jueves, marzo 24, 2005

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No Hay Lugar Sagrado
(texto por la editorial del diario SIETEJUDAS)

El periódico virtual SIETEJUDAS es fruto de un proyecto colectivo donde participan escritores, sociólogos, periodistas y diseñadores unidos por una larga amistad y algunos desafortunados intereses comunes. Desde un comienzo, el único objetivo que impulsó el diseño de este sitio fue intentar cumplir con una modesta expectativa: acercarnos a los diferentes tópicos que nos parecen relevantes sin la esquizofrenia que rige a la prensa en general, que al cumplir su cometido –es decir, ser intermediarios entre un acontecimiento y el público- olvidan que nuestras propias experiencias individuales son un instrumento infalible para colegir si existe o no una exposición rigurosa, recta e imparcial del suceso noticioso. Cuesta aproximarse a las razones que han conducido a los medios de comunicación a una discordancia tan absoluta entre un hecho y su posterior relato, sin incurrir en un torpe reduccionismo. Una primera mirada nos lleva a pensar que dichos motivos tienen directa relación con ciertos intereses económicos, políticos, institucionales, incluso personales –los poderes fácticos operando-; pero creemos que también hay algo de desidia en todo esto, de la perversa costumbre de referir a medias o como brinde mejores réditos editoriales, de mediocridad, de maña. Como sea, es en este escenario donde la mayoría de las personas ha logrado desarrollar una gran virtud, una forma de relacionarse con el mundo acaso inédita hasta el momento: el total escepticismo. Ya nadie cree en lo que dice la prensa, o en lo que hablan los políticos, o en el criterio y proceder de las instituciones públicas o morales. Ya nadie cree en las falaces promesas de los discursos o en las garantías implícitas de un estado de derecho; nadie espera esas justas reivindicaciones que siempre están por venir, en los cambios de fondo y no cosméticos que en un instante alguien ofreció, en un voluntarismo que sea de veras encomiable y no el producto residual del mezquino beneficio privado que en realidad se busca.
Pero nosotros tampoco queremos erigirnos como referentes de pureza y probidad. Acaso lo único que nos mueve es mostrar un punto de vista, una opción determinada. Y aunque tratemos de ejercer la crítica, también sabemos que nada muy significativo está en juego: en el Chile de hoy las cosas están lo suficientemente inmóviles y afincadas como para suponer que una expresión disidente podrá alterar algo de manera esencial. Y tal vez eso sea lo más positivo del tiempo que nos tocó vivir: como nada cuenta con nuestra irrestricta confianza, como las cosas no son lo que parecen ya que un tupido velo las cubre, y nada es seguro y duradero, podemos emitir nuestros juicios sin padecer el temor de antes. Hemos tomado conciencia de que la verdad es espuria y contradictoria, que se difumina como el hálito de nuestra respiración entre la densa capa de smog que cubre la ciudad. Ya no tenemos la candidez que se requiere para clamar por las emancipaciones en que creyeron nuestros padres y abuelos. El capital que ahora nos resta es escaso, reducido, de hecho es sólo nuestra propia voz. Por eso la atrabiliaria idea de crear un sitio virtual donde ocuparla como se nos venga en gana. Fueron ellos los que construyeron este mundo y aunque no nos guste y nos quejemos, tampoco queda más alternativa que asumirlo de una vez por todas. Ellos derribaron las ridículas utopías que dominaron el siglo anterior, los meta relatos, los grandes discursos. Y por fin lo consiguieron, deberían estar felices: para nosotros, igual que para ellos, ya no hay lugar sagrado.

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