-Padre...
-Dime creatura del Señor, que te ha traído ante su Gloria.
-Es que... Padre, usted sabe... no es fácil...
-Hijo, por favor, el concepto católico del lugar en que estamos es para que hables libremente en presencia del Señor, no temas.
-Soy drogadicto, Padre. ¡Soy una rata, un miserable, un insensato sin voluntad, un ser despreciable! Padre, usted no sabe, consumo, consumo, consumo, robo. ¡Incluso maté, Padre, asesiné a un coreano, todo para conseguir la droga un día que se me había acabado en una de esas orgías de la que me arrepiento ahora, Padre! Eso es lo que soy, Padre. ¡Un drogadicto! pídale al Señor que me perdone, ya llevo tres días límpio, ¡pero la ira, el demonio en mí, esta compulsión me está volviendo loco! Padre, qué piensa, qué consejo me puede dar...
(CONTAR AQUÍ HASTA 10, POR FAVOR.)
-¿Padre? ¿Le pasó algo? No alcanzo a ver bien por esta rejilla... ¿Me escucha? Padre... ¡Padre!
(EL PERSONAJE SALE DEL CONFESIONARIO. LA IGLESIA ESTÁ VACÍA. ABRE LA PUERTA QUE CORRESPONDE AL PADRE. NO HAY NADIE.)
-Hijo de...
(EL PADRE APARECE. CORRE POR ENTRE LOS BANCOS DE LA IGLESIA DIRECTO A LA SALIDA).
-¡OIGA, PADRE, DÓNDE VA!
-¡AH! ¡ATRÁS SATÁN! ¡DIOS, TE INVOCO!
(EL PADRE ABRE CON EL HOMBRO LAS PUERTAS. EL PADRE TROPIEZA Y VUELA POR LOS AIRES. VEMOS QUE LLEGAN AUTOS POLICIALES. EL PERSONAJE MIRA A CRISTO CRUCIFICADO SOBRE EL ALTAR.)
-Nos hablamos en la cárcel. Como siempre.
jueves, agosto 04, 2005
En el Confesionario (al fondo a la derecha).
tecleado por Mat. cerca de las 1:35 a.m.
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