jueves, marzo 09, 2006

Henri Cartier-Bresson. Portraits by.

















T. CAPOTE (1947)


Entonces Truman entra y sabe que lo están mirando porque es distinto, especial, en directo, gay que no oculta nada, sólo parte del rostro detrás de gruesos lentes.
Y como pocos seres humanos, se hace valer, porque es un deber ganarse el espacio que ocupas y el aire que compartes: Truman desbarata al prejuicioso que lo observa, le da a entender que uno es lo que aparenta y también lo que nadie ve, y lo que aparentas no siempre define lo que guardas dentro. No por ser gay, o ciclotímico creador, o el centro de la fiesta, escribirás únicamente de homosexuales y el mundo detrás del mundo que (algunos) viven.

Truman desayuna en Tiffany's. Hay una prostituta que quiere cambiar de vida. Truman le cumple el deseo.

A sangre fría, Truman le narra al lector desprevenido, que la paz a veces revienta a punta de escopeta.

Y Truman se cansa.
Muere de melancolía. De alcohol en la sangre.
La copa en la mano que cae al suelo.

El sonido irreparable del cristal que pierde su forma y se dispersa en mil pedazos.

Truman muere de tragedia, corazón de artista que se detiene a pensar en lo que ha desempolvado escribiendo: la naturaleza humana. Y el corazón no despierta. O no deja de pensar.

Truman gana el Oscar.
Alguien ya le contará.
Y se reíra complacido, pero sarcástico, de tan caprichoso premio.

No hay comentarios.: