lunes, julio 10, 2006

Sobre 35.

Aún creo que se puede hacer cine. Por qué me preguntas eso. ¿Dices que soy yo el que ha desistido de la lucha? ¿Pero de qué lucha me hablas? La revolución de los 24 cuadros por segundo ya la vivieron otros, la guiaron otros, la ganaron quienes hicieron cine convencidos que proyectar un tren ante un atónito individuo/espectador que salió corriendo merecía ser estudiado; porque tal fenómeno, el de la imagen bidimensional traducida por el cerebro como otra dimensión, una tangible, una de un tren a punto de salirse de la pantalla, era el germen de un reencantamiento del mundo tan solemne, vívido, fantástico, increíble, novedoso, indescriptible, como el choque de los Mundos por allá cerca del siglo XV. ¡Claro que se puede hacer cine! ¡Claro que aún existen vueltas de tuerca entre las imágenes que pueblan el imaginario! Pero no me hables de revoluciones o de nuevo cine, no, no agotes la lengua y el pensamiento en buscar un dios entre el negativo... ¿O acaso estiras la cancha de fútbol o le pones tres alas a los aviones sólo para crear nuevos elementos a lo que ya existe y funciona? Dos grandes directores se han ido. Dos que hicieron cine, nada más, no un cine de revoluciones, un cine de intimidades, eso fue lo que hicieron, un cine que vive dentro nuestro, un cine que entendemos. Un cine de sorpresas, iluminado. No uno de filosofías al que quieres llamar nuevo cine. ¡A eso me refiero! ¡Déjate de pavadas, cómete el popcorn, y termina la película!

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