El alumno busca al maestro, sin saber que el maestro no está meditando, sino cortándose las uñas, pero cómo iba a saber el alumno, ciertos eventos personales no se hacen públicos, aun entre maestro y alumno.
(alumno toca la puerta del despacho del maestro. El maestro, sorprendido, se corta más de la cuenta la uña del dedo meñique, guarda el corta-uñas y lo mete apresurado en un cajón).
-¡Qué!
(por fuera)
-¿Maestro?-Otra vez ese preguntón de... (inspira hondo), adelante.
(alumno entra).
-Maestro, tengo una pregunta.
-Cuándo no -susurra el maestro-. Dime, cuéntame qué te aflige hoy, mi querido alumno.
-Pues, verá... (alumno se acerca hasta el límite permitido por las reglas del Estudorio), he estado pensando...
-Mhmm... Un problema en tí...
-¿Qué? No le escuché, maestro.
-Nada, hijo, nada (se mira el dedo cercenado). ¿Cuál es tu pregunta?
-Es, cómo decirlo, es... No, nada, no se preocupe, no lo molestaré con preguntas banales.
(alumno se gira y avanza unos pasos hacia la puerta).
-Pero dónde vas, alumno, no te quedes con la gran duda.
(alumno mira a maestro a los ojos).
-Es la siguiente observación la que quería plantearle, porque es más que una duda.
(alumno comienza a explicar el motivo de su visita, comenzando con una débil introducción, para luego afianzar sus pensamientos y terminar rematando con dos conclusiones magistrales).
-Eso es, maestro. Esas eran mis preguntas. ¿Usted que piensa?
(al maestro le titilan los ojos, un brillo que podríamos reconocer como "emotivo").
-Necesito que me dejes solo por el día, querido alumno, debo reflexionar...
-Por supuesto. Y disculpe que lo agobie con mis ingenuas inquisiciones.
(alumno sale. Maestro abre la gaveta y vuelve a tomar en sus manos el corta-uñas. Queda mirando el aparato, en silencio. Al instante, se larga a llorar).
-¿Dónde perdí yo a MI maestro? ¿Dónde quedó MI lucidez? ¿Qué sabiduría puedo entregar a un alumno tan agudo y profundo?
(maestro se seca las lágrimas con la manga de su toga. Examina su uña mal cortada).
-¿Qué importa este pequeño dolor, qué importa... si no tengo respuesta para el dolor sabio, excelso, de un alumno que he dejado abandonado a la suerte de sus pensamientos?
(maestro mira por la ventana. Ve que el alumno camina por el pasto y que va mirando el cielo, por donde cruza una bandada de pájaros de oro).
-¿En qué momento perdí la noción de Bello y la cambié, como quien se cambia de ropajes, por la idea de tener uñas recortadas con precisión? En qué momento...
(maestro se levanta. Toma un libro de su biblioteca, sopla el polvo que cubre la tapa del grueso volumen. Lo abre).
-He de guiar, he de ser maestro... no dejaré que joven tan sagaz se pierda, no uno que puede cambiar al mundo...
Una vida en el Estudorio.
Mirnoff Alaken.
SBF Books.
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