martes, julio 12, 2005

Soñé que estaba en la mansión del actor ese, Val Kilmer, y el lugar era gigante, se ve que Hollywood sabe pagarle a su gente. Val tenía muchas piezas, algunas vacías, y cuando le pregunté para qué tanta habitación, me dijo, "dude (*compadre) a veces entro a una que pienso es la mía y me encuentro con que hay dos chicas que invité hace semanas, ya lo ves, Kubowski, muchas piezas significan muchas sorpresas". No sé que carajos quiso decir con eso, pero como era un sueño le seguí la corriente.
-Y para beber, Val.
-Lo que quieras, dude.
El bar de Kilmer era extenso como la biblioteca infinita de Borges, aunque la sabiduría estaba guardada en botellas de vodka y whisky 12 años, no en libros desgastados llenos de polvo. Como era un sueño, el vaso se llenaba con sólo mirarlo, tomé mucho whisky, con y sin hielo, y las miles de piezas se multiplicaron por cuatro, la gente por dos, y yo era uno solo, una esponja humana, un hombre destilado con más de 40º en el aliento.
Encontré a Val sentado junto a otros actores. Jugaban a la ruleta rusa. Le tocó el turno al calvo de Ed Harris y antes de apuntar la pistola a su sien, dijo: "Aquí va mi encuentro para conocer a Pollock". Los sesos de Harris mancharon la alfombra persa que Val había comprado durante el rodaje de The Spartan. Cuando fue mi turno de ponerme el cañón en la cabeza, desperté. Estaba de regreso en mi sucia habitación de hotel de cuarta. Pero vivo. Tal vez, antes de salir del sueño, debería haberme despedido de Val. Espero el tío me invite de nuevo a su mansión.

(C. Kubowski, "Piel de Ángel/Carne de Demonio", editorial Eterno Siglo, 1998)

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