lunes, marzo 31, 2008

Las carga el Diablo.


La verdad, estoy preocupado.

Anoche caminé unas dos horas por la Plaza de Armas, pensando, tratando de entender ciertas cosas, algunos eventos que no tenía previstos. Marcaba largos diámetros de invisibles círculos a lo largo y ancho, sin dejar de mirar el suelo duro y muerto, antes habían árboles en el lugar, entonces.

En la novena vuelta me detuve para buscar un pañuelo desechable. A las 6:30 a.m. el frío se toma la ciudad. Me soné. Por la plaza empezaban a cruzarse sombrías figuras, mujeres y hombres tristes, ambos caminando hacia el trabajo. Tiré el pañuelo a un basurero. No entró, pero tampoco me moví para recogerla. Ver como amanece desde el centro de la urbe ayuda a sospechar si es sano el ambiente en que estamos metidos todos. A mí me bastó con ver esas caras de hombre y mujer, gestos de frío, de apuro, de preocupación, cansancio, cansancio, fatiga.

A las 7:22 a.m. tuve la revelación. Me detuve mirando hacia el Cerro Santa Lucía, al fondo la Cordillera, el sol asomando. Era muy simple la respuesta a la que estuviera dándole tantas vueltas. Lo tenía frente a mis ojos. Nunca fue en realidad un asunto tan complejo. Natalia se estaba acostando con mi hermano menor, todos los martes, en un motel a media cuadra de la Plaza de Armas. Mi hermano menor. Todo lo que tenía que hacer para relajar algo mis músculos era meterme en la cabeza que Alejo se estaba cogiendo a mi señora hace más de dos meses. Y después quién sabía.

Estuve caminando por la Plaza de Armas toda la noche pensando en todo lo que mi hermano podría ser capaz de hacerle a la señora de su propio hermano. A mí.

Ningún humano será tan humano: siempre habrá algo de serpiente.

9:17 a.m. Veo salir a Alejo en su Audi. 9:24 veo salir a Natalia. 10:15 llego a la casa, beso en la mejilla a Natalia que simula estar durmiendo y guardo con trémula mano el revólver en la caja de zapatos que siempre dejo en el mueble inferior del baño. Le podría haber disparado sin ningún problema, ahí, en la cama donde jugaba a la esposa sexualmente activa. No quise despertar a las gemelas. Esa es mi excusa.

-0-

Natalia llegó esta mañana con el desayuno y una repugnante sonrisa en la cara. Mi mujer es hermosa, si pudieran verla, tiene una belleza pura, nítida, simétrica como simétrico es un círculo. La miré, jugando a De Niro y Travis, esperando que dijera algo. Seguía sonriendo. Le hablé.

-Por qué no te disparé anoche.

-¿Qué?

-No importa.

-Dijiste disparar.

-No dije nada.

-¿Dispararle a qué?

-Mujer, no dije nada. Debe ser que te agarraste la paranoia viral que anda por el aire.

-No cambies el tema. ¿A qué le quieres disparar?

En aquél momento balbuceé unas cuantas palabras sin escuchar nada de lo que Natalia me decía. Me metí a la ducha. Agua fría para no cometer ninguna estupidez, pensé temblando bajo el agua.

La dejé frente al banco. Ella se bajó y al cruzar casi la atropellan. Lamenté que el auto no la aplastara. Pero no por ternura o angustia.

Abrí la guantera para asegurarme que estaba ahí. La cerré y puse llave. Ninguna de mis dos niñas iba a apretar el gatillo del revólver por accidente.

El gatillo estaba para otros planes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Schwaechen

Du hattest keine,
Ich nur eine,
ich liebe

B.B.