lunes, enero 29, 2007

Pensando en voz alta, evocando a mi hermano.


Elijah Wood en Everything is Illuminated.



Tenía una novela secreta. Varias veces le dije que fuera más comprometido con escribir, que no dejara de hacerlo, que tenía talento. Lo llamé incluso para que participara en concursos literarios. Yo estaba más seguro que mi hermano de sus altas probabilidades de conseguir alguna distinción, sino el primer lugar, en alguno de ellos. Empero, me respondía siempre lo mismo: no tengo tiempo. El "no tengo tiempo" era una excusa para evadir el juicio sobre su obra por parte de un jurado, esa fue mi sensación a cada "no tengo tiempo". Mi hermano aceptaba críticas, no era cerrado o intransigente, quizás un poco, da igual, lo que le molestaba era ser puesto a prueba. Punto. ¿Por qué habría de ser calificada su inteligencia? ¿Con qué derecho?

Me enviaba sus cuentos. Cuando vivíamos aún en casa con nuestros padres me dejaba leer sus escritos. Y yo los míos. Siento a veces que renunció al tema de escribir para enfocarse en desarrollar mi veta de escritor, parecido a cuando me daba clases a los seis años (yo casi de tres) y me explicaba lo que le habían enseñado en el colegio. Es más, ahora recuerdo que mi padre me dijo que nos habían enviado al colegio en Austria con la esperanza de que aprendiéramos el idioma y resultó que la profesora de mi hermano llamó a mi padre para decirle, Señor, su hijo aprendió a leer antes que todos sus compañeros austriacos. Volviendo a las primeras líneas: mi hermano se dedicó desde pequeño a llenarme la cabeza de maravillas, mitos, historias, anécdotas, imágenes, sentimientos y sensaciones... Relataba un mínimo acontecimiento como si hubiese sido el hundimiento del Titanic. Gesticulaba, con la boca reproducía sonidos, a saber, re-creaba el evento. Era maravilloso.

Mi hermano tenía una novela secreta. Compleja y extensa.
Algún día les hablaré de ella.
Antes debo desenterrarla. Leerla.

Viajar con mi hermano por su mundo.
Como un niño en la fábrica de Willy Wonka.

Esa película, la original de 1971 con Gene Wilder, estaba en su videoclub mental y lo hacía reír, esa risa contagiosa de él...

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