miércoles, mayo 03, 2006

Cómo percibir el combate desde las imágenes que te ha ido dejando el cine.

A los nuevos, a los que no tenían experiencia en combate, nos relegaban al final, más atrás de las trincheras. Así podíamos ver la guerra desde lejos, sanos y salvos, como si fuese una película. Faltaba sólo el popcorn. Pero no todo era tomar sol y limpiar el rifle. Cuando se suponía que estábamos listos -¿en qué minuto nos entrenaron?- nos enviaban a las trincheras, Un orgullo morir por la patria. Josué, que era tartamudo, hiló un par de palabras para decirme que de seguro no quedaba ningún soldado vivo en las trincheras y era por eso que nos enviaban. No quise creerlo. Pero por dentro yo sabía que Josué, en su agolpado hablar, hablaba la verdad.

La trinchera olía a algo indescriptible. Tienes que estar en una guerra para conocer el hedor que se forma cuando la tierra está húmeda, la pólvora flota suspendida en el aire y los cadáveres se amontonan en una esquina. Me di vuelta y topé la mirada con Josué. Él sólo sonrió y encogió los hombros.

Primera noche. No estaba asustado, tampoco me atacaba una ansia de valentía y coraje. En mi turno dediqué gran parte a mirar las estrellas y de paso recordar a Lisa, mi querida Lisa, mi única Lisa. Luego colocaba el ojo en la mira a la espera del asesino invisible.

Noche treinta.

Sigue lloviendo y el hedor a cadáver y trinchera se me ha pegado: cuando sudo, sudo muerte.

1 comentario:

M dijo...

nada que envidiarle a Celine!