Un estimado primo menor me prestó desinteresadamente un PS1. Y con varios juegos. No sé si mi novia entiende por qué tengo uno de esos aparatos justo debajo del televisor.
Es como leer. Aprendí a jugar videojuegos a los tres, luego aprendí a leer y escribir.
Y los juegos son mitos digitales que tienen un comienzo, un universo por desarrollar y un final. Igual que los libros.
Sólo que en un PS1 son tus opciones las que te llevan al final correcto.
Eres un espía.
Eres un ninja.
Eres Superman.
Puedes ser cualquier cosa en un videojuego sin tener que sufrir las consecuencias de querer ser un héroe, al menos, por unos días.
Me parece un trato justo.
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