El Gran Guerrero se acercó a la Princesa. Desenvainó la Daga de Mil Sombras. La luz del alto vitral hizo refulgir el arma.
-¿Tenéis que ir? -preguntó la soberana cubriendo con ambas manos su pecho. Temía por la vida del Gran Guerrero.
-Debo ir, debo proteger nuestro amor y el pueblo que vive bajo el -respondió el Gran Guerrero mirando a los ojos a la Princesa.
El Gran Guerrero tomó una de las manos de la Princesa y la apoyó en su pecho, sobre el frío de la armadura. Aun con el armamento, ella sentía el palpitar del corazón.
-Lo que sientes, es tuyo -le susurró el Gran Guerrero. Despacio, empujó la mano de la Princesa a través de la armadura. Ella y su mano llegaron al corazón vivo del Gran Guerrero. Pudo sentir la adrenalina de la batalla y el amor eterno.
Cuando la Princesa retiró su mano, cargaba el corazón del Gran Guerrero.
-Lo que ves, es tuyo -dijo el Gran Guerrero. Tomó el corazón y lo clavó en el Escudo Real-. Antes de que mi corazón muera, estaré de regreso, y todo habrá sido victoria.
Al amanecer el Ejército se movilizó. Al caer la noche, habían perdido.
martes, julio 19, 2005
Mitos.
tecleado por Mat. cerca de las 3:06 p.m.
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