero sabíamos que Chico no tomaba Coca-Cola: el brebaje aquél contenía cafeína y eso aceleraba a nuestro amigo tanto como si hubiese jalado. Reímos nuevamente. Los ojos de “los bacanes”, apodo que le habíamos puesto a nuestros compañeros cuicos y arribistas, se posaron nuevamente en nosotros, el trío de nerds. Pablo levantó su vaso y saludó a Iván, el bacán de los bacanes, que en ese momento repartía patadas en el aire al ritmo de Stereo MC´s. Iván le mostró los dientes y se tiró encima de Paula, la matea me-visto-a-la-moda, que soltó un agudo grito de sorpresa –cínico, por cierto- y se puso a bailar con el chimpancé que aprovechaba para correrle mano y tocarle las pequeñas tetas.
-El hombre es malo –comenté a Chico.
Chico frunció el ceño juntando por poco sus espesas cejas.
-No es malo –respondió sin mirarme-, sólo es ignorante.
Me gustaba proponer temas filosóficos existenciales de la nada, porque mis dos amigos seguían el juego y divagaban, aunque nunca llegábamos a la respuesta. Era un juego de niños que leían demasiado.
-No puede ignorar que es malo –contestó Pablo. Como siempre, una discusión entre Pablo y Chico se venía, claro que el primero lo hacía sólo para fastidiar al segundo. Entonces yo me mantenía al margen y observaba desde fuera el diálogo vacuo e intelectual que tanto detestaban los otros, ¿se creen mejores los huevones por hablar tanta huevada?
-No dije que ignorara la maldad, dije que es ignorante, lo que significa que no entiende, como tú –Chico arremetía contra Pablo.
-No sé –dijo Pablo-. Sólo sé que nada sé.
-Estúpido.
Pablo le dio unas palmadas en el hombro a Chico quien las rechazó sacudiendo con la mano el invisible polvo del sarcasmo.
-¿Y si le entrego la poesía? –dije mirando fijamente a Natalia.
-Si le entregas la poesía quedarás como fleto –agregó Chico-. Te digo que la poesía es de maricones sensibleros y a las minas le gustan los hombres, no un Lord Byron del siglo veinte.
-Y eso que la opinión viene de un hombre-hombre, Matías, hazle caso a Chico.
Sin aviso Chico lanzó un puñetazo al brazo de Pablo, pasando por encima mío, casi botando mi cerveza. Luego Chico volvió a su postura de gárgola que acecha maliciosa a los visitantes. Pablo tuvo que dejar el vaso sobre el parlante del equipo para carcajearse tranquilo. Natalia fumaba. Me dieron ganas de fumar también.
-¿Se pueden calmar el par de putas?
Pablo y Chico me miraron.
-Resulta que ahora te damos vergüenza, eh –dijo Pablo-. ¿Quieres ser bacán? ¿Quieres ser uno de ellos?
-Lo sabía. Un traidor en nuestras filas –dijo solemne Chico.
Ambos se apartaron de mi lado, ofendidos.
-¿Pero qué les pasa? –pregunté molesto por su actitud pendeja.
-Nada, qué nos va a pasar, ya sabía yo que la bacán de Natalia te iba a afectar el seso –dijo Pablo y tomó el vaso.
Agité la lata de cerveza. Nada. Vacía.
-Voy por otra.
-Y a mi qué. ¿Soy tu mamá acaso? –dijo un Chico resentido.
Me levanté. Para llegar a la cocina era necesario pasar cerca de Natalia. -Aprovecha y háblale –me aconsejó Pablo. O podía leer mis pensamientos o se me notaba en los ojos lo mucho que me gustaba Natalia.

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