lunes, diciembre 19, 2005

Bitácora del Naufrago.

En la azotea encendí un cigarrillo. Entonces pasó el tipo aquél, lleno de plumas de pavo pegadas al terno gris Armani.

-Hey, qué haces.
-Voy a volar.
-¿Pero qué tienes, ah? ¿Te golpeaste la cabeza? Con plumas de pavo por el cuerpo no vas a volar. ¿Quién te ha dicho eso?
-El pavo que me regaló sus plumas.
-¿Nunca te han dicho que no se puede confiar en un pavo?
-Yo confío.

El tipo comenzó a correr. Hice el amago de correr detrás, pero eso significaba tirar el cigarrillo. No estaba en condiciones de perder uno, el sueldo que tenía eran sólo propinas, así que había que cuidar cada céntimo.

El tipo saltó de la azotea. Lo vi unos segundos y luego lo vi desaparecer. Me acerqué a mirar, lo imaginé tirado al fondo, con sangre entre las plumas, rodeado de curiosos.

Quién lo pensaría. Cuando miré hacia abajo, el tipo no estaba. El pavo tenía razón. Terminé el cigarrillo y volví al trabajo. No quise contar nada. Quién me creería. Nadie confía en los pavos...

No hay comentarios.: