viernes, agosto 26, 2005

El Homero en mí.

Mi padre es un gran hombre: avanza por la vida y sostiene, como troyano, una lanza de cinco metros.

Derrota los Imperios del Caos con su habilidad de estratega y sus tácticas de Monarca compasivo, fuerte y valiente.

Mi padre me cargó en sus brazos, me enseñó el camino y arremetió con su lanza de cinco metros cuando el enemigo intentó abatirme.

Él no se escabulle, como otros, con Caballos de Madera: él habla, se impone, ejerce voluntad y genera respeto.

La vida de mi padre es épica.
Si el llama, acudes.

A los grandes hombres como mi padre no se les abandona: sólo los viles, oscuros, nefastos se retiran de su lado luego de traicionarlo.

Mi padre es un coloso que no entra a las ciudades esperando vítores. El mundo, como él lo ve, sólo necesita Orden. Y con un gesto de los suyos le basta para sobrevivir las batallas.

Y, sin hacer Gloria de su majestuosidad, seguramente le has visto por la calle, caminando, atento a los eventos del mundo. Seguro le has visto. Con respeto.

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