Llegamos a la clínica con M. Antes, estuve esperando los cambios de un comercial, uno pequeño, de C, mi amigo-castor-cascarrabias que ayer me hubiese crucificado por cosas que no vienen al caso, porque nada tienen que ver con lo que voy a hablar.
Mi abuela paterna está tendida en la cama. No la veía hace mucho, mucho, tiempo. En un inicio me dio vergüenza, aparecer sólo porque enfermó, pero cuando estuve cerca entendí que la sangre, por distante que permanezca, siempre regresa a la savia del Gran Árbol.
La veo, disminuida, pequeña, un tubo inserto debajo de su piel alimentando sus ochenta años con proteínas y otras hierbas. Me reconoce. "¿Y él quién es?", bromea. Luego, me pregunta cómo van las películas. En ella, en su memoria, seguramente me he quedado desde el Nunca Jamás como el nieto chico que filma. El nieto artista, "porque Fernando Flores, pariente tuyo, escribió La Pérgola de las Flores... asciendes de artistas, mi querido, de una variedad de artistas...".
Salgo. A tomar aire, a luchar con la gripe que me agarrota los músculos. Levanto la mirada y leo: ORATORIO.
Ten fe, ten fe... Todo es por algo... Y entro a su pieza mientras una enfermera dice al pasar: Y ya está lloviendo de nuevo... ¿Nunca va a parar? ¿Ah? Dios mío...
martes, agosto 30, 2005
En la enfermedad y.
tecleado por Mat. cerca de las 8:09 p.m.
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