domingo, abril 16, 2006

Todos necesitamos a alguien.

En el baño, frente al espejo, arregló el nudo de su corbata naranja. No sabía hacer el nudo, nunca quiso aprender. Odiaba las corbatas, en especial la corbata naranja que llevaba. Era la única que tenía. El nudo se lo había hecho su mujer que había crecido entre puros hermanos hombre y un padre inmaduro, una familia además sin madre. Ella lo había aprendido de su abuelo. Desde entonces hizo mil nudos de corbata: nudos para matrimonios, nudos para funerales, nudos para presentarse ante el juez, nudos para pedir trabajo. Ese era su nudo, el de la corbata naranja, que con sus inadecuadas manos para tal maniobra estaba deshaciendo lentamente. Pensó en quitársela, entrar a la entrevista descorbatado. Pero las reglas las hace el que manda y paga, la imagen de la empresa, el protocolo, ¿quién inventó la corbata?, ¿es el naranjo un color formal?, necesitaba el trabajo, tenía que olvidarse de la corbata y el nudo. Cerró los ojos buscando la manera de recordar la imagen de su mujer, las manos de su mujer, cómo pasaba la corbata por detrás del cuello y luego por delante colocaba la parte más ancha sobre la angosta, ¿o al revés?, abrió los ojos, no veía a su mujer hacer el nudo, veía las manos de ella, los ojos de ella, su sonrisa burlona, Es el colmo que no sepas ponerte una corbata. Tocaron a la puerta. Salgo de inmediato, dijo, y se miró por última vez al espejo.
Cómo deseaba las manos de su mujer en ese momento y sentir que el nudo de la corbata naranja que tanto odiaba era el menor de sus problemas, al menos, aquella tarde de entrevista.

1 comentario:

Unknown dijo...

me gusto la creacion esta... es agradable leer cosas que salen de adentro