jueves, enero 11, 2007

La edad de aquél que fue sacrificado.

Sólo somos dos hermanos. Yo soy el menor. Hoy celebramos su cumpleaños en una pequeña comida familiar en el departamento de mis padres. La cena consistió, he de revelar, en un menú para cuatro de comida china, más un pato pekín que mi padre no se decidía nunca si incluirlo en el menú como extra o no. Tengo mucha paciencia, pero la salita de espera de un restaurante chino, siempre con un televisor prendido, el acuario con peces debatiéndose entre la vida y la muerte, y a veces música tradicional sonando en el ambiente, despierta en mí un inquieto y ansioso deseo de fuga . No tengo nada contra los chinos o China o Asia. Es sólo la sala de espera. La típica sala de espera. Es un rechazo irracional, lo sé. Simplemente no me agradan. Y eso que disfruto cada plato de la cocina china. En fin, dejemos los wantanes fuera, yo estaba hablando de mi hermano y su cumpleaños y el festejo. No lo veo mucho. Decidió irse a vivir a Pirque, a perderse entre caminos de tierra, criar muchos perros, tener una plantación de (no recuerdo, perdón hermano). Mi hermano es doctor y es casi un genio, casi, está muy cerca de serlo. Sólo le falta enfocarse. Creo que se lo he dicho. Volviendo al tema del cumpleaños, después de comer nos sentamos todos en el living a conversar. La polola de mi hermano andaba con su perro salchicha llamado "Borodin", el cual una vez dejado en el suelo recorrió con sus milimétricas patas cual laucha neurasténica los rincones del departamento.
Y entonces mi hermano contó lo que le había ocurrido hace unos días, cuando en short y chalas había decidido ir a comprar porotos verdes. En el camino se encontró con un camión detenido. Se bajó a mirar, algo le decía que algo no estaba bien. Entonces descubrió al conductor del camión sangrando, con un corte en la frente que dejaba ver los huesos del cráneo. Mi hermano doctor comenzó a ayudarle. No venía nadie. El accidente había ocurrido recién. Escuchó un grito. Mi hermano al rodear el camión vio que un furgón de gendarmería había atravesado la muralla de una casa y estaba detenida en mitad del patio. Se acercó a mirar. En el suelo yacía un gendarme. Mi hermano le tomó el pulso. El hombre estaba muerto. En el furgón estaban otros dos gendarmes gravemente heridos. Mi hermano los atendió. Llegaron una ambulancia y los bomberos. A los minutos, el chofer del furgón de gendarmería también muere.

Mi hermano regresó a casa tres horas después, manchado en sangre. Y sin los porotos verdes. Sólo convertido en héroe accidental.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay Matías! A lo mejor, si tú hermano se enfocara, quizá ya no sería tan genio.

.. sin los porotos verdes... y sintiendo una gran impotencia.. la vida.

P.D. La próxima vez, encargáis el menú chino a domicilio.. ó también podéis sugerir a la mamá que cocine algo rico y sencillo.. como cuando pequeños..