viernes, marzo 18, 2005

El Ojo de Mordor... y un matrimonio en ciernes.

Ella me considera un paranoico. Argumenta mi estado mental diciendo que he visto demasiadas películas desde muy temprana edad del género el-mundo-se-va-acabar-lo-salvaremos-por-poco.

Pero hoy, justo hoy, sólo tuve que apuntar mi fuera de forma dedo índice para mostrarle en el cielo que al menos 15 aviones de reconocimiento, de esos que se ocupan en lugares tan inhóspitos y místicos como es la Antártica, sobrevolaban en silencio el asqueroso cielo de nuestra capital.

-Seguro que están sacando fotos o transportando milicia –le dije.

-Mmmm… -farfulló ella atenta al gangrenado tráfico de las 6.45 pm.

-Que te dicen mujer, algo pasa, será el cambio de clima, las cuentas nuevas del dictador religioso, o una bomba de hidrógeno colocada por terroristas sin que el ciudadano común y silvestre, como tú y yo, nos podamos enterar antes de…

-Ahora vamos al centro de eventos, luego hablamos de complots mundiales –ella tiene siempre las prioridades claras.

-Mujer, si nos vamos a casar tienes que creerme… ¿Me creerás cuando lleguen los Men in Black y te borren la memoria para que no recuerdes a este loco paranoico que tuvo finalmente razón? –rematé con un tono shakespeareano.

Me miró con sus almendrosos ojos entrecerrados.

-Ok… Cuéntame tu conspiración… -dijo como una madre que le da cinco minutos a su niño para que despliegue las historias de sus mundos imaginarios.

Me caso con ella, porque ella no le teme a las fantasías. Y se ríe. Y me gusta su perfil y su risa y que me siga el juego.

La paranoia que no tengo, es la del celoso. El corazón de ella es de confianza. Por ahora, depende todo de que no provoque un conflicto para perder su simpatía. Y siendo hombre… Sacrificio y verdad. El mundo es un complot contra los enamorados.

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