domingo, marzo 20, 2005

El Jardín Secreto de Ñuñork.

A cuadras de mi casa estilo Ley Pereira, en plena esquina donde convergen dos “importantes” calles, hay un jardín botánico. Un jardín secreto.

Los dos lados que se ven desde la vereda son altas murallas blancas. Es como si las plantas y flores se hubiesen construido una fortaleza para dejar la ciudad detrás. De hecho, el señor que atiende, tiene los modismos propios de un huaso, de un habitante fiel y orgulloso del campo. ¿Sabrá que cruzando la puerta hay una urbe alrededor? Lo mejor fue cuando mi novia le pagó un Asparragus y él dijo: son 1.000 dólares. Se refería a mil pesos. La talla la repitió luego con una señora igual de ladino.

*un Asparragus es como un arbusto chascón o un pino mal peinado*

La planta era para una tía. Fue regalada con el parte de matrimonio entre las ramas.

Y dos arañas, antes de entregarla, casi me pican, alegando quizás que las sacara del refugio del secreto jardín botánico de Ñuñork.

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