Una profunda y madura conversación sostuve hoy con un director de fotografía.
En breve su planteamiento, según la libertad tomada por mí de ficcionar sus reflexiones:
“Llevo treinta años trabajando con la luz. Treinta. Tengo una relación afectuosa con ella, mis trabajos siempre conllevan una idea artística, un no-sé-qué. A veces no entiendo las directrices de los directores, complejas, abstractas, sacadas de películas de cine arte. Y yo pienso, “Carajo, esto es publicidad, olvídate de trascender, no he visto aún un comercial colgando en las paredes de algún museo”.
(Aún no vemos comerciales en los museos, porque aún lo contemporáneo no entra en la categoría de antiguo. Aunque en cierta forma, coincido con él en algunos detalles.)
“Los jóvenes, los que trabajan ahora, te miran de arriba abajo, como diciendo “y este dinosaurio qué va a saber”. Imagina, llevo treinta años trabajando con la luz y la generación de recambio cree que inventó la rueda. Pero yo escucho. No intervengo. Yo ya vengo de vuelta, no necesito pelearme o justificar nada. Que hagan lo que quieran aquellos jóvenes que han perdido el respeto por la jerarquía. Yo tengo más de cincuenta y sólo quiero vivir feliz.”
(Conversación llevada a cabo en la Shell de Bilbao con Tobalaba.)
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